Desde que comenzó la guerra en Ucrania, también comenzó la visita de diplomáticos representantes de Rusia a países de África y América Latina con la idea de aumentar la influencia rusa en el mundo.
En 2023, funcionarios rusos visitaron Angola, Burundi, Eritrea, Eswatini, Kenya, Malí, Mauritania, Sudáfrica y Mozambique, mientras que el ministro de Relaciones Exteriores del país, Sergey Lavrov, hizo un tour por algunos países latinoamericanos como Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba.
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La idea era profundizar la relación de estos países con Moscú y aumentar el apoyo a la guerra de Rusia en Ucrania.
Mientras la guerra continúa, algunos observadores han señalado que Rusia está tratando de sumar apoyos a su posición en el conflicto. Y su reclamo de que esta es una lucha contra el poder de Occidente y el neocolonialismo le ha gando algunos apoyos.
Por su parte, los intentos de Ucrania de ganar adeptos en las mismas regiones mediante el argumento de que está luchando contra un imperio no parecen haber resonado de la misma forma.
Estos analistas también argumentan que están viendo el “retorno de la Rusia global” a través de la influencia económica y política, además del uso de técnicas de desinformación digital para distribuir narrativas.
En la década de 2010, la expansión de la influencia rusa fue el resultado de un oportunismo económico, pero durante la guerra con Ucrania se ha vuelto más estratégica.
Hay evidencia de que la influencia rusa en algunos países africanos se ha intensificado.
Sudáfrica, por ejemplo, parece moverse mucho más lejos de la influencia de Occidente, para quedar dentro de la órbita de China y Rusia.
Pero esto es posible, en parte, porque el desafío al actual orden liberal beneficia al hemisferio sur, dándole mayor poder para negociar en la arena internacional y alcanzar algunos objetivos políticos.
Eso se puso en evidencia en la reciente conferencia de los Brics, el grupo de países liderado por Brasil, Rusia, Sudáfrica y China.
Los líderes de estas cuatro naciones han dudado en entregar una condena directa y total a las acciones de Rusia en Ucrania.
En la reunión, el presidente de Brasil, Lula da Silva, dijo que la guerra en Ucrania “ha mostrado las limitaciones del Consejo de Seguridad de la ONU”, a la vez que resaltó el poder económico de los aliados de los Bric como un símbolo de su relevancia global.
La reciente decisión de incluir otros seis países (entre ellos, Argentina, Irán y Emiratos Árabes Unidos) en el bloque incrementará este peso y podría habilitar a que sus miembros tengan una mayor influencia en el actual orden mundial.
Dos factores interrelacionados nos pueden ayudar a entender el atractivo del hemisferio sur con Rusia y la postura de no apoyar decididamente a Ucrania.
En primer lugar, Rusia se identifica como agente “anticolonial”, particularmente en África.
Esta estrategia está basada en la llamada “diplomacia de la memoria”, que tiene como objetivo aumentar la influencia internacional tomando ventaja de recuerdos compartidos positivos.
En este sentido, la diplomacia de la memoria invoca la contribución de Rusia a la victoria contra del fascismo durante la II Guerra Mundial.
Además, señala que Rusia nunca ha colonizado un país africano y que tampoco participó en el tráfico de esclavos.
Por el contrario, sostiene que Rusia, como eje de la Unión Soviética, apoyó las distintas luchas anticolonialistas en la región durante la Guerra Fría, como por ejemplo en Angola y Mozambique.
Otro factor para entender esta cercanía de Rusia con el hemisferio sur es el “legado” de solidaridad de Moscú con varios países a lo largo de la historia.
En 1927, la Internacional Comunista, una organización que apoyaba al comunismo en el mundo y que era liderada por la Unión Soviética, impulsaba la Liga Contra el Imperialismo.
La Liga tenía como objetivo eliminar el dominio colonial que existía en el mundo en aquel entonces.
Fue capaz de tener dentro de sus líneas a activistas y personalidades variadas de todo el mundo, como Albert Einstein y Mahatma Gandhi.
Al final, la Liga se convirtió en inspiración para muchos líderes en el hemisferio sur que estaban luchando en contra del colonialismo en sus países.
En este sentido, esa lucha ha dejado un legado a largo plazo en países a los que Moscú ayudó en su lucha contra el imperialismo.
Esto es evidente en el caso de Sudáfrica. Su posición respecto de la guerra en Ucrania se define en parte por una nostalgia relacionada con el apoyo de Moscú a su lucha contra el apartheid, combinada con una desconfianza hacia las políticas occidentales.
La crítica dirigida a Occidente en el hemisferio sur por parte de líderes como el brasileño Lula es que se defiende la democracia en casa pero, a la vez, no se titubea en violar los principios democráticos en otros lugares si eso ayuda al avance de los intereses occidentales.
Ucrania ha respondido a las acciones diplomáticas de Rusia aumentando sus embajadas en África y dando prioridad al hemisferio sur en su política exterior, pero este frente de “batalla” puede ser más difícil de lo que parece.
Rusia continúa promoviendo un discurso, generalmente a través de su experiencia en el uso de canales digitales, que fortalece su influencia geopolítica.
Además, para el hemisferio sur, Rusia es percibida como un contrapeso a Occidente, particularmente a Estados Unidos.
Pero lo que es más importante, ¿qué puede ofrecer Ucrania al hemisferio sur?
Ucrania podría obtener aún más apoyo de los países Brics mediante el fortalcimiento de los lazos económicos existentes y señalando los problemas compartidos que causa Rusia.
La construcción de los nuevos centros de cereales, propuestos para almacenar granos como trigo y maíz, es un buen comienzo.
Esto es particularmente importante debido a la decisión de retirar el permiso a los barcos ucranianos que transportaban cereales para salir de los puertos del Mar Negro, lo que probablemente provocará escasez de alimentos en toda África.
El gobierno de Kenia, por ejemplo, denunció la decisión de Rusia como una “puñalada por la espalda” para los países africanos.
Ucrania también podría aprovechar las similitudes de su lucha nacional con las experiencias anticoloniales del hemisferio sur: en lugar de centrar su narrativa contra Rusia, podría comenzar a construir “memorias” compartidas concentrándose en los puntos comunes que han tenido en tanto víctimas.
Lo que resulta cada vez más claro es que cualquier país que intente desafiar la imagen de Rusia como agente antiimperialista se enfrentará a una larga batalla, sobre todo si esos países no pueden apelar eficazmente a sus propios recuerdos compartidos positivos.
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