La primera pregunta que le hizo aquella mañana el presidente John F. Kennedy a Sidney Graybeal dejaba clara cuál era su principal preocupación: “¿Eso está listo para ser disparado?”.
“Eso” eran los misiles que la Unión Soviética había transportado de forma oculta hasta Cuba y cuyo alcance de 1.770 kilómetros les permitiría golpear con una bomba nuclear todo el sudeste de Estados Unidos e incluso alcanzar la capital del país.
MIRA: Cómo Xi Jinping fue acumulando poder hasta elevarse a “líder supremo” de China (y ser comparado con Mao Zedong)
El clima en Washington D.C., de unos agradables 23C, estaba lejos de reflejar el brutal aumento de la temperatura política que se acababa de producir aquel 16 de septiembre de 1962 y que se mantendría durante varias semanas en las que el mundo vivió su momento más próximo a la tercera guerra mundial.
Graybeal, quien era el jefe de la División Espacial y de Misiles de la CIA, había acudido ese día a las 7 de la mañana a la Casa Blanca en compañía de Art Lundahl, entonces director del Centro de Interpretación Fotográfica (NPIC), predecesor de la actual Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial.
Llevaban unos grandes tableros preparados para hacer su exposición sobre la presencia de los misiles soviéticos en Cuba ante el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional (EXCOMM), el grupo de funcionarios que asesoraría a Kennedy durante aquella crisis.
Antes de eso, en el transcurso de la mañana, fueron informando a varios altos funcionarios sobre la gravedad de la situación. Hablaron con el consejero de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy; con el secretario del Tesoro, Clarence Douglas Dillon; y, luego, con Bobby Kennedy, quien subió inmediatamente a las habitaciones personales del Presidente para informarle.
En torno a las 11 de la mañana, los funcionarios pasaron al salón del gabinete. Casi al mediodía, Kennedy se unió a ellos y se inició la reunión.
Después de la breve introducción del director en funciones de la CIA, general Marshall “Pat” Carter, Lundahl colocó los enormes tableros sobre la mesa justo frente al presidente Kennedy, quien estaba flanqueado por el secretario de Defensa, Robert McNamara; y por el secretario de Estado, Dean Rusk.
Lundahl comenzó a enseñarles las imágenes aéreas que mostraban los campamentos que se estaban estableciendo en la isla para desplegar las armas soviéticas.
Pero los misiles, las plataformas de lanzamiento, otros objetos y estructuras que habían sido fotografiados estaban cubiertos por grandes lonas.
Kennedy preguntó cómo sabían que lo había allí eran misiles balísticos de alcance intermedio.
Entonces, fue cuando a Graybeal le tocó intervenir como experto en misiles.
Años después explicaría que las conclusiones a las que habían llegado sobre el tipo de misiles desplegados, así como las condiciones y el tiempo necesario para que pudieran ser disparados, eran el resultado del análisis de un conjunto de elementos en el que se mezclaba información de inteligencia obtenida a través de fuentes humanas con el análisis de la fotografía aérea.
Las imágenes tomadas desde los aviones espías jugaron un papel fundamental.
“La fotografía aérea fue la clave para toda la crisis de los misiles cubanos”, dice a BBC Mundo Dorothy Cochrane, curadora del Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano.
Para esas tareas se usaron dos tipos de aeronaves: el avión espía U2 de Lockheed Martin, que realizaba fotografías de gran altitud; así como aviones Vought RF-8 Crusader y RF-101 que podían realizar vuelos de baja altitud, por encima de las copas de los árboles a unos 30 metros del suelo.
Cochrane indica que los aviones espías U2 hicieron posible detectar lo que estaba ocurriendo en Cuba, lo que le permitió al presidente Kennedy confrontar al primer ministro soviético, Nikita Jruschov, quien inicialmente negó lo que ocurría.
“Entonces, el presidente Kennedy solicitó hacer fotografías de baja altura que realmente confirmaran la presencia de esos misiles. Así, fueron las imágenes de baja altitud tomadas por el capitán William Eckner de la Armada estadounidense, en su RF-8A, las que confirmaron la presencia de la base de misiles soviética y su nivel de preparación para el lanzamiento”, dice Cochrane.
Explica que esas imágenes fueron mostradas al Kennedy como prueba de un potencial ataque inminente y además le sirvieron al mandatario para refutar la negación de Jruschov sobre el envío de misiles soviéticos a Cuba.
Posteriormente, hubo un momento en el que las imágenes de los aviones espías fueron mostradas ante el mundo en la ONU, de forma que la URSS ya no pudiera seguir negando lo que ocurría.
“La fotografía aérea descubrió el problema, lo mostró ante el mundo y finalmente llevó hasta una solución pacífica porque permitió darle seguimiento a lo que ocurría en Cuba. Así verificamos que los misiles estaban siendo desmontados y que fueron transportados fuera de la isla”, agrega Cochrane.
Pero ¿qué fue exactamente lo que fueron mostrando estas imágenes?
En el verano de 1962, la inteligencia estadounidense comenzó a recibir información sobre el ingreso sin precedentes de armas soviéticas a Cuba.
Una misión de un avión espía U2 realizada el 29 de agosto descubrió la presencia de misiles tierra aire SA-2, lo que generó preocupación en el jefe de la CIA, John McCone, quien le envió una nota al presidente Kennedy expresándole su creencia de que la URSS intentaría colocar misiles ofensivos en Cuba.
Pero el mandatario, al igual que la mayor parte de la comunidad de inteligencia estadounidense, se inclinaban por considerar que esos misiles estaban siendo desplegados con fines defensivos, para evitar otra acción como Bahía de Cochinos.
Mientras tanto, la CIA estaba recibiendo numerosos reportes de inteligencia humana que llegaban desde Cuba, a través de Miami, que hablaban sobre el traslado de misiles por distintas partes de la isla.
“Revisé esos informes en detalle y la mayor parte podían ser misiles tierra-aire porque por su descripción no eran lo suficientemente grandes como para ser misiles ofensivos. 90% de esos reportes podían explicarse de esa forma, como que no eran misiles ofensivos”, recordó Sidney Greybeal en una entrevista que ofreció en 1999 y que es conservada en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.
El exfuncionario explicó que de todos esos reportes había cinco que realmente le preocuparon porque describían un objeto cubierto con una lona, que siempre era transportado a altas horas de la noche y que era trasladado en un tráiler que no podía cruzar en las esquinas, por lo que tenía que retroceder y adelantar debido a sus dimensiones similares a las de un poste telefónico.
“Si hubiera sido un misil tierra aire no habría tenido problema [para cruzar en las esquinas], así que este reporte y otros parecidos fueron la base que, cuando los U2 empezaron a volar, usamos para tratar de orientar dónde se debería buscar”, añadió Greybal.
Así fue como una misión realizada el 14 de octubre de 1962 encontró las primeras imágenes que fueron analizadas al día siguiente por los expertos del NPIC y presentadas ante Kennedy en la reunión del 16 de octubre.
En aquella primera sesión del EXCOMM las imágenes mostraban, entre otras cosas, convoyes soviéticos trasladando misiles cerca de San Cristóbal y la existencia de un probable complejo de lanzamiento de misiles balísticos de medio alcance en Guanajay, en el centro-oeste de la isla.
De acuerdo con el informe inicial presentado por el general Carter en el lugar de lanzamiento identificaron 14 tráileres de misiles cubiertos con lonas de unos 67 pies de longitud. Este sería un dato fundamental para determinar qué tipo de misil se trataba, pero no el único.
Según explicó Graybeal a Kennedy en aquella reunión, había dos tipos de misiles balísticos soviéticos implicados, el SS-3, que medía unos 68 pies y podía tener un alcance de entre 1.014 y 1.126 kilómetros, y el SS-4, que medía unos 73 pies y tenía un alcance de hasta 1.770 kilómetros.
Aquellos SS-4 detectados en Cuba no tenían puesto el cono de la nariz, lo que hacía la diferencia entre los 67 pies que medían en los tráileres y los 73 pies de longitud que alcanzaban una vez ensamblados.
En la entrevista ofrecida en 1999, Graybeal explicó que para identificar estos misiles utilizaron las fotografías tomadas por los U2 sobre Cuba, unas imágenes captadas cuando estos misiles eran exhibidos en los desfiles militares en Moscú, así como otras hechas en los lugares donde ellos sabían que esos misiles habían sido probados.
“Teníamos excelente información de telemetría, lo que nos daba las características internas del misil”, dijo al señalar que por esta vía conocían el alcance y la capacidad de carga, entre otros detalles.
Otra información crítica de gran valor, aunque no procedía de la fotografía aérea, era la procedente de los manuales de funcionamiento de estos misiles que Estados Unidos había conseguido a través de Oleg Penkovsky, un alto oficial de inteligencia ruso que estuvo colaborando con la CIA y con el MI6 británico.
Gracias a estos datos podían saber qué hacía falta y cuánto tiempo tomaba desplegar un misil de este tipo y dejarlo listo para ser disparado.
Después de aquella primera reunión del EXCOMM, los aviones espías estadounidenses siguieron realizando misiones para hacerle seguimiento a la situación sobre el terreno.
Así, por ejemplo, un vuelo del 16 de octubre de 1962 permitió identificar el lugar donde probablemente estaban almacenadas las cabezas nucleares en una ubicación próxima a uno de los sitios de lanzamiento. y, al día siguiente, otra misión detectó la presencia en la isla de cazas soviéticos MIG-21.
Las imágenes dieron indicaciones sobre la presencia de tropas cerca de los sitios donde estaban ubicando los misiles, lo que ayudaba a valorar la cantidad de militares soviéticos enviados a la isla y la rapidez con la que podían poner a puntos los misiles.
Además, los vuelos espías ubicaron las defensas desplegadas por los soviéticos para proteger sus misiles balísticos. La presencia de misiles tierra aire dificultaba las operaciones de vigilancia de EE.UU. y reducía las probabilidades de una acción militar sobre la isla.
También permitieron descubrir cómo la URSS estaba reforzando su presencia militar en Cuba también con el envío por partes de bombarderos Ilyushin-28, para que fueran ensamblados en la isla.
Las fotografías aéreas hicieron posible que Estados Unidos hiciera seguimiento a los avances soviéticos en el despliegue de los misiles de mediano alcance como puede apreciarse en la imagen inferior fechada el 25 de octubre de 1962, en la que están presentes todos los elementos necesarios para lanzar uno de estos misiles, de acuerdo con los analistas del NPIC.
Los rastros en el terreno que conducen hasta una de las tiendas donde se albergaban los misiles indicaba que allí había un arma casi lista para ser usada.
Una vez que la crisis fue resuelta por la vía diplomática y que los soviéticos aceptaron llevarse los misiles de Cuba, las fotografías de los aviones espías permitieron hacer seguimiento al desmantelamiento de los campamentos y a la retirada del material bélico hasta su embarque final de vuelta a la URSS.
Seis décadas después de la crisis de los misiles, los aviones espías U2 se mantienen operativos y han sobrevivido al desarrollo de satélites de vigilancia y de drones no tripulados que se suponía que los dejarían obsoletos.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Miles de venezolanos se arriesgan por el mortal Darién para llegar a EE.UU.: “Esa selva es un infierno” | FOTOS
- Se registra sismo de magnitud 6,3 en el océano Pacífico, a más de 600 km de la costa de Centroamérica
- Truss enfrenta embates para continuar como primera ministra en el Reino Unido
- Una gota de sangre resolvería un crimen abierto desde hacía más de 30 años
- La historia de la mujer que viajó 11 mil kilómetros para esparcir las cenizas de su hámster
Contenido Sugerido
Contenido GEC