Desde el día en que nació, mi bebé fue juzgada por el color de su piel.
Después de pasar un día y una noche en cuidados intensivos, Bonnie se había reunido conmigo solo por unas pocas horas cuando una mujer asomó la cabeza por la puerta para preguntarme qué me gustaría desayunar.
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Antes de que pudiera responder, preguntó: “¿Es esa tu bebé?”
Anticipé que lo siguiente que diría sería un cumplido: “¡Es adorable!” o “¡Sus cachetes están tan regordetes!”
En cambio, repitió: “¿Es esa realmente tu bebé?”
Su tono era de sorpresa, con ligera consternación. Su uso de la palabra “realmente” me preocupó.
“Se la ve tan blanca. Mira su pelo, es tan lacio. Es tan blanca”, continuó.
Y ahí fue cuando todo comenzó: gente que no me conocía se sentía libre de preguntar si yo era la madre de Bonnie o de hacer comentarios sobre el color de su piel.
Sucedió en el hospital donde acababa de dar a luz. Volvería a suceder más tarde cuando salía de compras, me sentaba en restaurantes y visitaba amigos.
Tengo la piel marrón. Mi pareja es blanca. Bonnie es mestiza.
Desde la sala de maternidad, envié fotos de Bonnie a las personas que amaba y algunas respondieron con oraciones de una línea, no endulzadas como podría esperar una nueva mamá.
“Es realmente blanca”.
“Prefiero la foto en la que se ve más africana”.
“Es muy pálida ¿no?”.
Alguien sintió la necesidad de usar mayúsculas en su mensaje: “AÚN es blanca”.
(Un bebé mestizo puede nacer con la piel de un color uno o dos tonos más claros de los que tendrá más tarde).
Me dolió.
Bonnie y yo pasamos cinco días solas en el hospital. Fue durante la primera ola de covid-19, en la que no se permitían visitas. Mi pareja solo podía vernos a través del video de WhatsApp, y esto significaba que tenía mucho tiempo para buscar en internet y preocuparse por los comentarios de la gente.
¿Asumiría la gente que yo no era la madre de Bonnie? ¿Tendría Bonnie que explicar todo el tiempo quién era yo? ¿Pensarían siempre que yo era la niñera?
No estaba preparada para lidiar con esto.
Cinco semanas después de que dejamos el hospital, una hermosa caminata se transformó en desagradable. Apareció un hombre gritando agresivamente: “¿Por qué tu bebé es tan blanca? Nos rodeó muy furioso.
“¿Por qué ella es tan blanca? ¿Te conseguiste un hombre blanco? ¡Eso es lo que pasa cuando te consigues un blanco! Mírala, mírala, mírala. ¿Por qué es tan blanca?”.
Yo estaba consternada, asustada y avergonzada por la audiencia que había atraído. No podía entender por qué este hombre, que era del mismo color que yo, estaba tan ofendido.
De hecho, todos los comentarios negativos sobre el color de la piel de mi bebé fueron hechos por personas del mismo color de piel que yo. No lo entendía. Nunca me había imaginado que las familias mestizas tuvieran que pasar por esto.
Lo que más lamento es no haber defendido a mi familia. No dije nada. Me alejé de este extraño furioso, conteniendo mis lágrimas hasta que llegué a la seguridad de mi propia casa.
Nunca hablé sobre el impacto que tuvo en mí, hasta que conocí a Wendy.
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Wendy Lopez tiene 60 años, vive en el sur de Londres y trata de no tomarse la vida demasiado en serio.
Hace 28 años dio a luz a Olivia. Su amiga llamó a la sala de maternidad de Guyana, en Sudamérica, para verificar si su bebé era blanco o negro.
Wendy se ríe mientras cuenta la historia. Así es como ella maneja las cosas.
Olivia tenía el pelo castaño, pero con “grandes rizos rubios” en la parte delantera.
“Era como si hubiera ido a la peluquería y alguien le hubiera puesto ruleros en el pelo”, dice Wendy.
Un médico le preguntó a Wendy si había “blancos en la familia”, y ella le explicó que el padre de Olivia era blanco.
Pero él dijo: “No, no, no, hay blancos en tu familia y esa es la razón por la que Olivia es tan pálida”.
“Yo pensaba, ‘¿Por qué me cuentas todo esto?’”, recuerda Wendy. “¿Va a ver a todas las mamás y les habla del color de su hijo? Apuesto a que no”.
Wendy admite que su madre no aprobaba el color de piel de su nieta y ocasionalmente se refería a ella como “la niña blanca”, pero sentía que podía lidiar con eso. Era más difícil cuando los comentarios provenían de extraños.
Ella recuerda un incidente que fue particularmente perturbador. Wendy estaba haciendo su compra semanal en Deptford, en el sur de Londres, con Olivia en el cochecito, cuando pasó junto a tres hombres negros parados fuera de un pub.
“Uno de ellos vino hacia mí. Miró a Olivia y preguntó: ‘¿Es tu hija?’
“Le dije: ‘No’”.
“Básicamente, repudié a mi hija, pero en esa situación lo volvería a hacer”.
“No me arrepiento. Me sentí amenazada. Tenía miedo. Podía oler que había estado bebiendo. Pensé que podría darnos una paliza”, dice Wendy.
“En esos días no se veía bien que las mujeres negras estuvieran con hombres blancos”.
Hoy en día, la gente suele mostrar su desaprobación de otras formas, y Wendy no se queda callada, en parte porque Olivia tiene una discapacidad de aprendizaje y no puede defenderse.
“Fui a ponerme la vacuna contra la covid hace unos meses y la enfermera me preguntó si yo era la cuidadora de Olivia, y cuando le dije que era su madre, me preguntó si realmente la di a luz”, dice Wendy.
“No puedo dejar que la gente se salga con la suya diciéndome estas cosas”.
Considera que comentarios como este son un ataque a quién es Olivia, y que si su hija pudiera, “estaría diciéndole a la gente que la dejaran en paz” y diciendo: “Mi padre es blanco, mi madre es negra y punto”.
Le dije a Wendy algo que me ha estado molestando desde hace un tiempo. ¿Somos -soy yo- demasiado sensibles?
“Bueno”, dice, juntando las manos, “eso es lo que todos los que no están en esta situación dirán: ‘Oh, eres demasiado sensible. Vamos, no queríamos decir nada con eso. Tienes un problema de actitud’”.
Pero después de 14 meses estoy cansada de tener que confirmar constantemente que este hermoso ser que sostengo en mis brazos es mi hija.
“Estamos en el siglo XXI. Uno pensaría que la gente ha avanzado un poco, pero no lo ha hecho”, dice Fariba Soetan, quien escribe un blog sobre la crianza de niños mestizos.
Fariba tiene 41 años y es mitad iraní, mitad inglesa. Su marido es nigeriano y tienen tres hijas de diez, ocho y seis años.
“Estaba realmente aterrorizada por los comentarios que nos harían por tener tres niñas que tienen diferentes tonos de piel”, dice Fariba.
“Ya puedo ver las diferentes experiencias que tendrán mis hijas en función de cómo se las perciba en la sociedad”.
Un incidente el año pasado realmente la molestó. Fariba estaba recogiendo a su hija de siete años de una clase en el norte de Londres.
“Le di un abrazo y luego una de las niñas dijo: ‘¿Es tu hija?’
“Le dije, ‘Sí’. Y ella respondió, ‘¿Todavía la amas aunque sea de ese color?’.
“Mi hija tuvo que escuchar eso”, dice Fariba, mientras trata de no llorar.
Pero escribir sobre el tema ayuda. “Me hace sentir que estoy teniendo un impacto. No solo lo estoy sufriendo, estoy haciendo algo al respecto”.
Quiero que Fariba me asegure que todo esto es solo una fase y que la curiosidad de la gente se detendrá.
Desafortunadamente, no lo hace.
“A menudo hay comentarios después de estar de vacaciones, especialmente con mi hija mayor, que es la más oscura”, dice Fariba.
“’Oh ... Se ha bronceado bastante’ o ‘Se ve bastante oscura’. A menudo hay tonos subyacentes de ‘¿Quieres ser de ese color de piel?’
“Ciertamente algo de esto la ha afectado. No quiere oscurecerse demasiado porque hay algo negativo asociado a ello”.
Entonces Asha, de quien estamos hablando, cruza el jardín hacia nosotras. Acaba de regresar de gimnasia y aún está llena de energía. Quiere mostrarme sus libros favoritos, sobre el pelo rizado y ser una bailarina negra estrella.
“A veces miro a la gente en la calle y me pregunto si piensan que somos de la misma familia”, dice Asha.
Ella ha encontrado una solución.
“Yo describo a mi familia como sabores de helado. Yo soy caramelo. Mamá es vainilla. Papá es chocolate. Ella es dulce de leche y mi hermana menor es café con leche”.
“Es mejor pensar en ellos de esa manera, en lugar de decir que eres más claro o mucho más oscuro que yo”.
“Quiero compararnos usando cosas deliciosas. Cosas que la gente ama, como el helado. Somos una familia y no debes juzgarnos”.
Cuando Asha se va, bailando, Fariba me dice que espera que personas como Meghan Markle y la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, alienten a la gente a reexaminar los prejuicios sobre el color, ya sea quien pueda reclamar la identidad negra o cuestionar la creencia de la era colonial de que ser blanco es mejor.
“Espero que algo esté cambiando. Creo que debemos aferrarnos a esa esperanza”.
Unas semanas después de conocer a Wendy, ella me envió un mensaje de texto para dar seguimiento a nuestra conversación.
“Espero que todo vaya bien”, escribió. “Me olvidé de decir: simplemente sé feliz con tu hija, porque estos preciosos años simplemente pasarán volando”.
Es un consejo que estoy completamente feliz de seguir.
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