Un proyecto minero de tierras raras en Groenlandia ha provocado una crisis política y avivado el debate sobre el futuro de este territorio ártico, amenazado por el calentamiento global y que quiere independizarse de Dinamarca.
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La apertura a principios de febrero de consultas públicas sobre el yacimiento de tierras raras y uranio de Kvanefjeld (Kuannersuit en groenlandés), en el extremo sur de la isla más grande del mundo, desencadenó una crisis política que podría hacer caer al gobierno.
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El caso fracturó a la coalición gubernamental privándola de su mayoría en el parlamento local.
El partido de derecha Demokraatit renunció a la coalición, frustrado por la indecisión del partido más grande, el socialdemócrata Siumut.
“El asunto de la mina es realmente la gota que colma el vaso”, resume Maria Ackrén, politóloga de la universidad de Nuuk, la capital de Groenlandia.
Una mayoría de los partidos presentará el martes un proyecto de ley para organizar nuevas elecciones.
Los partidarios del proyecto minero alaban las ventajas financieras que podrían ayudar a Nuuk en su búsqueda de autonomía.
Desde 2009 Groenlandia decide sobre la gestión de sus recursos y Copenhague conserva las funciones soberanas.
En 2010, Greenland Minerals, una empresa australiana respaldada por un inversor chino, obtuvo una licencia de exploración del yacimiento de Kvanefjeld, rico en tierras raras (metales esenciales para tecnologías punteras) y uranio.
Se considera uno de las más importantes del mundo para estos minerales pero su explotación tropieza con una creciente oposición por la preocupación por los residuos radiactivos generados por la mina.
Después de tres negativas sucesivas se aprobó el plan de protección medioambiental de Greenland Minerals.
Las consultas se prolongarán hasta el 1 de junio, pero comenzaron bajo tensión y algunos políticos optaron por no asistir tras recibir amenazas de muerte.
Antes de obtener un permiso de explotación de 37 años, la empresa deberá llegar a un acuerdo sobre las repercusiones y los beneficios.
‘Momento crucial’
Inicialmente favorable al proyecto de explotación que representaría un maná fiscal, Siumut adoptó una línea más reservada desde que su nuevo líder, Erik Jensen, asumió la dirección en noviembre.
El líder anterior, Kim Kielsen, por el momento sigue siendo jefe del gobierno.
“Estamos en un momento crucial con un cambio generacional a la cabeza de Siumut y el proyecto Kvanefjeld está creando tensión”, dijo a la AFP Mikaa Mered, profesor de geopolítica en el Instituto de Estudios Políticos francés (Sciences Po).
El debate sobre la mina encierra el problema del financiamiento de la independencia.
Una emancipación de Dinamarca, a la que Copenhague no se opone, privaría al territorio de los subsidios daneses, unos 526 millones de euros (unos 637 millones de dólares) anuales, que constituyen un tercio del presupuesto.
“Un desarrollo económico necesita una base financiera más amplia, y la explotación minera y el turismo son pilares potenciales de dicho proceso”, estima Torben Andersen, presidente del Consejo Económico de Groenlandia y profesor de economía en la universidad de Aarhus.
La diputada Aaja Chemnitz Larsen, representante de Groenlandia en Copenhague, estima que los que tienen que decidir son sus 56.000 habitantes.
“Los votantes necesitan un mensaje claro, necesitan saber adónde vamos y el camino correcto serían nuevas elecciones”, opina.
La celebración de elecciones aplazaría la decisión sobre la mina Kvanefjeld y hasta podría enterrarla.
Últimamente 141 oenegés pidieron al gobierno de Groenlandia, a Dinamarca y a la Unión Europea una moratoria sobre la extracción minera, petrolera y de gas en Groenlandia para establecer un santuario ártico.
Chemnitz Larsen, del partido Inuit Ataqatigiit (IA, izquierda verde), se opone a la extracción de uranio pero apoya el desarrollo minero respetuoso con el medio ambiente como un “suplemento de ingresos” para el territorio.
Además de la pesca, que representa la mayor parte de sus ingresos, Groenlandia puede desarrollar la explotación minera, el turismo o la agricultura en el extremo sur, afirma Mered.
Según Torben Andersen, del Consejo Económico de Groenlandia, “el desarrollo económico no requiere grandes proyectos mineros”.
“También está el tema de la reputación y, posiblemente, un potencial conflicto con el desarrollo concomitante del turismo, especialmente si se dirige a clientes muy interesados en la naturaleza”, concluye.
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