El 24 de febrero del 2022 la vida en Ucrania cambió abrupta y terriblemente: tras días y semanas de amenazas y especulaciones, aquel día el presidente ruso Vladimir Putin ordenó a sus tropas invadir territorio ucraniano en lo que llamó una “operación militar especial”, lo que supuso la respuesta extrema de Rusia a las tensiones desatadas, según Moscú, por la ampliación y crecimiento de la OTAN a lo largo del siglo XXI.
Tal como se especulaba desde un principio, el conflicto bélico ha adquirido dimensiones internacionales, incrementadas en los últimos días por el arribo de tropas norcoreanas para ayudar a Rusia en el campo de batalla y la aprobación de Washington para la utilización de sus misiles ATACMS, por parte de Ucrania, en la región rusa de Kursk y también el uso de minas antipersona.
Esta semana, además, Putin ha rebajado el umbral para el uso de su arsenal nuclear, a través de una nueva doctrina que permite una posible respuesta nuclear del Kremlin incluso a un ataque convencional por parte de cualquier nación respaldada por una potencia atómica. Esta situación ha llevado, por ejemplo, a que algunos países occidentales hayan cerrado este miércoles 20 sus embajadas en Kiev como medida de precaución temporal.
Difícil pensar que se pueda aguantar mil días más de esta conflagración (los primeros mil se cumplieron este martes 19), pero nadie sabe a ciencia cierta cuánto más y cómo acabarán los combates en el este de Europa.
La peor guerra en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial ha cumplido 1.000 días. La reciente victoria electoral de Donald Trump le ha puesto una dosis extra de incertidumbre al gobierno y pueblo ucranianos sobre el futuro apoyo de Washington y sus aliados y sobre si tendrán que hacer dolorosas concesiones territoriales para alcanzar la paz, envuelta en esa promesa exagerada y envenenada del presidente electo de EE.UU. de “acabar con la guerra en 24 horas” apenas tome nuevamente posesión de la Casa Blanca, en enero del año que viene.
Estos mil días de conflicto vienen dejando números escalofriantes en Ucrania: más de 12 mil civiles muertos y unos 28 mil heridos no militares, según la ONU. Cerca de diez millones de ucranianos -es decir, casi la cuarta parte de la población antes de la guerra- han sido desplazados de sus hogares, entre ellos 6,7 millones exiliados en otros países, sobre todo Polonia, Alemania, República Checa, Reino Unido y España. Como dato comparativo, las guerras en la antigua Yugoslavia a fines del siglo XX provocaron la huida de 2,5 millones de personas.
El drama dentro del país invadido se refleja en que 14,5 millones de personas -casi el 40% de la población actual- requieren ayuda humanitaria urgente, y para satisfacer sus necesidades la Agencia para los Refugiados de la ONU (Acnur) urge de un apoyo adicional de US$4,5 mil millones. Se viene un nuevo invierno, que puede ser peor que los anteriores debido a que los ataques a la infraestructura energética ya han suprimido el 65% de la capacidad generadora del país, por lo que habrá más comunidades sin electricidad ni calefacción.
Tanto Rusia como Ucrania mantienen un gran hermetismo sobre el número de bajas militares en estos 33 meses de lucha. A mediados de setiembre, fuentes estadounidenses calcularon en más de un millón el número de víctimas totales, siendo el doble en el bando agresor: 200.000 muertos y 400.000 heridos del lado ruso frente a 90.000 fallecidos y 400.000 heridos del lado ucraniano. Lo que es un hecho es que Rusia perdió más combatientes en el primer año de la guerra en Ucrania que en cualquier otra que libró desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.