El alivio en la sala era palpable. Mientras los antiguos enemigos entraban vestidos de blanco, hubo sonrisas y apretones de manos, incluso abrazos antes de que se anunciara lo que en Colombia se había esperado por décadas: un acuerdo final de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del país.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Antes, sin embargo, un momento simbólico de unidad nacional. Toda la sala se levantó y, con una sola voz, guerrilleros y ex generales, comandantes rebeldes y diplomáticos cantaron el himno nacional de Colombia.
En un extremo de la mesa principal, en el mismo lugar que había ocupado durante más de cuatro años, se encontraba un hombre delgado, calvo y con bigote bien cuidado.
Escuchó con respeto el himno sin cantar, aunque hoy ya debe saberse la letra.
Pero no es el himno de su país, Dag Nylander es el jefe del equipo diplomático noruego que -junto con los anfitriones de Cuba- actuaron como garantes del proceso de paz en Colombia.
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Nylander participó de todos los momentos clave en las negociaciones de paz de Colombia. (Foto: Getty Images)
Para los observadores de las negociaciones, Nylander es una figura familiar desde hace mucho tiempo.
Estuvo presente en todos los momentos clave de los últimos años, leyendo los detalles de los acuerdos en su impecable español, pese a su acento.
En los puntos de alta tensión, su presencia parecía llevar calma al procedimiento, una voz externa y un sentido del orden noruego para alcanzar el fin de un conflicto enredado y amargo.
Cigarros y ron
Me encontré con él después de que la embriagadora sensación de euforia de la noche del anuncio se hubiera calmado un poco.
“Nos fumamos un par de cigarros cubanos y tomamos un poco de ron”, admite, más con aire de alivio que con gesto de victoria al haber completado un trabajo bien hecho.
No es de extrañar que él y los otros negociadores se permitieran una pequeña celebración.
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(Foto: Reuters)
A menudo se dice que las conversaciones de paz duraron alrededor de cuatro años. En el caso de Dag Nylander y los otros participantes clave, ese tiempo estuvo más cerca de seis, si se incluyen las conversaciones preparatorias secretas.
“Es difícil de entender que esta fase haya terminado de verdad”, me dice en un hotel de La Habana, no muy lejos del que le ha servido de hogar gran parte de la última década.
“Ha sido muy exigente, fue la principal ocupación de mi vida. He pasado las 24 horas del día, los 7 días de la semana, todos los días del año (en el proceso de paz). Así que prácticamente ha consumido todo el tiempo”.
Meses que fueron años
Al inicio de las conversaciones formales en La Habana, en noviembre del 2012, pocos habrían predicho que durarían tanto tiempo. En retrospectiva, ¿se subestimó la magnitud de la tarea?
“Recuerdo que una o incluso ambas partes tenían la expectativa de que esto iba a durar meses, no años. Mirando hacia atrás, eso obviamente no era realista”, recuerda Nylander.
“¿Podríamos haberlo hecho más rápido? Tal vez. ¿Logramos a un acuerdo de paz sólido y bien pensado al final? Absolutamente. Y creo que eso es lo importante”.
Llegar a este punto no ha sido un camino de rosas. De hecho, hubo momentos en los que parecía que todo el proceso podía colapsar por completo.
“Siempre hubo factores externos”, dice el diplomático noruego sobre los momentos más difíciles.
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“Ha sido muy exigente, fue la principal ocupación de mi vida”, le dijo Nylander a la BBC tras alcanzar el acuerdo de paz en Colombia. (Foto: Getty Images)
“Las partes estaban negociando durante el conflicto. La mayor crisis fue cuando las FARC mataron 11 soldados del gobierno Colombia (en el 2014). El presidente Juan Manuel Santos ordenó que se reanudaran los bombardeos aéreos, lo que dejó un alto número de víctimas mortales en las FARC, incluyendo personas conocidas que se habían sentado en la mesa de negociación”.
Diferencias y similitudes
A pesar de estos desafíos, parece que la idea de Colombia compartida por las dos partes -y la necesidad de paz de los colombianos- fue más fuerte que sus grandes diferencias.
“Son colombianos, tienen una historia común y una cultura conjunta. Muchos de ellos se habían visto antes, tanto en el campo de batalla como en la mesa de negociación”.
Hubo tiempo incluso para algunos momentos relajados.
“Por ejemplo, en una de las primeras reuniones, una de las partes estaba viendo un partido de fútbol. Colombia contra Venezuela, si no me equivoco. Y eso fue importante para romper el hielo”, recuerda.
“¡El fútbol siempre ayuda!”, bromea.
El diplomático noruego es efusivo en sus elogios a Cuba, por su “gran apoyo” a Colombia, como sede de las conversaciones y aportar “el valor añadido de tener una gran credibilidad” tanto ante el gobierno de Colombia como, especialmente, ante las FARC.
También Nylander tuvo que adaptarse a la idiosincrasia de Colombia.
“Si le preguntas a mis amigos y familia en Noruega, dirán que ahora tengo un par de elementos colombianos o latinoamericanos en mí. Hasta el punto de llegar tarde a las reuniones, algo que se permite en la cultura latinoamericana, pero no funciona muy bien en Noruega”, dice Nylander, quien ya no lleva reloj en su muñeca.
“Sin embargo, si le preguntas a las dos partes aquí, ¡probablemente dirán que soy el típico noruego!”, dice.