La pelota ha empezado a rodar este fin de semana en Asia y África con el inicio de sus copas de naciones. Más allá de la alegría y emoción que desatan en esos continentes estos torneos de fútbol, para algunas selecciones la cita excede a lo deportivo y es una oportunidad para llevar algo de alivio a países golpeados por la guerra.
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La Copa Asiática empezó ayer en Qatar, e irá hasta el 10 de febrero, mientras que la Copa de África se disputa desde hoy en Costa de Marfil y se extenderá hasta el 11 de febrero. Desde esas naciones, estas cuatro selecciones están listas para enviar un mensaje en favor de la paz.
1. Los palestinos y una promesa pese al horror
La selección palestina aterrizó en Doha a comienzos de enero con la consigna de llevar algo de esperanza a quienes viven en la franja de Gaza. Mientras se anunciaba que la guerra entre Israel y el grupo islamista Hamas durará todo el 2023, los futbolistas del enclave –reducido a escombros por los intensos bombardeos israelíes– se esforzaban por no derrumbarse. Para algunos de ellos, la copa en Qatar es casi un esfuerzo sobrenatural. No solo se suspendió el campeonato local tras el estallido del conflicto en octubre pasado y varios estadios han sido bombardeados, sino que varios jugadores, entre ellos Muhamad Saleh y Mahmud Wadi, perdieron familiares y amigos. Incluso sus casas fueron destruidas. También ha habido reportes de futbolistas y deportistas locales heridos o fallecidos a causa del fuego israelí.
En los últimos días, el seleccionador Makram Daboub afirmó que izar la bandera palestina en competiciones continentales es “una afirmación de la identidad palestina”. “Quiero decirle a nuestra gente que nuestros corazones estarán con ellos en el campo. Nos esforzaremos por dar aunque sea una simple alegría a nuestro pueblo en Gaza”, dijo el portero palestino Rami Hamadi. Aunque el equipo ha tenido problemas operativos y su cabeza está en las noticias que llegan desde Gaza, está listo para su debut mañana ante Irán, uno de los favoritos del certamen.
2. Los sirios y una larga guerra como telón de fondo
La última Copa Asiática, jugada en el 2019, fue el primer torneo internacional de fútbol para la selección siria en ocho años. Desde que la guerra civil empezó en el 2011 tras las protestas contra el régimen de Bashar al Asad, la liga local se paralizó. La mayoría de los jugadores y entrenadores no podían estar en la cancha. Entre los miles que murieron hubo algunos jugadores.
La situación ha mejorado en los últimos años. La selección siria fue el centro de atención en las Eliminatorias al Mundial de Qatar 2022. El equipo del país asolado por una de las guerras más largas de estos tiempos estuvo a poco de clasificarse al mayor torneo del planeta. Ya por entonces quedó demostrado el remedio temporal que puede significar el fútbol para ese país, que ahora buscará una alegría en el torneo continental mientras las bombas siguen sonando en Siria.
2015 fue el año en que debutó la selección palestina de fútbol. El equipo israelí no juega la Copa Asiática, sino la Eurocopa.
7 jugadores del equipo sirio son nacionalizados. Uno de ellos, el delantero colombiano Pablo Sabbag, juega en Alianza Lima.
Eso sí, el entrenador argentino Héctor Cúper ha advertido a los dirigentes sirios que “si la cosa se complica” no se va a quedar. Aunque el conflicto está estancado, en los últimos meses se ha registrado el mayor nivel de violencia en varios años, principalmente por los bombarderos rusos en zonas rebeldes al régimen. La guerra ha dejado hasta ahora medio millón de muertos. La pobreza, la crisis humanitaria y los desplazamientos empeoran el panorama de una crisis que involucra a grandes potencias extranjeras sin que se atisbe alguna solución.
3. Mali y RDC también sortean el caos bélico y la miseria
Para algunas selecciones de África, tampoco es fácil tener la mente en el juego. Mali acaba de cumplir 11 años sumido en un conflicto que ya se extiende por el Sahel central y que tiene al país sumido en una crisis en la que se mezclan el separatismo, el yihadismo y una profunda crisis económica. Una junta tomó el poder en el 2020 por la fuerza y aplazó las elecciones presidenciales previstas para febrero de este año. También obligó a la salida del país de la fuerza antiyihadista francesa y de la misión de la ONU Minusma.
En la República Democrática del Congo (RDC), una de las naciones más empobrecidas del mundo, la violencia armada cunde desde los años 90, pero la crisis alcanzó un punto máximo en los dos últimos años con el resurgimiento de la rebelión del M23, apoyada por Ruanda. Ello quedará en pausa este miércoles 17, cuando la selección debute ante Zambia.
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