En nuestra anterior columna dijimos que, comparado con otros países desarrollados, Estados Unidos tenía bajas tasas de movilidad social. Es decir, a un estadounidense le es más difícil salir de la pobreza que, por ejemplo, a un alemán.
Tasas relativamente bajas de movilidad social implican, además, una mayor probabilidad de que la presencia de niveles elevados de ingresos y riquezas sea consecuencia de la herencia antes que del mérito personal.
Warren Buffett sugirió alguna vez otros dos problemas cuando se intenta establecer en qué medida las diferencias de ingresos y riqueza en un país se deben a diferencias en méritos: “Personalmente pienso que la sociedad es responsable de un porcentaje muy significativo de lo que he ganado. Si me colocaran en Bangladesh o el Perú podríamos establecer cuánto produciría mi talento en un entorno menos fértil. Da la casualidad de que trabajo en un sistema de mercado que premia muy bien –desproporcionadamente bien– lo que hago”.
Una de las cosas que Buffett sugiere en esa cita es una verdad de Perogrullo que resulta fácil olvidar: no en todas partes las instituciones del Estado garantizan en la misma proporción derechos de propiedad, la vigencia de los contratos o la provisión de bienes públicos [como, por ejemplo, sistemas de salud y educación de cobertura universal garantizados por el Estado]. Todo lo cual es fundamental para la creación de riqueza en el sector privado.
Acemoglu y Robinson ofrecen un buen ejemplo de lo dicho por Buffett cuando comparan la forma en la que adquirieron su riqueza Bill Gates y Carlos Slim. En lo esencial, Gates la obtuvo a través de innovaciones en programas de computación, apelando a un sistema eficaz de patentes que no solo tramita miles de solicitudes por año sino que además son presentadas por personas que provienen de todos los estratos sociales [aunque Microsoft afrontó luego procesos judiciales por prácticas que buscaban restringir la competencia]. Slim, por su parte, obtuvo buena parte de su fortuna adquiriendo de modo poco transparente un monopolio en telecomunicaciones amparado por el Estado mexicano.
Es decir, distintas instituciones políticas y económicas pueden crear estructuras de incentivos diferentes para quienes toman decisiones económicas. Y, a su vez, las distintas formas de adquirir riqueza que incentivan esas instituciones tienen distintas consecuencias distributivas. Así, mientras muchos aún nos beneficiamos del sistema operativo creado por Bill Gates, según un estudio de la OCDE el monopolio de Carlos Slim le costó entre el 2005 y el 2009 unos 130 mil millones de dólares a la economía mexicana.
Cuando se le pregunta por qué cree que el sistema económico de su país premia de manera desproporcionada su talento, uno de los ejemplos a los que apela Warren Buffett es el hecho de que su secretaria personal paga una proporción mayor de sus ingresos en impuestos que él. Eso se debe a que, desde 1980, la mayoría de los cambios en la legislación tributaria en Estados Unidos ha favorecido a los sectores más ricos de ese país. Por ejemplo, al permitirles clasificar la mayoría de sus ingresos como ganancias de capital, las cuales pagan una tasa de impuestos de tan solo 15%.