Emergió como una luz al final del túnel. Tras 25 años de autoritarismo y otros más sufriendo por un conflicto bélico con Eritrea, Abiy Ahmed asumió como primer ministro de Etiopía en abril del 2018. Los reflectores apuntaban hacia él y no decepcionó.
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Era el 2018 y una de sus primeras acciones fue terminar con ese enfrentamiento.
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“Con respecto al conflicto con Eritrea, que ha durado años, queremos ponerle fin. Por el bien común de nuestras dos naciones [...] que tienen lazos de sangre. Estamos preparados para resolver nuestras diferencias a través de la discusión”, señaló Ahmed.
Entonces, Etiopía cedió Badme, la ciudad limítrofe, a sus vecinos, acto que derivó en la firma de la paz. António Guterres, secretario general de la ONU, calificó el acuerdo como “histórico”.
No exageraba: por más de 20 años, la frontera de Etiopía y Eritrea estuvieron cerradas, y por fin las personas podían transitar. Miles de presos políticos también fueron liberados.
Sus planes, sin embargo, tuvieron algunos reveses. El conflicto entre grupos étnicos hizo que la violencia regresara y que la frontera se tuviera que volver a cerrar. Pero el interés político por pacificar la zona siempre se mantuvo.
De hecho, fue por esa razón que, en el 2019, Ahmed recibió el Premio Nobel de la Paz.
“Abiy Ahmed ha iniciado importantes reformas que dan a muchos ciudadanos la esperanza de una vida mejor y un futuro más brillante”, dijo el comité del Nobel.
El futuro parecía brillante para el primer líder de Etiopía que era descendiente del grupo étnico oromo. En él recaían las esperanzas de un pueblo que necesitaba volverse a unir dentro del marco de una democracia sana.
DESPUÉS DE LA CALMA, OTRA VEZ LA TORMENTA
Todo apuntaba a que, aun con vaivenes, la calma empezaría a asomarse en Etiopía. Pero no es lo que viene sucediendo.
El pasado 5 de noviembre, Ahmed declaró la guerra a la región de Tigray, ubicada al norte de Etiopía, cerca de Eritrea.
Así lo informó “France 24”:
“En su cuenta de Facebook, el mandatario señaló que ‘el Ejército de Etiopía fue enviado a la misión de salvar al país’, luego de un ataque contra dos bases militares en las ciudades de Mekele y Dansha y que, según el mandatario, fue responsabilidad del Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF), partido considerado ‘rebelde’ y que gobierna esa región”.
Según ese medio, el gobierno de Etiopía denunció que el TPLF se le viene enfrentando desde hace meses, dejando varias muertes en su paso. Lo que rebalsó el vaso fue el ataque a una base militar.
A eso se le suma que, este fin de semana, se reportaron explosiones en Asmara, la capital de Eritrea. Testimonios aseguraron que se trató de cohetes que se dispararon cerca del aeropuerto.
Al respecto, Debretsion Gebremichael, líder de Tigray, ha señalado que vienen combatiendo contra divisiones del ejército eritreo, a quienes acusa de haber cruzado la frontera para apoyar al gobierno de Ahmed. El primer ministro lo ha negado.
La ONU y Amnistía Internacional, por su parte, han denunciado que el conflicto está provocando crímenes de guerra. Además, más de 14.500 personas han tenido que huir a Sudán para evitar la muerte.
La situación preocupa más si se tiene en cuenta que, según Médicos Sin Fronteras, antes del conflicto, cientos de miles de personas y refugiados de Tigray dependían de la asistencia humanitaria.
UN PROBLEMA DE LARGA DATA
Según recuerda “France 24”, en 1991, el TPLF derrocó a la dictadura comunista del Consejo Administrativo Militar Provisional, que estuvo al frente de Etiopía desde su revolución en 1974, hasta la formación de la República Democrática Popular de Etiopía en 1987.
Desde entonces, el TPLF se hizo fuerte en todos los niveles del gobierno y, por ejemplo, los problemas con Eritrea escalaron.
Pero en el 2015 se iniciaron las protestas lideradas por los oromas, quienes acusaban al gobierno de querer quitarles sus tierras con la excusa del desarrollo de la capital.
Las tensiones continuaron y a ellas se les sumó problemas étnicos y represión policial.
Finalmente, Hailemariam Desalegn renunció al cargo de primer ministro en febrero del 2018.
Lo que siguió fue un momento de caos en el país. Fue allí que Ahmed asumió el poder del gobierno federal de Etiopía.
Pero ahora los problemas han vuelto, y esta vez con fuerza, a tal punto que el conflicto con Eritrea podría volver a prenderse.
A ello habría que agregar un problema mayúsculo que podría dar pie a una guerra civil. En agosto pasado se debieron realizar las elecciones parlamentarias, y hasta ese momento, todo apuntaba a que Ahmed sería reelegido. Pero el coronavirus obligó a posponer los comicios.
Allí fue que la región de Tigray decidió hacer sus propias elecciones, que fueron declaradas como ilegales por el gobierno federal. Solo así se entiende el uso de armas para reestablecer el orden constitucional.
Por el momento, la Fuerza Aérea de Etiopía ha bombardeado Mekele, la capital de Tigray. En respuesta, el TPLF acusó al gobierno de atacar una iglesia, pero estos se defendieron sosteniendo que se trataba de un almacén de armamento.
El caso es que, aun cuando esta situación ha sido condenada incluso por países como Estados Unidos o España, el gobierno de Ahmed ha dicho que no negociará, una postura polémica al tratarse de un Nobel de la Paz.
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