El estudiante de oftalmología de 34 años que le prometió a Siria modernidad, reformas y luchar contra la corrupción, nunca cumplió con su palabra. Aun así, 21 años después, Bashar al Asad, sigue en el poder.
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Y que no sorprenda que haya decidido sumarse, nuevamente, a la carrera electoral para seguir en la presidencia por siete años más.
Pero la situación es más compleja: se acaba de cumplir una década de guerra civil –entre el gobierno y los que se oponen- con cerca de 600 mil asesinados y desaparecidos.
¿Cómo es que, en medio de la masacre, Al Asad vuelve a pedir el voto popular?
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INVIERNO, PRIMAVERA… Y OTRA VEZ INVIERNO
El portal de “El Mundo” recuerda que Bashar al Asad tuvo que dejar los estudios de oftalmología para responder al llamado de su padre, Hafez al Asad.
Su hermano Basel había fallecido en un accidente de tráfico y no había heredero, así que debía dejar Londres y regresar a Damasco para cumplir con los deberes familiares.
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Lo que siguió fue una carrera militar exprés: rápidamente se convirtió en coronel. Luego, se tuvo que cambiar la Constitución para que la “edad mínima del presidente pasara de 40 a los 34 años”.
Y con eso, asumió el liderazgo del país que, muchos años antes, había sido tomado por la fuerza por su padre.
“Casado con la británica de ascendencia siria, Asma Ajras, el joven presidente del único país árabe laico llegó con la promesa de iniciar reformas y aperturas en un país hermético hasta entonces y con demasiados problemas en sus fronteras”, recuerda ABC.
La esperanza de una nación con mejores perspectivas para el futuro crecía. Con la muerte de su padre, el 10 de junio del 2000, se esperaban mejores tiempos. Por fin los 30 años de un gobierno “con puño de hierro” habían terminado.
Y Bashar al Asad coqueteó con el cambio: la Primavera de Damasco.
“El País” recuerda que, cuando llegó al poder, se dio inicio a lo que algunos llamaron “yumluquía, una contracción de las palabras árabes para república y monarquía, o la república hereditaria”.
Aun con ese enredo, hubo esperanzas: “liberó a centenares de presos políticos, cerró la ominosa cárcel de Al Mezzeh e introdujo el Internet”.
Pronto, los intelectuales disidentes encabezaron la discusión pública sobre derechos y libertades.
Pero el presidente frenó en seco. Los arrestos y la censura a los activistas de la democracia volvieron a ser pan de cada día.
El medio español recuerda el contexto del país en el 2011, a diez años de la llegada de Bashar al Asad al poder: no solo defraudó, sino que tampoco hizo “reformas económicas sustantivas”.
“A pesar del crecimiento de los últimos años, el desempleo sigue siendo elevado y el sector público aún ocupa a la mitad de la población activa, lo que junto a la corrupción ha contribuido a mantener la paz social, pero ha lastrado el desarrollo”, se lee.
Y agrega:
“Más grave aún, no ha creado instituciones que sustenten la identidad nacional y permitan canalizar las inquietudes políticas”.
CON EL GOBIERNO O CONTRA EL SISTEMA
“El Mundo” recuerda que, a partir de diciembre del 2010, estallaron “revueltas en distintos países árabes en demanda de mejoras sociales y apertura política”.
Siria no fue ajena a los movimientos sociales provocados por la Primavera Árabe, y trató de sofocarlos “con mano dura”. Al igual que su padre, Bashar al Asad recurrió a la violencia.
France 24 anota que Al Asad “fue el único gobernante que se mantuvo en el poder luego de las revueltas de la Primavera Árabe”, aunque sus métodos se hicieron conocidos.
“La Organización para la Prohibición de Armas Químicas señaló que el Gobierno sirio llevó a cabo tres ataques con cloro y gas sarín contra la población en marzo de 2017, dejando cerca de un centenar de lesionados y fallecidos en marzo de 2017”, anota el medio.
En total, a diez años de haberse iniciado la guerra civil en Siria, se desplazaron más de 5,6 millones de refugiados y, según el Observatorio Sirio de DD.HH., han muerto “al menos” 388.652 personas, cifra a la que hay que incluir “más de 200.000 desaparecidos”.
“Este balance [...] no tiene en cuenta a las 88.000 personas que perdieron la vida en prisión y centro de detención gubernamentales”, agrega el medio.
¿REELECCIÓN?
Con esto en mente, en el 2014, la BBC se preguntó cómo Bashar al Asad conseguía mantenerse en el poder.
Ese año, en Siria se celebraron elecciones “con más de un candidato en medio siglo” y Al Asad se llevó de encuentro a sus opositores con el 88,7% de los votos.
La BBC anota que, entonces, existía un “apoyo militar, diplomático y financiero de Irán, Rusia y el movimiento libanés Hezbolá”.
De igual forma, el presidente supo “mantener el apoyo de la mayor parte de las minorías sirias y una mayoría suficiente de musulmanes sunitas”.
“El régimen se ha mostrado más fuerte de lo que muchos esperaban. Pero otra razón de esta larga guerra es la desunión de los rebeldes. Nunca ha existido una alianza efectiva e influyente de rebeldes laicos e islamistas moderados”.
Entre tanto, al Asad “ha sido consistente”, acusando a los rebeldes como parte de una “conspiración extranjera, una alianza cínica de yihadistas y amigos de Israel”.
Y, cuando las cosas se le van de las manos, pone en jaque a la nación al preguntarles si prefieren a su gobierno o una dictadura religiosa.
Aun así, ¿cómo se explica el éxito que ha tenido el presidente al Asad en las urnas?
Ahora, el presidente se presenta para su cuarto mandato, en unas elecciones convocadas para mayo y en la que participan otras cinco personas, entre ellas una mujer.
Los comicios, así como hace siete años, son acusados de ser una farsa, en tanto son organizados por el mismo gobierno. ¿De qué otra manera se explicaría que Al Asad ganara en plena guerra civil? Las respuestas, al respecto, no son claras.
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