Este fin de semana llegaron a Mongolia chinos de confesión católica, discretamente por miedo a las represalias, para ver al papa Francisco y disfrutar de una demostración pública de fe impensable en su país.
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En China viven unos 12 millones de católicos que, durante décadas, han tenido que lidiar para mantener su fe, entre celebraciones religiosas estrictamente controladas por el Partido Comunista e iglesias clandestinas apoyadas por el Vaticano.
La primera visita del papa a Mongolia empujó a varios de ellos a viajar para ver al sumo pontífice, pero permaneciendo discretos para evitar represalias a su regreso.
En la plaza principal de la capital, Ulán Bator, donde los fieles se reunieron para ver al papa argentino, varios de ellos se tapaban la cara con mascarillas y gafas de sol.
Una mujer china dijo a la AFP que ella y sus compañeros de viaje estaban obligados a “pasar desapercibidos”, aunque en la plaza ondeara una bandera china.
“En la aduana nos preguntaron si somos católicos y les dijimos que estamos de turismo”, explicó la mujer, que pidió permanecer en el anonimato.
Hay “mucha presión sobre los católicos en China. Tememos ser invitados a ‘conversaciones’ a nuestro regreso”, subraya, eufemismo que designa las convocatorias a los interrogatorios de los servicios de seguridad.
Según contó, ella viajó a Mongolia con otras veinte personas desde el norte de China. “No nos arriesgamos a que otros sepan de nuestro viaje”, dijo.
El Partido Comunista Chino es oficialmente ateo y ejerce un control estricto sobre las instituciones religiosas, supervisando los sermones y seleccionando a los obispos.
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Practicar la religión libremente
Francisco se ha esforzado en mejorar los lazos con Beijing y el año pasado renovó un acuerdo con China que le permite participar en la selección de los prelados en el país.
Según dijeron, los fieles entrevistados por la AFP esperan que los lazos se refuercen y algunos incluso sueñan con una visita papal.
“Espero que venga a China”, afirmó una mujer de 75 años llamada Kong. Ambas partes “deberían entablar conversaciones diplomáticas”, añadió.
Tamir Amarjargal, un turista de 26 años de la región china de Mongolia Interior, expresó el mismo deseo, aunque él no sea católico. “Es muy raro que el papa visite Asia”, comentó.
Lu Lei, un ingeniero petrolero originario de la provincia china de Heilongjiang (norte), tampoco es creyente pero afirmó que la cultura católica le interesa.
Mientras preparaba su visita a Mongolia, el hombre, de 38 años, vio la serie de televisión “The Young Pope”, protagonizada por un papa estadounidense ultraconservador interpretado por Jude Law.
“Espero que el papa visite China. Todos los países deberían permitir a la gente practicar su religión libremente”, señaló.
Formalmente, la Constitución china garantiza la libertad religiosa, pero las oenegés afirman que las organizaciones religiosas se enfrentan regularmente a persecuciones y que se obstaculiza la libertad de culto, una tendencia reforzada durante el mandato de Xi Jinping.
“No se puede entrar en las iglesias durante días cruciales como Pascua o Navidad” debido a la intimidación practicada por las autoridades, explicó un visitante chino en Ulán Bator.
El sábado, el papa intentó convencer a países como China de que no deberían tener motivos para desconfiar de la Iglesia o de los creyentes. “Los gobiernos no tienen nada que temer de la acción evangelizadora de la Iglesia porque ésta no tiene una agenda política”, aseguró.
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