Desde la participación ciudadana hasta la economía, pasando por el acuerdo sobre el controvertido programa nuclear, estas son algunas de las cuestiones que centran la elección presidencial que se celebra el viernes en Irán.
Sin candidatos susceptibles de hacerle sombra tras la descalificación de sus adversarios políticos más fuertes, el ultraconservador Ebrahim Raisi, responsable de la autoridad judicial, es el gran favorito y podría ser electo en primera vuelta, según algunas proyecciones difundidas por la prensa de Irán.
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Siete candidatos fueron autorizados a presentarse: cinco ultraconservadores y dos reformadores sin verdadera envergadura nacional. Desde entonces dos se han retirado, el exvicepresidente reformador Mohsen Mehralizadeh y el diputado ultraconservador Alireza Zakani.
La participación
Las autoridades iraníes tienden a transformar cada consulta electoral en un referendo de apoyo a la República Islámica.
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Por ello las autoridades más importantes del país, especialmente el guía supremo Alí Jamenei han llamado a la población a participar de manera “masiva”.
Mientras que los opositores en el exilio animan en las redes sociales campañas de boicot de la presidencial bajo el lema “No a la República Islámica” en persa, el ayatolá Jamenei declaró a principios de junio que abstenerse de votar significaba cumplir con “la voluntad de los enemigos de Irán”.
Pero la tasa de abstención podría superar el récord de 57% registrado en las legislativas de febrero.
Los escasos sondeos o encuestas de opinión disponibles prevén una participación inferior a 40%.
La razón de esto es el sentimiento entre muchos de que la elección ya está resuelta por adelantado, a lo que se suma una decepción o desencanto tras ocho años de presidencia del moderado Hasan Rohani, cuyo balance económico aparece como desastroso.
Rohani, que no puede volver a presentarse, ha dicho que teme que una falta de movilización popular el día de la elección pueda perjudicar “la legitimidad” de la República Islámica.
La economía
La economía iraní había vuelto a crecer en 2016 tras la firma el año anterior del acuerdo internacional sobre el programa nuclear de Teherán sellado en Viena, el gran logro diplomático de Rohani.
Pero la salida de Estados Unidos de ese pacto en 2018 y el restablecimiento de las sanciones estadounidenses que se habían suspendido hundieron a Irán en una violenta recesión, cuyo alcance se amplificó por la pandemia de covid-19.
Si el PIB iraní comenzó a estabilizarse en 2020 según el Fondo Monetario Internacional (FMI) tras dos años negros, el poder adquisitivo de los iraníes fue erosionado por la inflación y el país está lejos de haber amortiguado las consecuencias sociales dramáticas de la recesión.
El acuerdo nuclear
Todos los candidatos coinciden en decir que la prioridad para permitir que la economía vuelva a crecer con fuerza es obtener el levantamiento de las sanciones estadounidenses reimpuestas o instituidas bajo la presidencia de Donald Trump (enero de 2017 – enero de 2021) luego de que denunciase el acuerdo de Viena.
Todos apoyan las negociaciones que se llevan a cabo en la capital austríaca destinadas a salvar el acuerdo, reintegrando a Estados Unidos a través del levantamiento de sus sanciones que reclama Irán, a cambio de que Teherán regrese a la aplicación estricta del texto, que abandonó paulatinamente en respuesta a la retirada estadounidense.
La sucesión del guía
Al margen de los dos primeros presidentes de la República Islámica -de los cuales el primero fue destituido y el segundo asesinado-, todos los demás desde 1981 fueron electos para mandatos de cuatro años.
Muchos especialistas sobre Irán señalan que hay una gran probabilidad de que el vencedor de la presidencial del 18 y 25 de junio (en caso de ser necesaria una segunda vuelta) se encuentre al mando del gobierno cuando se plantee la sucesión del guía supremo, de 82 años actualmente.
El mismo Jamenei ocupaba el cargo de presidente cuando fue elegido para suceder al fundador de la República Islámica, el ayatolá Jomeiní, tras la muerte de éste hace 32 años.
Varios diarios iraníes han visto en la preparación de la victoria de Raisi su puesta en órbita para suceder, cuando llegue la hora, a Jamenei.
Para los analistas de la consultora estadounidense de riesgo político Eurasia Group, la perspectiva de que Raisi suceda a Jamenei sigue siendo “muy incierta”, ya que su potencial podría caer en caso de una mala elección o por las dificultades inherentes a la función presidencial.
“Si los problemas económicos se acumulan, hay un riesgo grande de que Raisi aparezca más como un hombre que carga con cuestiones delicadas más que como un futuro guía”, señalan.
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