El mandatario sirio, Bashar al Asad, prestó juramento el sábado para un cuarto mandato en una ceremonia en Damasco, tras haber obtenido un 95,1% de los votos en los comicios del 26 de mayo, criticados por la oposición siria y buena parte de la comunidad internacional.
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Asad, que está en el poder desde 2000, juró sobre la Constitución y el Corán, en presencia de unos 600 invitados, entre ellos ministros, empresarios, académicos y periodistas, según los organizadores.
Esta ceremonia coincidió con los bombardeos que el régimen efectúa en la región de Idlib, en el noroeste de Siria, que provocaron la muerte de seis civiles, tres de los cuáles eran menores, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos.
Las elecciones presidenciales “mostraron la fuerza de la legitimidad popular dada al Estado por el pueblo y quitó credibilidad a las declaraciones de los responsables occidentales sobre la legitimidad del Estado, la Constitución y la patria”, declaró Asad, en su discurso de investidura.
“Reitero de nuevo mi llamamiento a todos aquellos que se equivocaron (...) que hablaron de hundimiento del Estado”, dijo, dirigiéndose a los opositores.
“Les digo a todos ellos: son usados por los enemigos de su país (...) y la revolución con la que los engañaron es una ilusión”, insistió.
Su victoria en las presidenciales es la segunda desde el inicio de la guerra, que estalló en 2011, tras la represión de manifestaciones prodemocracia. Hasta entonces, este conflicto, en el que se han involucrado también intereses extranjeros, dejó más de 500.000 muertos y provocó el exilio forzado de millones de personas.
Estados Unidos y otros países europeos condenaron en mayo estas elecciones en Siria, que no eran, a sus ojos, “ni libres ni justas”, y la oposición denunció una farsa.
- “Liberar el territorio” -
En este momento, el presidente sirio quiere presentarse como el hombre de la reconstrucción, tras haber acumulado las victorias militares desde 2015 con el apoyo de sus aliados, Rusia e Irán, con las que logró tomar el control de nuevo de dos tercios del territorio.
Durante su discurso, Asad fue interrumpido varias veces por los aplausos y ovaciones de los asistentes.
“Durante más de 10 años de guerra, nuestras preocupaciones han sido muchas y la seguridad y el miedo dominaban todo. Pero hoy se trata sobre todo de liberar el resto del territorio y de afrontar las repercusiones económicas de la guerra”, dijo Asad.
Una parte de la región de Idlib, dominada por grupos rebeldes, escapa al control del gobierno de Asad, al igual que zonas bajo dominio kurdo en el norte y noreste del país.
Poco antes de su discurso, el régimen lanzó dos misiles sobre el pueblo de Sarja, en el sur de Idlib, causando la muerte de seis civiles y numerosos heridos, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos.
“Liberar el resto de nuestro territorio es primordial para nosotros, liberarlo de terroristas y de sus padrinos turcos y estadounidenses”, dijo Asad.
La tregua impuesta por Rusia y Turquía en Idlib y la presencia estadounidense en zonas kurdas y turcas del norte de Siria han impedido hasta ahora la opción militar por parte del gobierno de Asad.
En este momento, los desafíos son muchos en este país donde la situación no deja de degradarse. Siria vive una depreciación histórica de su moneda, una inflación vertiginosa y un 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, según la ONU.
En las últimas semanas, el gobierno sirio aumentó el precio de la gasolina, el pan, el azúcar y el arroz y los fallos en el suministro eléctrico se agravaron.
Siria, al igual que Asad, son objeto de sanciones internacionales. Y reconstruir el país y colmar las necesidades de sus ciudadanos exige un esfuerzo financiero monumental.
Un reciente informe de la ONG World Vision calculó que el coste económico de la guerra superaba los 1,2 billones de dólares.
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