A la hondureña Margie Tamara Paz Grajera, de 24 años, y a su compañero sentimental y paisano, Alejandro Miguel Andino Caballero, de 23, hoy los lloran sus compatriotas del Centro Educacional Adventista (CEA), institución de secundaria del departamento (estado) de Cortés, al noroccidente de Honduras y limítrofe con Guatemala.
Como migrantes indocumentados, Margie y Alejandro murieron en el tráiler en Texas junto a 27 mexicanos, 14 hondureños, siete guatemaltecos y dos salvadoreños y cuyos cadáveres, con 16 heridos graves, fueron descubiertos el lunes en el vehículo y sus alrededores en San Antonio.
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“De todo corazón les puedo decir que a ambos los recuerdo con mucho amor y que eran de esas personas que te transmiten paz y alegría”, escribió la hondureña Josie Hernández en Facebook.
“Comparto el dolor con cada una de las personas que pudo conocer a estos dos seres humanos excepcionales, una vida de conocerlos y que pude compartir con ellos”, agregó.
Al clamar para que “Dios los tenga en su santa gloria”, Josie destacó que son “ángeles que hoy están en el cielo”.
“Recordaremos sus sonrisas, travesuras e ingenios amigos ‘Ceistas’. Orando sus familias y amigos. Fortaleza en Dios”, escribió el hondureño David Velásquez en Facebook.
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Otros dos hondureños —Fernando José Redondo Caballero, de 18 y hermano de Alejandro, y Adela Betulia Ramírez Quezada, de 28— también perecieron.
Margie, Alejandro y Fernando iniciaron el 4 de junio su recorrido, explicó Karen Caballero, madre de Alejandro y Fernando, en declaraciones a los diarios La Prensa y El Heraldo, de Honduras: “Emprendieron el viaje con expectativas de superarse”, dijo.
Karen acompañó a sus hijos y a su nuera hasta el puesto de La Mesilla, en el noroccidental departamento guatemalteco de Huehuetenango y frontera con Ciudad Cuauhtémoc, Chiapas.
Allí se despidieron, recordó entre lágrimas: “Nadie se imaginó que algo así iba a pasar. Les di mi bendición y les dije: triunfen”.
“Sólo el sábado [25 de junio] perdimos comunicación [con los tres]. Me decían ‘mamá, estamos bien’. Me decían cuánto tiempo duró el viaje. Me decían ‘mamita, te amo, te extraño’. Me preguntaban cómo está el abuelo, cómo están todos”, rememoró.
El martes “en mi desesperación me comuniqué con una persona para saber si mis hijos estaban en el hospital, porque yo tenía el presentimiento desde que vi la noticia” del tráiler, indicó. La persona le pidió fotografías de Alejandro y Fernando y le confirmó “que sí eran mis hijos”.
Al igual que miles de guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, los tres migraron por falta de oportunidades laborales.
Betulia Machado, tía de Adela, dijo a La Prensa que su sobrina iba a Los Ángeles, California, a reencontrarse con su madre, Gloria Adelina Machado Quezada, y sus hermanas.
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