La ley del estado de Texas que prohíbe todos los abortos, excepto en circunstancias médicas extremas, es una de las más estrictas introducidas en EE.UU. desde que se anuló el derecho al procedimiento en junio del año anterior.
Las voces más críticas dicen que está obligando a muchas mujeres y a sus médicos a elegir entre infringir la ley o adoptar la decisión correcta para su salud.
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Y es aquí donde comienza la historia de Amanda Zurawski y su esposo Josh. Ambos habían comprado recientemente la casa de sus sueños.
Ubicada en una de las áreas más solicitadas de Austin, Texas, tenía vistas panorámicas de un lago y un campo de golf.
Era el sitio perfecto para recibir a su primer hijo, quien venía en camino.
Pero el día de la mudanza -en agosto pasado- no fue para nada lo que habían imaginado.
Amanda acababa de salir del hospital por que su salud se había complicado y su vida corriera peligro después de que los médicos le negaran un aborto.
“Me sentí como si estuviera viviendo en un mundo distópico”, le dijo Amanda a la BBC.
“Ninguna persona embarazada en Estados Unidos debería temer por su vida debido a las leyes”.
En los doce meses que han pasado desde que la Corte Suprema anuló la sentencia del caso Roe vs Wade, otorgando a los estados el derecho a prohibir el aborto, 13 estados han aprobado prohibiciones casi totales.
Texas es el estado más grande en aprobar estas leyes, tal vez una de las más estrictas.
Dichas leyes prohíben todos los abortos desde el momento de la concepción, excepto en los casos de una “condición física que ponga en peligro la vida” o “un riesgo grave de deterioro sustancial de una función corporal importante”.
Infringir la ley puede conllevar una multa de US$100.000 y una condena en la cárcel de cadena perpetua.
Cuando Amanda supo que iba a tener una hija, ella y su esposo estaban felices.
Pero el mismo día que compiló la lista de invitados para su baby shower, se le diagnosticó un problema que le llevó no solo a perder a su bebé, sino que también la puso en el punto de mira de la prohibición del aborto en Texas.
Los médicos le dijeron que tenía insuficiencia cervical, que es un debilitamiento del tejido cervical que provoca una dilatación prematura, y confirmaron que al nacer su hija no sobreviviría.
Amanda y su esposo estaban devastados.
“Era un bebé muy deseado”, dijo.
El procedimiento médico estándar para un embarazo inviable en esa etapa de desarrollo es ponerle fin y extraer el feto.
Esperar a abortar naturalmente puede poner a la madre en riesgo de infección, lo que puede resultar fatal.
Pero los médicos le dijeron que no podían interrumpir su embarazo, ya que según las leyes del estado, era un delito realizar un aborto cuando el corazón del feto latía, a menos que la vida de la madre estuviera en peligro.
Esencialmente, el mensaje era que aún no estaba lo suficientemente enferma como para justificar legalmente un aborto.
Tres días después, Amanda desarrolló una infección potencialmente mortal y entró en shock séptico.
“Mis dientes castañeteaban incontrolablemente, no podía armar una oración”, dijo.
“Imagina cuando tienes la peor gripe que hayas tenido en toda tu vida y multiplícala por mil. Fue horrible”.
En el hospital, indujeron el parto y finalmente se produjo el abortó del bebé, a quien llamó Willow.
Luego fue enviada de inmediato a la unidad de cuidados intensivos, donde pasó los siguientes días.
La sepsis le había causado cicatrices en el útero y las trompas de Falopio, lo que provocó que una de las trompas quedara bloqueada de forma permanente.
Amanda es ahora una de las 13 mujeres y dos médicos que han decidido demandar al estado de Texas con la esperanza de cambiar la prohibición, para dar a los médicos más margen para determinar cuándo es necesario un aborto.
El estado ha pedido al juez que desestime el caso.
Este miércoles, el gobernador Greg Abbott firmó una legislación que aclara que los médicos pueden usar su “juicio médico razonable” para prevenir complicaciones graves causadas por embarazos ectópicos o ruptura prematura de membranas, que fue la causa de la sepsis de Amanda.
Los defensores del aborto y los políticos que apoyan la prohibición dicen que las leyes de Texas siempre se redactaron con claridad, pero la nueva legislación ayudará a que sea más explícito.
“Si un médico puede prever que una mujer desarrollará una sepsis que podría terminar siendo potencialmente mortal, puede actuar de inmediato”, dijo Rebecca Parma, quien dirige la investigación antiaborto y la defensa de Texas Right to Life.
También señaló que ahora que se ha prohibido el aborto, su grupo tiene la intención de abogar por mayores servicios sociales para las mujeres y la extensión de Medicaid, o seguro médico gratuito, hasta un año después del parto, para garantizar que no se descuide la salud de las mujeres.
Pero el Centro de Derechos Reproductivos, que financia la demanda en nombre de las mujeres y los médicos, dijo que no había una lista lo suficientemente larga para abarcar todos los casos en los que un aborto podría ser médicamente necesario.
Su posición refleja la del Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos, que dice que cada paciente aporta consideraciones médicas únicas a la mesa.
La doctora Leah Tatum, miembro de la organización, que trata a pacientes en la Clínica Regional de Austin, dice que las leyes de Texas están redactadas de manera tan ambigua que causan estrés y ansiedad a los proveedores médicos de todo el estado, que temen ser acusados de un delito.
“Estoy llegando a esto desde un punto de vista médico objetivo”, dijo. “Un embarazo tiene más riesgo para la paciente que una interrupción temprana”.
“¿En qué punto de la ley están considerando en riesgo la vida del paciente?”.
La medicina no es un tema de blanco o negro, dijo, y los casos que caen en terreno gris son más difíciles de interpretar dentro de la ley.
Aunque ella forma parte de una gran clínica y tiene abogados disponibles para brindarle asesoramiento, le preocupan los proveedores que no tienen el mismo sistema de apoyo, particularmente en áreas rurales.
“Esto es muy diferente de cómo nos capacitaron y cuál es el estándar nacional para la atención materna”, indicó la doctora Judy Levison, doctora quien reside en Houston.
Pero decidió dejar de ver pacientes, en parte debido a estas prohibiciones, y ahora es una de los dos médicos que demanda al estado.
Levison atendía principalmente a pacientes de bajos ingresos y sintió que tenía que empezar a practicar la medicina de una manera poco ética.
“¿Dónde iban a abortar? ¿Cómo iban a permitirse viajar, conseguir que alguien cuidara de sus niños, estar dos días sin trabajar y quizás jugarse su empleo? De repente sentí que me habían atado las manos a la espalda”, dijo.
Y aunque la ley, y la legislación reciente que aclara la ley, hace excepciones cuando la vida de la madre corre peligro, Texas no permite los abortos en el caso de anomalías fetales letales, que son problemas médicos que hacen que el feto tenga pocas probabilidades de sobrevivir al nacer.
Taylor Edwards, que también es parte de la demanda, dijo que debido a que no había excepciones en este sentido, se vio obligada a abandonar Texas para someterse a un aborto que interrumpiera su feto inviable.
“La tortura emocional de esas dos semanas no se puede describir. No sé cómo explicarle a la gente lo absolutamente terrible que es saber que estás embarazada de un bebé que no va a vivir”, dijo.
Ella no es la única que ha tomado la decisión de salir del estado para abortar.
Muchos han tenido que viajar cientos de millas a Kansas o Nuevo México, a veces comunicándose por teléfono con una docena o más de centros para programar su procedimiento, explica la doctora Kari White, del Proyecto de Evaluación de Políticas de Texas en la Universidad de Austin.
“Desde el punto de vista emocional, esa gente ha vivido experiencias traumáticas, no porque iban a abortar, sino porque no estaban seguras de poder hacerlo o no”, le dijo a la BBC.
Al igual que Amanda, Taylor también se sometió a tratamientos de fertilidad, gastó decenas de miles de dólares para concebir y descubrió en su segundo trimestre que su hija Phoebe no sobreviviría.
En su exploración de 17 semanas en febrero pasado, el médico vio que el feto tenía una condición conocida como encefalocele. Taylor recordó el momento en que el médico le dijo que el bebé no sobreviviría: “Empecé a gritar, no sé qué se apoderó de mí”.
No quería tener que llevar a término a su hija, solo para dar a luz a un bebé muerto.
Pero el costo y el estrés de tener que dejar el estado también le afectaron psicológicamente.
Tres horas antes de su vuelo a Nuevo México, la clínica dijo que se habían quedado sin los medicamentos necesarios para el procedimiento.
Eventualmente consiguió una cita más tarde en el estado de Colorado, pocos días antes de alcanzar el límite de 19 semanas, después de lo cual ya no se podía realizar el procedimiento.
El coste total de los vuelos, el hotel y el aborto alcanzó los US$6.000 y no estaban cubiertos por el seguro, dijo.
“No deberías tener que lidiar con eso cuando estás pasando por la peor experiencia de tu vida”, dijo.
“Y encima de eso verte en una situación en la que te hacen sentir como un criminal”.
En cuanto a Amanda, después de perder a Willow y mudarse a su casa en Austin, ella y su esposo descubrieron que un árbol que creció en el patio de su nuevo hogar era un sauce del desierto.
Todas las mañanas lo saludan, sintiendo que su hija está cerca.
Como los Edwards, comenzaron otra ronda de tratamiento de fertilidad con la esperanza de tener otro hijo.
A medida que se acerca el primer aniversario de la derogación de Roe vs Wade, ambas mujeres dicen que tienen esperanzas, pero que aún así van a pelear.
“Cuando miro hacia atrás en el último año y todo lo que me sucedió personalmente, pero también en nuestro panorama político, veo a mucha gente movilizándose”, dijo Zurawski.
“He dicho antes que no creo que haya nada más poderoso que una mamá enojada y ahora mismo hay muchas mamás enojadas”.
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