Desde 2019, en el muro fronterizo que divide a México y Estados Unidos, la zona de Playas de Tijuana, es la base de la proyección de los rostros de migrantes deportados que cuentan con una historia de éxito en aquel país norteamericano del que alguna vez fueron residentes.
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Liz Santana es una joven estudiante de la Universidad de California, institución que le ha apoyado con los recursos económicos para este proyecto que ha llamado “Mural de Playas de Tijuana”, el cual está plasmado en las barras metálicas que sobresalen del mar de esta ciudad fronteriza.
“La idea es capturar las historias de personas que llegaron en la infancia a Estados Unidos, aprendieron el inglés, la tradición, pero el problema es que no fueron legalizados y fueron después deportados”, dijo a Efe.
Explicó que la intención es que a través del arte digital y manual se pueda dar a conocer su historia al resto de la población que desconoce de la realidad que viven muchos migrantes en la Unión Americana, perdiendo su “sueño americano” por algún error legal.
Entre los deportados que serán plasmados en este mural se encuentra Javier Salazar, un hombre que fue separado de su familia desde hace ocho años y ahora se hace llamar “El Artista Deportado”, apoyando a este movimiento a favor de la migración.
“Estaba en Oakland, California cuando me entregué. Cometí un error legal, me siento emocionado de ver mi rostro en el mural, es una parte emocionante porque de un lado está muy bonito y volteas para acá y está el muro que nos recuerda que nos divide”, expresó a Efe.
Salazar nació en Tijuana y desde que tenía meses de nacido fue llevado a Estados Unidos. A los 11 años vino con su familia a una fiesta familiar y al querer regresar su madre le explicó su situación ilegal en Estados Unidos, por lo que tuvo que regresar con un primo cruzando un cerro con un “coyote” (persona que le cobra a los migrantes para internarlos ilegalmente a un país).
Tania Mendoza es una mujer mexicana también deportada y su rostro ya está en una de las barras metálicas del muro. Ella desde hace 11 años está en Tijuana en calidad de deportada y se autodenomina “dreamer” (soñadora), ya que su sueño es reunirse con su hija.
“Me deportaron cuando tenía 24 años porque tenía un caso migratorio cuando era menor de edad, cuando yo crecí me deportaron; dejé una hija que desafortunadamente no he visto y es algo muy doloroso”, compartió mientras pintaba el rostro de otro migrante.
Las imágenes de los migrantes serán colocadas a nivel del mar, en donde comienzan las barras que dividen a ambas naciones. En ese punto, después del 24 de julio, todo visitante podrá ver una historia de lucha constante detrás del arte.
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