De niño el exministro Genaro García Luna soñaba con ser futbolista, pero el narcotráfico sentenció su destino: lo convirtió en el “superpolicía” de México y, desde este miércoles, en reo de Estados Unidos por las siguientes cuatro décadas.
Condenado por proteger al Cártel de Sinaloa a cambio de millonarios sobornos, García Luna, de 56 años, fue secretario de Seguridad del presidente Felipe Calderón (2006-2012) y estratega de la guerra que el mandatario conservador declaró al narco con auspicio estadounidense.
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Se ganó así el mote de “superpolicía” y obtuvo reconocimientos de la DEA y el FBI estadounidenses, pero también acumuló fama de hombre ambicioso y sin escrúpulos, y gran fortuna.
Este miércoles recibió una sentencia de casi 39 años de cárcel por parte del juez Brian Cogan, que en 2019 condenó a prisión perpetua en Brooklin a Joaquín “Chapo” Guzmán, cofundador del Cártel de Sinaloa.
La fiscalía también pedía cadena perpetua para el funcionario mexicano de más alto rango sentenciado en Estados Unidos, quien defiende su inocencia frente a los cinco delitos de los que fue hallado culpable.
Ingeniero mecánico de clase media, García Luna vio diluir su ilusión deportiva en la adolescencia al ser reclutado como “informante” por los servicios de seguridad, según el centro de investigación Insight Crime y medios mexicanos. Era una práctica común frente a los vientos revolucionarios que recorrían la región.
A inicios de los años 1990 se integró al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), aparato de inteligencia en el que le encargaron labores de espionaje y combatir el secuestro, entonces el delito de mayor impacto en México.
“Su éxito en la ubicación y rescate de connotados empresarios al parecer le permitió ascender”, señala Insight Crime.
Favores
El exfiscal antidrogas Samuel González, quien lo conoció a mediados de los años 90, lo recuerda como un funcionario “muy metódico para trabajar” y “muy listo para ofrecer apoyo”.
“Tenía una capacidad muy grande para promoverse, sabía hacerse indispensable”, comentó González a la AFP.
Tras casi una década en el Cisen, se unió a la naciente Policía Federal y en 2001 ya era jefe de la Agencia Federal de Investigaciones.
Su ascenso, sin embargo, parecía cimentarse en un manejo “poco ético”, según González. “Hacía que las víctimas de secuestro fueran dependientes del que suponían era su rescatador y luego les pedía favores”, dice.
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Así ganó “popularidad” entre la clase empresarial, blanco de sonados raptos, y recibió el impulso definitivo para que Calderón le encargara el combate al crimen organizado.
Como secretario de Seguridad “fue una de las fuerzas motrices que llevaron a la militarización de México para enfrentar el narcotráfico”, apunta Insight Crime sobre la ofensiva que desde 2006 deja unos 450.000 asesinatos y cerca de 100.000 desapariciones.
Con varios cursos de seguridad, a su paso por la cárcel en Brooklin ayudó a otros presos a preparar exámenes para obtener constancias educativas, según cuentan algunos de ellos en cartas enviadas al juez Cogan -difundidas por el diario El País- para que valorara sus opiniones al dictar sentencia.
Incluso les dio charlas contra el uso de drogas.
Fortuna opaca
Casi siempre vestido con traje y corbata, el FBI y la DEA exaltaron su cooperación antidrogas, España lo reconoció por su combate al terrorismo e Interpol le entregó un diploma.
Su mayor escándalo como funcionario fue la escenificación para los medios, en 2005, de un supuesto operativo contra una banda de secuestradores en Ciudad de México.
Allí fue capturada la francesa Florence Cassez, quien denunció el montaje y desató un conflicto diplomático en el que García Luna fue defendido a capa y espada por el presidente.
En 2012, retirado del servicio público, García Luna se mudó a Estados Unidos y obtuvo jugosos contratos con el gobierno mexicano gracias a sus influencias, al tiempo que adquirió una veintena de lujosas propiedades en Florida.
“Tiene tanto dinero que es difícil distinguir cuánto es del narcotráfico y cuánto de sus negocios”, afirma González sobre la riqueza que acumuló por colaborar durante una década con el Cártel de Sinaloa, una de las bandas más poderosas del mundo.
Tras ser detenido en 2019, se convirtió en caballo de batalla del entonces presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, para denostar de la lucha antidrogas y atacar a Calderón, su adversario político.
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“¿No te diste cuenta de que estaba comprando propiedades en México y en el extranjero?”, cuestionaba López Obrador, quien finalizó su mandato hace dos semanas.
Previo a la sentencia, García Luna arremetió contra el mandatario izquierdista señalándolo de estar ligado con el narcotráfico, aunque sin exhibir pruebas.
Muy cuidadoso de su apariencia, el exministro, quien además cumple labores de limpieza en prisión, logró que Cogan le permitiera escuchar su sentencia vestido de traje oscuro en vez del uniforme que llevará en adelante.
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