Su historia es digna de la Guerra Fría. Jonathan Pollard nació en Texas hace 66 años, pero optó por serle fiel a Israel. El espía estadounidense, judío y de fuertes convicciones sionistas que vendió gran cantidad de información militar clasificada en los años 80, ya está en Tel Aviv después de pasar 30 años en prisión y esperar cinco años bajo libertad condicional.
El hombre -considerado un héroe y un traidor- ha sido durante décadas un personaje incómodo en las férreas relaciones entre Estados Unidos e Israel. Ni la condición de aliados supuestamente incondicionales impidió la deslealtad y la desconfianza.
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Pollard fue condenado en 1987 a cadena perpetua, el mayor castigo impuesto en Estados Unidos contra el agente de un país aliado; sobre todo porque con Israel se había suscrito un acuerdo de no espionaje. Durante sus años en prisión recibió la nacionalidad israelí, por eso cuando volvió este miércoles besó el suelo de su país de acogida.
Pollard fue analista de inteligencia en el centro de contraterrorismo de la Marina estadounidense, desde donde tuvo acceso a información altamente clasificada.
Entre los documentos que entregó a la inteligencia israelí había datos de los espías estadounidenses en todo el mundo; así como imágenes satélites y datos sobre capacidades balísticas, nucleares, de seguridad e inteligencia de países del Medio Oriente, como Iraq y Siria; y códigos secretos de la Marina estadounidense, precisa la agencia Efe.
Sus revelaciones expusieron las habilidades de las agencias de espionaje estadounidenses, dañaron potencialmente los esfuerzos de recopilación de inteligencia y corrieron el riesgo de revelar secretos, señaló la C.I.A. y funcionarios del Departamento de Defensa después de su arresto, en 1985.
Una parte de esa información Israel se la transfirió a la entonces Unión Soviética a cambio de distintos favores, según publicó en su momento “The New York Times”.
“Abandonaron a los judíos”
¿Por qué un estadounidense decidió vender los secretos de su país a Israel?
“Puedo darles una serie de razones suaves por las que estaba motivado para hacer lo que hice”, dijo Pollard al periodista Mike Wallace en una entrevista de 1988 al programa “60 Minutos” de la CBS. “Esas razones suaves tienen que ver con una familia que fue destruida durante el Holocausto y con la constatación de que el gobierno estadounidense en los años 40 abandonó al pueblo judío a su suerte en Europa”. “También había una razón dura: Caspar Weinberger -entonces secretario de Defensa- estaba descuidando su obligación con Israel”, reveló en aquella oportunidad.
Weinberger fue secretario de Defensa entre 1981 y 1987, durante la era Reagan.
Fue en 1984, cuando Pollard y su entonces novia, Anne Henderson, se ofrecieron a espiar para Israel. El coronel de la Fuerza Aérea israelí, Aviem Sella, que entonces pasaba su año sabático en la Universidad de Columbia, fue la persona que contactó a Pollard con Rafi Eitan, entonces jefe de la Oficina de Enlace Científico Lakam, una unidad secreta de inteligencia del Ministerio de Defensa que recolectaba datos tecnológicos, científicos y nucleares, precisa el diario israelí “Haaretz”.
Fue así que, durante 18 meses, en medio de llamadas secretas, pasaportes falsos y pagos mensuales que empezaron con 1.500 dólares y fueron subiendo hasta 50 mil, Pollard entregó sistemáticamente información clasificada. Pero el espía no se limitó a Israel, sino que también vendió datos a Sudáfrica y Australia.
Pero su aventura terminó en 1985, cuando Pollard utilizó la computadora de su oficina para seguir enviando documentos. Sus supervisores y oficiales de seguridad empezaron a sospechar y lo investigaron. El espía se dio cuenta que había sido descubierto e intentó obtener asilo en la embajada israelí en Washington, pero no lo consiguió y agentes del FBI lo arrestaron.
En prisión
Fue en 1987 donde fue condenado por cadena perpetua e ingresado al Complejo Correccional Federal Butner, en Carolina del Norte, una prisión para convictos de ‘cuello blanco’. Aunque Israel negó su participación y alegó que se trató de una operación no autorizada, luego tuvo que admitir que sí le había pagado a Pollard.
Durante años, los diferentes gobiernos en Israel ejercieron presión para conseguir la liberación del espía, pero pese las buenas relaciones entre ambos países no lo consiguieron.
Fue este año, bajo la administración Trump, que la justicia decidió no extenderle más la libertad condicional, con lo que se aceleró su salida de Estados Unidos y su llegada final a Israel.
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