Orlando. Era una noche de sábado como todas en la discoteca Pulse y eso significaba una sola cosa: una estridente y larga celebración que no terminaría sino en las primeras luces de aquel domingo.
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Las luces estroboscópicas destellaban y la música sonaba a tope en sus salones que se cuentan entre los más animados de Florida y en donde 50 personas murieron y 53 resultaron heridas en el mayor ataque a balazos de la historia reciente de Estados Unidos.
“Esta noche desde las 21 y hasta las 23:00 es FREEEEEEEE”, había publicado en Facebook Kenya Michaels, una conocida drag queen puertorriqueña, que pudo escapar ilesa del tiroteo.
Un nutrido público se había congregado la noche del sábado para divertirse con un concurso de bailes. Algunos se pavoneaban en sus tacos altos. Otros reían, bailaban o lanzaban billetes al escenario.
Un bailarín con melena a lo Beyoncé movía sus caderas en el escenario, como lo mostró un video del jolgorio puesto en línea en Periscope.
La fiesta comenzó a pleno. Alrededor de las 02:00 AM se escucharon sonidos similares al ruido de tambores, según dijo uno de los participantes.
Christopher Hanson dijo que al principio pensó en un sonido rítmico propio de la música que se escuchaba, pero luego ya no. “Eran como un bang, bang, bang, bang”.
“Ví cuerpos cayendo cuando estaba ordenando una bebida en el bar. Caí. Me arrastré hacia fuera. Algunas personas trataban de escapar por la parte trasera”, declaró a CNN, aclarando que no pudo percibir al atacante. “Cuando alcancé la calle, había gente y sangre por todas partes”.
La dirección del club, percibiendo la gravedad de la situación, rápidamente publicó una advertencia de emergencia en su página de Facebook. “Que todo el mundo salga corriendo”, indicó.
“Era un caos total. Si puedo relacionarlo con algo diría que era como una escena de una película” de terror, dijo Janiel González a la AFP.
“Algunos gritaban 'ayúdenme', ayúdenme, estoy atrapado'. Otros fueron pisoteados. No había una salida claramente marcada en el club, por lo que la gente no sabía qué puerta tomar o dónde ir”.
Los clientes, que apenas unos minutos antes bailaban y se divertían, se encontraron repentinamente en una situación impensada, intentando salvar sus vidas.
Algunos contaron a los medios de comunicación que pudieron arrastrarse. Otros corrieron hacia la parte posterior, o hacia los ventanales. Muchos, sin embargo, no pudieron escapar, entre ellos algunos que supuestamente buscaron refugio en el baño del club.
La situación se asemejó en cierto momento a una toma de rehenes por parte de un atacante atrincherado.
El enfrentamiento no se resolvería hasta más de tres horas después, cuando la policía utilizó un vehículo blindado para entrar al club, matando finalmente al pistolero en medio de una lluvia de balas.
Unos 300 familiares se agolparon aquel domingo por la tarde en un hotel ubicado detrás del hospital de Orlando, donde la mayoría de las víctimas fueron conducidas, y consultaban continuamente sus teléfonos para enterarse de las novedades. Muchos de ellos eran hispanos.
Ángel Méndez mostró a un reportero una foto de su hermano. “Se hallaba en el club, y estamos muy desesperados”, dijo. “Lo estamos buscando, esto es algo que ha tomado a Florida por sorpresa”.
“Un lugar al que normalmente vamos a simplemente a pasar el rato, a divertirnos, a bailar, en el que normalmente no hay ningún problema, se repente vive algo tan devastador”, comentó.Fuente: AFP
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