El lunes 15, la Universidad de Oxford anunció que el apellido de la familia estadounidense Sackler será retirado de los edificios y becas bautizadas en su honor, pese a las millonarias donaciones que han realizado a la institución.
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De esta forma, la prestigiosa universidad inglesa se suma a una lista en la que también se pueden encontrar a instituciones como el Museo Británico, la National Gallery, el Victoria and Albert Museum o la Tate Gallery, donde el nombre Sackler ha quedado prácticamente vetado.
A través de un comunicado, desde Oxford explicaron que el nombre Sackler permanecerá en los registros de donantes “con el fin de registrar las donaciones históricas a la universidad”.
Se sabe que varias salas del reputado museo de arte y arqueología Ashmolean, ubicado en el seno de Oxford, además de una serie de becas llevaban el nombre de los Sackler.
Pero, ¿quiénes son los Sackler y qué ha desatado esta ola de repudio en su contra?
UNA OSCURA FORTUNA
Arthur, Mortimer y Raymond Sackler nacieron durante las dos primeras décadas del siglo XX en el seno de una familia de judíos europeos que se asentó en el distrito neoyorquino de Brooklyn.
Curiosamente los tres mostraron un amplio interés por la mente humana, lo que llevó a que dos de ellos se convirtieran en psiquiatras y el tercer hermano fuera psicólogo. Los Sackler coincidieron en el Centro Psiquiátrico Creedmoor de Queens como su primer trabajo, ahí fueron reconocidos por practicar las polémicas lobotomías, aquellas rudimentarias intervenciones quirúrgicas que planeaban aliviar alguna condición psicológica.
Para 1952 los tres hermanos adquirieron una pequeña farmacéutica llamada Purdue-Frederick cuyos productos poco atractivos comenzaron a venderse gracias a las habilidades mercadotécnicas de Arthur Sackler. La clave, aparentemente, estuvo en dirigir su publicidad a los médicos y en conseguir a algunos psiquiatras que dieran su sello de aprobación a los productos.
Tras la muerte del mayor de los hermanos, en 1987 Mortimer y Raymond rebautizaron a la empresa como Purdue Pharma, la misma que una década después, en 1996, introdujo al mercado OxyContin. Este fármaco, elaborado en base a la oxicodona, era muy parecido al Eukodal, una droga que había sido retirada del mercado en 1990 por generar demasiada adicción.
El OxyContin, por otro lado, sigue disponible hasta la fecha.
El prestigioso periodista estadounidense Patrick Radden Keefe, autor del libro “El imperio del dolor: la historia secreta de la dinastía que reinó en la industria farmacéutica”, estima que los Sackler amasaron una fortuna de 35 mil millones de dólares desde 1996 gracias a la venta de OxyContin.
LA CRISIS DE OPIOIDES
Hasta hace pocos años el apellido Sackler estaba principalmente vinculado a la filantropía y el apoyo a la cultura. Durante décadas habían realizado millonarias donaciones a prestigiosas instituciones.
Desde el museo Guggenheim, en Nueva York, hasta el Louvre (París), pasando por el Museo Británico de Londres, todos habían recibido cientos de millones de dólares de los Sackler.
A la par, el apellido era constantemente mencionado en denuncias civiles y penales durante la primera década de los 2000, situación que llevó a que Purdue Pharma desembolsara alrededor de 600 millones de dólares hasta el 2014 en reparaciones y multas. El escándalo, sin embargo, nunca terminaba de estallar.
Sin embargo, una denuncia lo cambió todo. En el 2018, el fiscal de Massachusetts presentó una demanda civil contra la familia Sackler y Purdue Pharma por considerarlos culpables de desatar la crisis de opioides que entre 1999 y el 2019 ha causado más de 500 mil muertes por sobredosis en Estados Unidos.
Según la acusación, los Sackler idearon campañas publicitarias engañosas para ocultar los verdaderos peligros de consumir oxicodona, entre ellos su alto nivel adictivo.
Radden Keefe aseguró en una entrevista con el medio español Ethic que los Sackler “elaboraron un ejército de cientos de representantes de ventas que decían una y otra vez” que el OxyContin no era adictivo, y que además “distribuyeron estudios falsos que sugerían esta idea e invitaban a los médicos a tomar vino y a cenar” para que recomendaran su producto.
Con las investigaciones encima, Purdue Pharma se declaró en bancarrota, aunque posteriormente el tribunal de quiebras de Nueva York determinó que habían trasladado la mayor parte de sus fondos a empresas en paraísos fiscales para evitar una millonaria multa. Pese a ello, la justicia estableció que los Sackler debían pagar 4.500 millones de dólares a los damnificados por sus productos.
El acuerdo se selló finalmente en el 2022, con los Sackler pagando unos 6 mil millones de dólares a las víctimas y firmando una especie de acuerdo que les otorgó cierta inmunidad ante este tipo de denuncias.
Un acuerdo que, difícilmente, podrá borrar las sombras que ya rodean este apellido.
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