Por casi medio siglo, ha vivido detrás de la rejas en una prisión de Nueva Jersey. Ahora, a sus 85 años, volverá a respirar la libertad.
La Corte Suprema de ese estado anunció esta semana que decidió liberar a Sundiata Acoli, el exintegrante de mayor edad que aún queda en la cárcel de las Panteras Negras, el controvertido grupo de izquierda que reivindicaba los derechos de la minoría afroestadounidense a finales de 1960.
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Acoli era elegible para libertad condicional desde hace 29 años, pero cada vez que sus abogados la solicitaron, se le negó.
Fue considerado sistemáticamente una “amenaza pública”, pese a que su salud, los años y diversos reportes médicos y psiquiátricos sugerían lo contrario.
Lo habían condenado a cadena perpetua en 1974, luego de un extraño incidente un año antes en el que un policía terminó muerto.
Acoli viajaba con Assata y Malik Shakur, otros dos integrantes de las Panteras Negras, cuando dos oficiales pararon el carro para una inspección rutinaria en la autopista de peaje de Nueva Jersey: llevaban una luz rota.
Lo que siguió después nunca ha quedado claro: hubo un tiroteo, Malik y un policía murieron, Acoli y otro agente resultaron heridos.
Acoli y Assata huyeron, pero fueron detenidos poco días después y condenados a pasar el resto de su vida tras las rejas.
En una de las fugas más memorables de las cárceles de Estados Unidos, Assata logró escapar y se refugió años después en Cuba, donde se cree que todavía vive (sigue aún en la lista de los más buscados del FBI).
Acoli ha pasado desde entonces su vida en la cárcel, pero no es el único.
Al menos 12 miembros del movimiento siguen todavía presos, con condenas que se acercan o superan los 50 años de cárcel.
Sus sentencias son todavía el testimonio de una época controvertida de luchas por los derechos civiles en Estados Unidos y una muestra de la brechas raciales y sociales de la sociedad en que se generó.
Pero ¿qué fue este grupo y por qué sigue generando polémica más de medio siglo después?
Boinas negras y chaquetas de cuero negro, puños cerrados y pistolas en mano… los Panteras Negras crearon su propia moda que era, a la vez, su símbolo.
Propugnaban la autodefensa armada, especialmente contra la policía y se definían como un “partido socialista” en una época en la que el comunismo era visto como el mayor enemigo de EE.UU.
El partido fue creado en 1966 por Huey Newton y Bobby Seale, quienes se habían hecho conocidos unos años antes por protestar en un acto en California que obvió el legado negro en la colonización del oeste americano.
Desde entonces se habían envuelto en el activismo político pero hubo dos hechos que los llevaron a dar un paso más allá.
En febrero de 1965 fue asesinado el líder de los derechos civiles Malcom X y un año después, la policía de San Francisco mató a tiros a un adolescente negro desarmado: Matthew Johnson.
Fue entonces cuando decidieron crear el “Partido Pantera Negra para la Autodefensa”, cuyos principales metas en un inicio eran monitorear las actividades policiales contra las comunidades negras en Oakland y otras ciudades.
Su activismo y carisma muy pronto multiplicó la popularidad del grupo: del monitoreo pasaron a crear programas sociales, incluido desayunos gratuitos para niños o personas con anemia, a la vez que se involucraron en actividades políticas.
En un par de años, las filiales del grupo se habían multiplicado en más de 30 estados.
En su libro Black Against Empire: The History and Politics of the Black Panther Party, Joshua Bloom y Waldo E. Martin estiman que para 1969 ya tenía más de 5.000 miembros y sus ideas eran populares tanto en comunidades pequeñas como en grandes ciudades, desde Los Ángeles y Chicago hasta Nueva York o Filadelfia.
A diferencia de otros grupos por los derechos civilies de los afroaestadounidenses, las Panteras Negras portaban armas y defendían el derecho a la autodefensa con ellas.
Bloom y Martin señalan en su libro que era una respuesta activa ante la violencia policial que vivía la población negra y que buscaba “empoderar a la comunidad negra frente a un sistema racista”.
Sin embargo, su desafío a las autoridades y su uso de armas fue visto como desafiente y en ocasiones se les describía como pandillas o grupos violentos, algo que sus líderes negaban.
Los Black Panthers eran parte de un grupo todavía mayor, el llamado Black Power, que defendía el orgullo negro y la unidad por los derechos de las minorías raciales.
Sin embargo, Newton y Seale no se conformaron con la ideología de esa organización y se basaron en el marxismo.
Creían fervientemente en la “lucha de clases” y pensaban que la organización representaba “la batalla de la vanguardia proletaria contra el capitalismo”.
Fueron estas ideas en las que basaron su plataforma política, a la que llamaron Programa de Diez Puntos, en el que pedían, entre otras cosas, el fin inmediato de la brutalidad policial; empleos para los afroestadounidenses y mayor acceso a tierra, vivienda y justicia para todos.
Su cercanía al marxismo, el enfoque nacionalista negro y una serie de actos violentos que cometieron entonces los puso en la mira de las autoridades, en especial del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Edgar Hoover.
El FBI, de hecho, creó un programa secreto de contrainteligencia, COINTELPRO, solo para seguir de cerca a los miembros de las Panteras Negras.
Fue solo el comienzo.
Para 1969, el FBI los declaró una “organización comunista” y “enemiga del gobierno” y Hoover llegó incluso a considerarlas “una de las mayores amenazas para la seguridad interna de la nación”.
El libro de Joshua Bloom y Waldo E. Martin cuenta cómo la creciente persecución de las autoridades llevó a una rápida radicalización del grupo.
Los enfrentamientos con la policía se hicieron frecuentes y varios agentes murieron en tiroteos que implicaban a las Panteras Negras. El grupo, sin embargo, siempre aseguró que solo usaban las armas como método de autodefensa y que solo respondían a la policía si esta los agredía.
La organización también se volvió un foco de la violencia policial.
En uno de los casos más resonados, en 1969, la policía de Chicago disparó más de 100 tiros a dos miembros del partido que dormían en su apartamento.
Las autoridades aseguraron que había ocurrido un feroz intercambio de disparos, pero luego se demostró que solo una bala provino del arma de uno de miembros del grupo.
En el libro The Black Panther Party [Reconsidered], el historiador Charles E. Jones asegura que fue tanta la persecución a la que se vieron sometidos los miembros del grupo que una especie de paranoia colectiva comenzó también a manifestarse entre sus miembros... y a dividirlos.
Esto llevó no solo a numerosas discusiones y temores, sino que hubo también denuncias de que algunas “panteras negras” asesinaron o golpearon a otros del mismo grupo que creían que eran informantes de la policía.
Ciertas partes del movimiento fueron también asociadas con actividades delictivas y una ruptura interna entre sus principales líderes y organizadores pronto los debilitó como fuerza política.
Para mediados de los 70, los Panteras Negras siguieron perdiendo seguidores y popularidad, aunque hicieron esfuerzos por sobrevivir a la deblace, incluido crear una rama armada, el Ejército Negro de Liberación.
En las décadas siguientes, el nombre de grupo pasó a quedar como un asunto para investigaciones académicas y libros de Historia, mientras algunos de sus principales activistas morían, escapaban a otros países o consumían sus vidas en la cárcel.
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