Esta vez fue en Uvalde, al sur de Texas. Pero antes sucedió lo mismo en Parkland, Florida, o en la escuela Sandy Hook, en Connecticut. Una a una, año tras año, los tiroteos en las escuelas estadounidenses no han hecho más que sumarse desde que en 1999 se registrara la primera masacre de este tipo en el instituto Columbine.
Los homenajes, reflexiones y debates sobre la tenencia de armas parecen seguir el mismo camino que en las tragedias anteriores. Un camino que hasta ahora ha terminado en un entrampado legal por el que las escuelas continúan siendo un escenario de riesgo en dicho país.
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Sin embargo, y pese a la férrea negativa de diferentes grupos políticos, además de la notable influencia de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (ANR), hay un grupo de sobrevivientes y familiares de las víctimas que perecieron en estos atentados que no descansan en su intento por limitar el uso de armas de fuego. Al menos en las escuelas.
Estas son cinco historias vinculadas a los más letales tiroteos escolares de los últimos años en Estados Unidos que han buscado cambiar la situación en su país.
Emma Gonzalez
En el 2018, Emma cursaba su último año de secundaria en la escuela Marjory Stoneman Douglas de su natal Parkland, en Florida.
El 14 de febrero de ese año se encontraba en el auditorio de la escuela junto a una docena de estudiantes monitoreando un prometedor proyecto de ciencias. Cuando la alarma de incendios se encendió, intentó salir del ambiente, pero le advirtieron que era mejor esconderse.
En los pasillos de su colegio había iniciado la masacre de Nikolas Cruz, un exestudiante de 19 años que asesinó a 17 personas e hirió a otras 14 antes de ser detenido por la policía.
Dos horas después de que la alarma se activara, Emma pudo salir del auditorio. Las autoridades habían controlado la situación y el resto de alumnos fueron evacuados.
Tres días más tarde, Emma subiría al estado durante un mitin por el control de armas celebrado en Fort Lauderdale. Durante su alocución de 11 minutos, la joven llamó a los jóvenes a tomar acción en contra de los tiroteos y calificó de “una gran mentira” las leyes para el control de armas promulgadas hasta entonces.
Junto a otros compañeros que sobrevivieron a la masacre fundó el movimiento Never Again, con el que buscan generar legislaciones más fuertes para el control de armas en Estados Unidos y que anualmente convoca a la denominada March for Our Lives (Marcha por nuestras vidas), con la que han llegado hasta Washington D.C. para solicitar directamente a los legisladores que hagan algo ante esta problemática.
Por estos días, Gonzalez continúa hablando como parte del movimiento nacional de estudiantes contra la violencia con armas de fuego.
David Hogg
Mientras Emma se refugiaba en el auditorio de la escuela, David escuchó lo que le parecieron sonidos de disparos. De inmediato, le advirtió a su profesor de ciencias e intentaron escapar. Un jardinero los detuvo, salvándolos así de que se cruzaran con Cruz durante el tiroteo.
En lugar de huir, otra profesora le dijo a David y otros estudiantes que se escondieran en un armario. Desde su escondite, se mantuvo al tanto de las redes sociales, entrevistó a sus compañeros por si no lograban sobrevivir y se comunicó con su hermana, que estudiaba en la misma escuela.
Una hora más tarde, un equipo SWAT los rescató.
Al igual que Emma Gonzalez, David Hogg se sumó a las protestas de los estudiantes contra el uso de armas de fuego.
Tanto Hogg como Gonzalez han sido un blanco frecuente de grupos de extrema derecha, incluso el joven afirmó durante una entrevista haber recibido amenazas de muerte por su cruzada en contra de que los civiles tengan tantas facilidades para portar armas de fuego.
En estos años, Hogg publicó un libro junto a su hermana sobre el tiroteo, el mismo que se convirtió en un bestseller según The New York Times y cuyas ganancias fueron destinadas a la caridad.
El joven estudia en Harvard y continúa en su cruzada para que “gente con pasado criminal o historial de enfermedades mentales no puedan obtener estas armas de destrucción masiva”.
Bree Butler
Pocas semanas después del atentado en Parkland se registró un tiroteo al sur de Texas. Dimitrios Pagourtzis, un estudiante de 17 años, ingresó armado a la escuela secundaria Santa Fe, en Houston, y disparó contra quienes se cruzaron en su camino.
En total, 10 personas murieron -8 estudiantes y dos maestros- y otras 13 resultaron heridas antes de que Pagourtzis fuese detenido.
Bree Butler, una joven que cursaba el último año de escuela, consiguió huir corriendo. Pocos días después, se reuniría con otros sobrevivientes del tiroteo y activistas locales para crear la Orange Generation, una organización que busca reducir la violencia con armas de fuego mediante legislaciones más severas.
Un mes más tarde, Butler estaba sentada frente a la oficina del senador Ted Cruz, en el Capitolio de Washington D.C., exigiendo que actuaran frente a la problemática.
“Fuimos hasta el Capitolio, fuimos a la oficina de Ted Cruz y nos sentamos hasta que nos amenazaron con arrestarnos”, contaba en aquella ocasión la joven al diario local “Texas Tribune”.
Según contó la joven, tan solo horas después de haber concluido el tiroteo en su escuela recibió mensajes de Hogg y Gonzalez brindándole apoyo. “Los chicos de Parkland me permitieron saber que era capaz de hacer esto (...) sus voces elevaron la mía”, contó al diario tejano.
Desde entonces, tanto Buttler como la Orange Generation han organizado diferentes movilizaciones exigiendo que se encuentre una solución para la violencia con armas de fuego.
Nicole Hockley
El 14 de diciembre del 2012 una noticia demostró que incluso estas tragedias pueden ser aún más devastadoras. Los reportes que llegaban desde la escuela primaria Sandy Hook, en Newton, Connecticut, daban cuenta sobre un tiroteo donde la mayoría de víctimas eran niños.
La masacre causada por Adam Lanza, un joven de 20 años que asesinó a su madre, Nancy, antes de dirigirse a la escuela, donde mató a 20 niños y 4 adultos.
Luego se suicidó, lo que ha impedido a las autoridades encontrar la razón por la que Lanza decidió atentar de esa forma.
Entre las víctimas mortales se encontraba Dylan, un niño de 6 años, con trastorno del espectro autista “pero increíblemente empático, con una risa contagiosa y que solo quería divertirse”, según recuerda su madre, Nicole Hockley, en el obituario del pequeño.
La tragedia llevó a que Nicole, junto a otros padres de las víctimas, crearan la fundación Sandy Hook Promise, una organización dedicada a la prevención de este tipo de tragedias en las escuelas estadounidenses.
Mediante un programa llamado “Conoce las señales”, la fundación se ha dedicado a brindar charlas, talleres y encuentros con los que se ha logrado evitar múltiples posibles tiroteos, suicidios de adolescentes e innumerables actos de violencia, según su página web.
Tom Mauser
El 30 de abril de 1999, la ANR celebró su convención anual en Denver. Tan solo 10 días antes, en la misma ciudad, se había registrado la primera gran masacre con armas de fuego en una escuela estadounidense.
El tiroteo del Instituto Columbine dejó 13 muertos, entre ellos estaba Daniel Mauser.
Su padre, Tom Mauser, no soportó la indignación. Tomó un cartel, sacó 400 copias de un panfleto que escribió en casa y llegó hasta el evento para protestar.
“Le hablé a una multitud de 10 mil personas, 10 días después de que mi hijo haya sido asesinado”, recuerda Mauser para el canal de TV local WUFT.
Ese mismo año se crearía el grupo “Alternativas sanas a la epidemia de armas de fuego” (SAFE, por sus siglas en inglés) y Mauser sería reclutado como parte de la organización.
Mauser y la organización consiguieron que se aprobara una enmienda que limitaba a los ciudadanos a conseguir las armas que se usaron durante el atentado en el instituto Columbine.
Lamentablemente, hasta la fecha es la única victoria conseguida por SAFE en materia de legislación de control de armas.
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