Con un balance de un centenar de detenidos, decenas de heridos y numerosos vehículos y contenedores quemados, las protestas por la prisión del rapero español Pablo Hasel han sido el detonante que ha activado la ira, la frustración y el malestar de muchos jóvenes, molestos con una sociedad en la que apenas tienen voz.
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Así lo ponen de relieve varios expertos consultados por Efe, quienes coinciden en que, tras los altercados, se esconde el agotamiento por meses de restricciones, la decepción con la política y un horizonte de futuro absolutamente incierto.
EL VIENTO QUE AVIVÓ LAS LLAMAS
“El caso Hasel ha sido la mecha que ha encendido el fuego, pero el rescoldo, las brasas, ya estaban preparadas”, afirma el catedrático de Antropología Social de la Universitad Pompeu Fabra d Barcelona Carles Feixa para quien las revueltas revelan la pesadumbre por una “década perdida”, en la que los nuevos movimientos como la revolución feminista o el Fridays For Future, que podían haber recogido esta indignación, han quedado paralizados por la covid-19.
- Choques entre manifestantes y policías en Barcelona durante protesta por rapero encarcelado
- Vandalismo en las protestas en Barcelona contra encarcelamiento de rapero | FOTOS
- Tercera noche de disturbios en España por encarcelamiento de un rapero | FOTOS
Lo indica también el profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona Josep Maria Antentas: “El ciclo de expectativas que abrió el (movimiento social conocido como) 15M hace diez años se ha agotado y el proceso independentista ha quedado bloqueado”.
Tal como resalta el sociólogo, en las manifestaciones por Hasel coexisten un conjunto de factores, que van desde el contexto de crisis económica y social, a la falta de perspectivas personales y “una fuerte sensación de injusticia” por “una minoría impune que hace lo que quiere” frente a “una mayoría con “expectativas frustradas”.
SIN PERSPECTIVAS DE FUTURO
En palabras de la psicóloga y psicoterapeuta Milos Salgueda “estamos en un contexto en el que, emocionalmente, todo se amplifica”, ya que cuanto mayor es la “tensión general”, más cuesta contener el malestar, sobre todo entre la población joven, con una tasa de paro que supera el 40 % y un salario medio que a menudo no llega a los 1.000 euros.
Esta “incertidumbre” y “falta de esperanza de futuro” se produce, además, en una edad crítica en la que la socialización, entorpecida por el coronavirus, es crucial: “La pandemia pone límites que a veces van en contra del desarrollo natural, lo que lleva un equilibrio muy inestable”, alerta.
Por eso, según Salgueda, a los jóvenes se les junta el “no poder socializar” con el contexto político, integrado por representantes en los que no creen, a quienes no otorgan “autoridad moral” y en un clima de “profundas contradicciones”.
DE IGNORADOS A CRIMINALIZADOS
Los expertos también apuntan a la “invisibilización” de la gente joven como clave para explicar los disturbios, una manera, aseguran, de llamar la atención y de que el resto de la población los “escuche” tras “criminalizarlos” por los rebrotes de la pandemia.
“Hay muchos grupos excluidos que no tienen ningún tipo de voz ni voto en las decisiones y eso genera violencia y que se subleven en un momento de saturación, de aguante continuo”, plantea la coordinadora del Grupo de Investigación sobre los impactos de la COVID-19 del Instituto Catalán de Antropología, Amanda Bernal.
En este sentido, Feixa pone de relieve el carácter “performativo” de los altercados mediante el incendio de contenedores y el destrozo de mobiliario urbano, ya que, para algunos jóvenes -afirma- “es la única manera de ser visibles”: “Si no hay fuego, nadie los escucha”.
Pero el catedrático va más allá y recuerda que, cuando explotó la pandemia, la sociedad se “olvidó” de la juventud para luego “culpabilizarla” de los rebrotes “cuando empezaron los problemas” a pesar de carecer de “pruebas fehacientes” que demostraran que transmitían más el virus que otros grupos sociales.
EMPODERAR Y DAR VOZ
La solución a todo ello pasa, para los especialistas, por impulsar políticas que tengan en cuenta a las nuevas generaciones, que las incluyan en la toma de decisiones y que las hagan sentir “protagonistas” del mundo en el que viven.
“Necesitamos políticas que les den más voz, que puedan ver que forman parte activa de la sociedad, que tienen canales de expresión y de decisión y que están empoderados”, remarca Bernal.
Una alternativa a la que se refiere también Feixa al abogar por que las nuevas generaciones “ayuden a reconstruir el Estado del Bienestar que sale de la pandemia” en lugar de “ensanchar la brecha generacional”, un camino que, a su juicio, llevaría inevitablemente a “más revueltas episódicas”.
Y es que, como concluye el profesor Antentas, las protestas por la libertad de Hasel son “las primeras señales de un cambio de dinámica”, una transformación que podría ser “el germen de lo que está por llegar”.
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