La colonia penal donde estaba recluido el opositor Alexei Navalny, quién falleció este viernes, es la más estricta que existe en Rusia. Solo se envía a la llamada IK-3 a los acusados de los peores delitos.
Conocida también como “Lobo Polar”, está situada en la región de Yamalo-Nenets, muy por encima del Círculo Polar Ártico.
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Las condiciones, sobra decirlo, son muy duras.
Es conocida por su cultura del castigo colectivo. Y la temperatura media en invierno es de -20 °C.
Los reclusos han descrito cómo se les castiga por las faltas de otros, obligándoles a permanecer a la intemperie en invierno sin abrigo. A los que no se quedan quietos, los rocían con agua fría.
La nieve cubre el suelo durante meses, para ser sustituida por barro cuando las temperaturas superan el punto de congelación, hacia el mes de mayo.
En verano, los presos se ven obligados a desnudarse hasta la cintura y a quedar expuestos a los enjambres de mosquitos.
Con el verano llegan los días largos que no tienen noche. Todo ello tiene un alto coste físico.
El día a día de Navalny, cuya muerte fue anunciada por el gobierno ruso el viernes, probablemente habrá sido solitario desde que llegó en diciembre al IK-3. Antes de eso estuvo en la prisión de IK-6 de Melekhovo, al este de Moscú.
Había pasado casi 300 días en régimen de aislamiento y últimamente se le permitía un paseo diario en una celda cercana donde el suelo estaba cubierto de nieve.
Todo lo que podía ver fuera de su ventana era una valla alta sin ninguna luz. En invierno, en el Círculo Polar Ártico en el mejor de los casos hay luz de anochecer.
Con años de cárcel por delante, Navalny tuvo que buscar formas de seguir siendo relevante.
Presentó denuncias sobre las condiciones carcelarias, las cuales le permitían comparecer ante los tribunales y hacer declaraciones ante las cámaras con regularidad. Intentó crear un movimiento de presos para hacer campaña por mejores puestos en la fábrica de costura de la cárcel.
Hizo ruido para que no lo olvidaran.
Era conocido por su agudo ingenio. Siempre intentaba quitarle importancia a su situación, por duras que fueran las condiciones.
A través de mensajes en las redes sociales y escritos dados a conocer por sus abogados, hablaba de las condiciones en las que estaba recluido, a menudo con más humor del que muchos creían posible.
Describió el día de Año Nuevo en la celda de castigo diciendo: “Es como cualquier otro día: me levanto a las 05:00 y me acuesto a las 21:00. Así que, por primera vez desde que estoy en la cárcel, no puedo dormir. Por primera vez desde que tenía seis años, solo dormí toda la Nochevieja. En general, estoy contento. La gente paga dinero para celebrar el Año Nuevo de una forma inusual, pero yo lo hice gratis”.
Pero su día a día debió de ser realmente duro.
En enero de 2023, escribió que le habían asignado un nuevo compañero de celda con graves problemas de salud mental.
“Hay muchos vídeos en internet sobre personas que creen estar poseídas por demonios y diablos”, dijo.
Su compañero de celda era “muy parecido”, explicaba: emitía “un grito gruñón y gutural que al empezarlo no se apaga durante horas”. Grita durante 14 horas al día y tres horas por la noche“.
En otra ocasión, le hicieron compartir celda con una persona que tenía “graves problemas” de higiene.
“Si vives en una celda, y una persona vive a un brazo de distancia de ti las 24 horas del día, y ambos están a uno o dos metros del retrete las 24 horas del día, y el retrete es un agujero en el suelo, mantener la higiene tiene una importancia fundamental. Y un preso problemático en este sentido te hará la vida insoportable al instante”.
Navalny estaba seguro de que ninguno de sus compañeros de celda había llegado por casualidad. Creía que eran solo otra forma que tenía el sistema penitenciario ruso de convertir la vida de un recluso en un infierno si así lo querían.
A sus 47 años, no era viejo, pero ser envenenado con el agente nervioso Novichok y pasar tres semanas en coma le pasó factura. Vivir una vida de constantes privaciones en la cárcel no hizo sino agravar la situación.
En diciembre declaró que llevaba 18 meses sin poder ir al dentista.
También había desarrollado graves problemas de espalda y últimamente tenía dificultades para caminar y mantenerse en pie. Una de sus piernas se estaba entumeciendo, posiblemente debido a una hernia discal.
A pesar de sus sonrisas y su aire relajado ante el tribunal, en cada comparecencia se mostraba más demacrado.
En 2023, más de 500 médicos rusos firmaron una carta abierta exigiendo que le viera un médico civil después de que dijera que había estado sufriendo tos y fiebre y que había tenido que compartir celda con un preso con tuberculosis.
Las cárceles rusas tienen un largo historial de torturas, tanto físicas como psicológicas. Los reclusos suelen sufrir malos tratos por parte de presos que son “amigos” de la administración, y las normas imposibles de cumplir se suman a la angustia mental.
El propio sistema penitenciario federal ruso calcula que se han producido entre 1.400 y 2.000 muertes al año en las cárceles desde 2018. La causa número uno se achaca invariablemente a problemas cardíacos.
Los abogados no creen en esta explicación. “Pueden hacer pasar cualquier cosa como un paro cardíaco, incluso un suicidio o un asesinato a manos de otros reclusos o guardias”, afirma la abogada Irina Birykova.
Según su experiencia, es casi imposible superar los obstáculos creados por el sistema penitenciario si las autoridades no quieren que la causa de la muerte se verifique de forma independiente.
La muerte de Navalny ha supuesto un duro golpe para los rusos que lo veían como un emblema de la resistencia.
Estaba claro que ya no podía liderar la oposición rusa, pero quedaba la esperanza de que algún día la situación política cambiaría y Navalny pudiera reaparecer.
Si alguna vez Vladimir Putin necesitaba negociar su propia libertad o seguridad, Navalny podría haber formado parte del trato.
La mayoría de los rusos están de acuerdo en que ahora hay pocas esperanzas en la protesta. La gente intentará conmemorar su muerte a su manera, depositando flores en los lugares donde estuvo Navalny.
Algunos valientes incluso saldrán a la calle, pero serán castigados.
Si la conmoción tras la invasión rusa de Ucrania no logró sacar a las masas a la calle, la muerte de Navalny tampoco lo hará.
Pero en privado, muchos rusos están de luto. Para ellos, este será solo otro día muy oscuro y de pérdida de esperanza.
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