Un grupo de funcionarios ucranianos observa preocupado las grietas en el muro trasero de la catedral de la Transfiguración en Odesa, espléndido edificio blanco de un bombardeo ruso sobre esta gran ciudad portuaria.
“La amenaza es que la parte donde cayó el misil está moviéndose”, explica a AFP el alcalde, Gennady Troukhanov, frente a la catedral ortodoxa parcialmente destruida en la noche del sábado.
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“Empezaremos a derribar el muro inmediatamente. Tememos que arrastre todo el edificio cuando caiga”, añade, dirigiéndose al metropolitano Agafanguel, un religioso ortodoxo de 84 años responsable de la diócesis.
Odesa, un puerto del mar Negro -cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO a principios de este año- se había mantenido relativamente a salvo de las hostilidades tras la invasión rusa iniciada en febrero de 2022.
Después de que Rusia se retirara a mediados de mes un acuerdo sobre la exportación de cereales ucranianos, comenzó a bombardear las zonas portuarias de la ciudad, dañando también algunos de los edificios más antiguos.
“Nunca habíamos visto ataques así”, confirma el alcalde.
Edificada hace más de 200 años y destruida por los soviéticos en 1936, la catedral de la Transfiguración fue reconstruida a principios de los años 2000 gracias a donaciones. Fue consagrada en 2010 por el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kirill.
El alcalde de la ciudad pidió al metropolitano ortodoxo la autorización para proceder a una demolición parcial del edificio.
“Explique a los feligreses que es peligroso y que no deberían estar aquí”, le dijo. “Es una tragedia. ¡Qué lugar santo!”, respondió el religioso.
Odio e incomprensión
Durante una liturgia al aire libre, los fieles lloraron escuchando cantos y salmos. Grandes íconos dorados y caras de querubines fueron colocados contra las paredes exteriores.
En el interior, los voluntarios limpiaron el suelo y apilaron íconos rotos y astillados.
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Los murales, recientemente terminados, fueron arrancados dejando al descubierto la estructura de hormigón y metal.
“Estos muros fueron construidos con nuestras manos, con nuestro amor. Cuanto dolor”, lamenta una fiel, Galyna, de 58 años, que vende velas para recaudar fondos para la restauración.
“Esta iglesia es el orgullo de Odesa”, asegura otra de 85 años, también llamada Galyna, examinando un ícono de la Virgen que sobrevivió al ataque y quedó casi intacto.
El edificio pertenece a la Iglesia ortodoxa ucraniana, adscrita al patriarcado de Moscú. Si bien rompió sus lazos con Rusia, en Ucrania muchos consideran que permanece fiel al Kremlin.
El portavoz de la diócesis de Odesa, el decano Maximian Pogorelovsky, de 31 años, afirma haber sentido, como otros eclesiásticos, “odio” e “incomprensión” ante el bombardeo ruso.
“Podemos afirmar que ellos (los rusos) apuntaron a la catedral, probablemente para asustarnos”, destaca.
El Kremlin negó haber atacado el edificio, asegurando que la destrucción fue causada por misiles antiaéreos ucranianos, disparados para interceptar los cohetes rusos que caían sobre la ciudad.
Pogorelovsky establece un vínculo entre la destrucción de la catedral original por los soviéticos en 1936 y el reciente ataque. “Esta catedral fue reconstruida, todo el mundo estaba contento, y ahora los herederos del bolchevismo -los cohetes rusos- la destruyeron”, precisa.
Además de la catedral, los recientes bombardeos afectaron la Casa Histórica de los Científicos y edificios de departamentos cerca del puerto.
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En el hogar familiar de la última planta de una construcción de piedra del siglo XIX, Asia Kashperuk, estudiante y bailarina de 22 años, guarda sus pertenencias entre paredes destruidas y un techo perforado.
“Es lo que queda de nuestro departamento”, relata con amargura.
Según Katarina, la madre de Asia, las autoridades dijeron que su edificio estaba bajo la protección de la UNESCO y que, por lo tanto, no podían “hacer nada”. “¿Van a esperar a que se derrumbe?”, se pregunta.
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