El primer proyectil lanzado por el ejército ruso sobrevoló los fieles e impactó contra un inmueble soviético en Novogrodivka, en el este de Ucrania, justo antes del servicio religioso.
Angela, una de las fieles, lo vio como una señal para huir de su ciudad natal, un pueblo minero que tenía 14.000 habitantes antes de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.
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Los residentes temen que el ejército de Kiev no logre detener el avance de las fuerzas rusas. “Nos vamos y probablemente no regresaremos jamás”, dijo a AFP Angela, de 53 años.
“Es mejor irse que morir”, continuó entre lágrimas, con un pañuelo azul en la cabeza y un bastón en mano.
Mientras regresaba a su casa, Angela pasó por edificios destruidos y una mujer aterrada en pijama, con su perro en manos. En ese momento descubrió que un segundo proyectil había alcanzado su propio inmueble, donde se encontraba su marido enfermo.
El polvo flota en el aire, los albaricoques caídos de los árboles en pleno verano yacen en el suelo. Y los rostros atónitos de los habitantes reflejan una triste realidad: la situación empeora.
Incluso la incursión sorpresa del ejército ucraniano en la región rusa de Kursk no impidió que pueblos y ciudades cayeran en manos de Moscú en Donetsk.
Semanas “cruciales”
El temor creciente es que el ejército ucraniano, agotado y con escasez de armas, no sea capaz de detener este avance.
“Las próximas semanas serán críticas y cruciales”, dijo Franz-Stefan Gady, analista militar del Instituto internacional de estudios estratégicos de Londres.
“Los rusos harán todo lo posible para hacer retroceder a los ucranianos y apoderarse de todo el territorio que puedan, porque saben que el tiempo se les acaba”, añadió.
Las autoridades ucranianas ya han ordenado la evacuación obligatoria de los niños de las ciudades que amenazan con caer en manos rusas, entre ellas Novogrodivka.
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Varios militares ucranianos, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron que las perspectivas a corto plazo son delicadas, sobre todo en torno a Pokrovsk, un nudo ferroviario clave situado a menos de 15 kilómetros de las posiciones rusas.
“Por el momento, no parece que vaya a aguantar”, dijo un soldado a AFP.
El frente “se acerca”
La región industrial del Donbás es codiciada por el Kremlin desde hace tiempo.
Hace diez años, Moscú organizó y alentó ahí un conflicto separatista que dejó miles de muertos.
Tras fracasar en su intento de apoderarse de la capital ucraniana a inicios de la invasión, Rusia centró sus esfuerzos en el conjunto del Donbás, el corazón minero del país.
En una entrevista reciente con AFP, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, admitió que sus fuerzas solo podrían detener a Rusia en el Donbás si las circunstancias cambiaban significativamente: más armas, más soldados y menos restricciones al uso de misiles suministrados por Occidente contra territorio ruso.
“Nada bueno”
Los avances rusos han tenido un alto coste humano para Moscú, afirman las potencias occidentales. Y las ganancias han sido limitadas hasta ahora.
Analistas militares y funcionarios ucranianos coinciden en que, tal y como están las cosas, el ejército ruso no podrá penetrar profundamente en las líneas de defensa ucranianas.
“En algún momento, los rusos deberán ralentizar el ritmo de sus operaciones”, considera Gady. El experto cita entre otros los graves problemas de coordinación en el lado ruso.
La apertura de un nuevo frente en su propio territorio podría obligar a Rusia a repatriar algunas de sus tropas o a frenar sus ataques en el Donbás.
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Además, tras meses de retrasos, Ucrania ha empezado a recibir entregas cruciales de armas occidentales, y pronto debería desplegar a los nuevos reclutas que movilizó en los últimos meses.
“La verdadera pregunta es saber cuándo se estabilizará el frente y dónde exactamente”, abundó Gady.
Olga Borodytch, de 64 años, observa la universidad bombardeada donde solía trabajar en Pokrovsk. “En nuestros corazones, queremos que todo vaya bien, pero en nuestras cabezas, sabemos que nada bueno está por venir”, reflexiona.
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