Salió a mediados de marzo de Argentina, hizo una escala en la oficina de Associated Press en Nueva York (para recoger un chaleco antibalas, un casco y un teléfono satelital) y voló a Polonia. Desde Varsovia siguió avanzando en auto, en tren, otra vez en auto y llegó a la frontera con Ucrania. Allí empezó a confundirse: el puesto fronterizo funcionaba, le sellaron el pasaporte, no había colas masivas. Luego se desplazó hasta Kiev en un viaje de dos días en el que Internet funcionó plenamente. Él esperaba ver el caos que ya vivió en las otras guerras que ha cubierto, pero todo era distinto.
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Rodrigo Abd, reportero gráfico argentino e integrante del staff de AP, llegó a la capital ucraniana el 18 de marzo. Para entonces, ya habían muerto seis reporteros en distintos momentos desde el inicio de la invasión rusa, y el acceso a los frentes de guerra era muy restringido. Recién 10 días después, en un recorrido por las afueras de la ciudad, vio el cadáver de un soldado ruso junto a una trocha, el paisaje que él había imaginado encontrar.
“Era un escenario muy extraño porque no podíamos ir a ver lo que sucedía, y además había toque de queda. A las 8 de la noche ya estábamos en el hotel, los días eran muy cortos”, contó por aquellos días a El Comercio. Durante la conversación se pudo escuchar el sonido de las sirenas antiaéreas. “Se ha sentido una explosión lejana, como un bombo”, nos dijo minutos después.
Lo que sí podía ver Abd en sus recorridos por los alrededores de Kiev era cómo el ritmo de vida de los ucranianos cambiaba a diario según las circunstancias, lo que los partes de guerra no explican nunca. “El dolor de perderlo todo. Perder el espacio seguro, los afectos, la cotidianidad. Quedar sin nada en medio del caos de la guerra. Cualquier lugar seguro es refugio donde buscar algo para comer y dormir. Hay un cansancio que llega hasta los huesos, igual que el miedo”, escribió por aquellos días en su cuenta de Instagram, donde registra como en una bitácora lo que va encontrando.
La rutina desoladora
En las dos primeras semanas de su estadía en Ucrania, se dedicó a retratar lo que él llama ‘daily life at war’, la vida diaria en la guerra, la rutina de la destrucción. Los periodistas extranjeros reunidos en Kiev habían contratado como ‘fixers’ (ciudadanos locales, no siempre periodistas, que trabajan como guías o intérpretes) a personas comunes y corrientes –un profesor de matemática, un instructor de gimnasio, chicos de clase media que saben hablar inglés– y eran ellos quienes podían ayudarlo.
En las fotos de aquellos primeros días se podía ver a madres paseando con sus hijos en coches de bebe al lado de un bus destruido por un misil, a un repartidor de Glovo junto a su moto en una calle cualquiera, a un deportista trotando en el malecón, un parque infantil vacío y humedecido por la lluvia, un templo lleno, un mercado vacío. El denominador común estaba en sus rostros, en la desolación de quienes tenían que seguir viviendo allí. “Me interesan estas contradicciones. Estas capas de las historias son necesarias para explicar lo que hay detrás de un conflicto”, dice Abd.
Días después todo cambió. Cuando el Ejército ruso empezó a retroceder en sus posiciones y abandonó localidades de la periferia de Kiev, las tropas ucranianas comenzaron a avanzar hacia allí. Junto a ellos iban algunos reporteros. “Las personas que regresan a su pueblo están conmocionadas. Por un lado, aliviadas ante la retirada del Ejército ruso, pero al mismo tiempo horrorizadas por lo que encuentran a cada paso”, escribió Abd tras recorrer Bucha, el epicentro de la mayor tragedia humana que se ha vivido en esta guerra.
Cadáveres encima de las veredas, cuerpos apenas cubiertos por frazadas dentro o fuera de sus casas, bolsas negras acumulándose día tras día antes de ser colocadas en fosas comunes. “Los horrores de la guerra se han vuelto tan rutinarios aquí que los habitantes caminan junto a los cuerpos y apenas los miran”, escribió en su bitácora virtual. Esta es la otra vida diaria que ahora le toca a Abd retratar.
“Con fotos no se detiene un conflicto, pero nosotros aportamos para entender este mundo insensato donde es increíble que todavía haya invasiones, como en las guerras viejas”, dice Abd al teléfono, entre una sirena antiaérea y la siguiente. 
Amplio recorrido
- Rodrigo Abd, del staff de AP, ha realizado reportajes en varios países de América como Nicaragua, Colombia, Haití, Venezuela y el Perú. También ha cubierto conflictos bélicos en Afganistán, Libia, Siria y otros territorios del Medio Oriente.
- En el 2013 obtuvo el premio Pulitzer y el World Press Photo, en ambos casos con imágenes que retrataban el drama inmenso de la guerra en Siria.
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