La primera vez que los soldados lo atraparon, lo arrojaron amarrado y con los ojos vendados en una trinchera cubierta con tablas de madera donde permaneció por días.
Ahí lo golpearon una y otra vez: en los brazos, las piernas, un martillazo a las rodillas, todo acompañado de insultos furiosos contra Ucrania. Antes de dejarlo ir, le quitaron su pasaporte e identificación militar ucraniana —todo lo que tenía para probar su existencia— y se aseguraron de que supiera exactamente el nulo valor que tenía su vida.
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“Nadie te necesita”, se burló el comandante. “Podemos pegarte un tiro en cualquier momento, enterrarte medio metro bajo tierra y terminar esto”.
El brutal encuentro a fines de marzo fue sólo el comienzo. Andriy Kotsar sería capturado y torturado dos veces más por las fuerzas rusas en Izium, y el dolor sería todavía peor.
La tortura rusa en Izium fue arbitraria, generalizada y absolutamente rutinaria tanto para los civiles como para los soldados en toda la ciudad, según una investigación de The Associated Press. Si bien la tortura también fue evidente en Bucha, ese devastado suburbio de Kiev sólo estuvo ocupado durante un mes. Izium sirvió como centro para los soldados rusos por casi siete meses, durante los cuales establecieron sitios de tortura en todas partes.
Con base en los relatos de los sobrevivientes y la policía, los periodistas de la AP ubicaron 10 sitios de tortura en la ciudad y obtuvieron acceso a cinco de ellos. Incluyeron un pozo profundo y sin luz en un complejo residencial con fechas talladas en la pared de ladrillo, una cárcel subterránea húmeda que apestaba a orina y comida podrida, una clínica médica, una estación de policía y un jardín de niños.
La AP habló con 15 sobrevivientes de tortura rusa en la región de Járkiv, así como con dos familias cuyos seres queridos desaparecieron a manos rusas. Dos de los hombres fueron secuestrados y abusaron de ellos varias veces. Un soldado ucraniano golpeado e inconsciente fue mostrado a su esposa para obligarla a proporcionar información que no tenía.
La AP también confirmó que ocho hombres fueron asesinados bajo tortura mientras estaban en custodia rusa, según sobrevivientes y familiares. Excepto uno, todos eran civiles.
En una fosa común creada por los rusos y descubierta en los bosques de Izium, al menos 30 de los 447 cuerpos desenterrados recientemente tenían marcas visibles de tortura —manos atadas, disparos a quemarropa, heridas de arma blanca y extremidades rotas—, según el informe regional de la Oficina del Fiscal de Járkiv. Esas lesiones correspondieron con las descripciones del dolor infligido a los sobrevivientes.
Los periodistas de la AP también vieron cuerpos con las muñecas atadas en la fosa común. Entre los árboles había cientos de cruces sencillas de madera, la mayoría marcadas sólo con números. Una decía que contenía los cuerpos de 17 soldados ucranianos. Al menos dos fosas comunes más se han encontrado en la ciudad, todas fuertemente minadas, dijeron las autoridades.
Un médico que trató a cientos de heridos de Izium durante la ocupación rusa dijo que la gente llegaba regularmente a su sala de emergencias con lesiones consistentes de tortura, incluidos disparos en manos y pies, huesos rotos, hematomas severos y quemaduras. Ninguno les decía cómo se habían hecho las heridas, dijo.
“Incluso si la gente venía al hospital, el silencio era la norma”, dijo el médico en jefe, el Dr. Yuriy Kuznetsov. Agregó que un soldado acudió para que lo trataran por lesiones en las manos, claramente por estar esposado, pero se negó a decir qué sucedió.
Los hombres con vínculos con las fuerzas ucranianas fueron elegidos repetidamente para torturarlos, pero cualquier hombre adulto corría el riesgo de ser capturado. Matilda Bogner, jefa de la Misión de Vigilancia de los Derechos Humanos en Ucrania, de la ONU, dijo a la AP que habían documentado “prácticas generalizadas de tortura o malos tratos a civiles detenidos” por parte de las fuerzas rusas y sus afiliados. La tortura de soldados también fue sistémica, dijo.
La tortura en cualquier forma durante un conflicto armado, ya sea de prisioneros de guerra o de civiles, es un crimen de guerra bajo las Convenciones de Ginebra.
“Sirve para tres propósitos”, dijo Rachel Denber de la organización Human Rights Watch. “La tortura se realizó con preguntas para coaccionar información, pero también para castigar y sembrar miedo. Es para enviar un mensaje escalofriante a todos los demás”.
NO HAY LUGAR SEGURO
Los periodistas de la AP encontraron a Kotsar, de 26 años, escondido en un monasterio en Izium, con el cabello rubio bien recogido hacia atrás al estilo ortodoxo, y barba rizada bajo la barbilla. No tenía manera de contactar de manera segura a sus seres queridos, quienes pensaban que estaba muerto.
En marzo pasado, después de una primera ronda de tortura, Kotsar huyó a la iglesia Pishchanskyi de cúpula dorada. Los soldados rusos estaban por todas partes y ningún lugar era seguro en Izium.
Escondido entre los íconos, Kotsar escuchó el estruendo de los vehículos blindados rusos en el exterior y contempló el suicidio. Había sido soldado durante poco menos de un mes y no tenía idea de si alguien en su pequeña unidad había sobrevivido a la arremetida rusa.
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