La retirada de Rusia de Kharkiv, en el noreste de Ucrania, ha expuesto debilidades clave en los suministros y en el personal de las fuerzas armadas de ese país, señalan veteranos rusos y blogueros militares.
“No tienes idea de lo cansado que estoy de saludar a alguien por la mañana y luego tener que identificar sus restos más tarde, ese mismo día”.
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Esa frase supuestamente se la confió -por teléfono- un oficial ruso, que se desempeña como infante de marina en Ucrania, a un excolega que la publicó en su canal de Telegram.
“Justo ayer, dos de mis grupos de francotiradores fueron destruidos por un tanque. Tres hombres murieron instantáneamente, el cuarto luchó por su vida durante una hora y media; otro, en estado crítico, fue llevado al hospital. Apenas nos quedan hombres y estamos manteniendo una línea de frente de decenas de kilómetros de largo”.
Mientras los funcionarios rusos y los medios estatales intentan restar importancia a la retirada de las fuerzas rusas de Járkiv, reporteros de guerra, veteranos e influyentes blogueros militares reconocen numerosos desafíos en los canales de mensajería cerrados.
Los blogs y los canales de Telegram están repletos de historias sobre personal y equipos inadecuados, una situación que se agrava por una jerarquía operativa rígida.
Un canal de Telegram que compartió experiencias de soldados en Ucrania poco después de la última retirada describe cómo incluso el despliegue de un pequeño dron de vigilancia debe ser aprobado por un oficial superior o un general, lo que ralentiza considerablemente la comprensión de las posiciones enemigas.
Otro canal en Telegram, supuestamente dirigido por un veterano de las fuerzas especiales rusas, publicó una foto de un soldado ruso con un parche en el brazo bordado con las palabras: “No hay peor oponente que tu propio comandante que es un...”, añadiendo un insulto para describirlo.
No hay forma de saber dónde y cuándo se tomó esa foto, pero lo significativo es que tanto los veteranos como las fuerzas en el campo de batalla la han compartido ampliamente, lo que sugiere que refleja la opinión popular entre las tropas.
A pesar de los rumores de baja moral, los reporteros de guerra rusos y los soldados paramilitares que están en Ucrania no sugieren que la deserción generalizada en el campo haya contribuido a la última derrota en el este de Ucrania.
Dicen que es mucho más probable que las unidades simplemente obedecieran una orden de retirada.
Algunos combatientes rusos en otro canal bromean amargamente diciendo que la “operación militar especial”, como la denomina públicamente el gobierno ruso, “no tiene objetivos, solo tiene un camino”.
No solo hay preocupaciones sobre un liderazgo deficiente.
El equipo básico parece ser tan escaso que se ha tenido que apelar a la recaudación de fondos. Decenas de grupos de redes sociales públicas están reuniendo dinero para una amplia gama de kits, desde drones hasta medias y ropa interior.
Uno de ellos, llamado “Frente Popular”, dice que ha recaudado alrededor de 1.500 millones de rublos (unos US$17 millones) en los últimos tres meses y ya los ha gastado en uniformes, cascos y chalecos antibalas, así como en botiquines de primeros auxilios, binoculares y cámaras termográficas.
A pesar de esa recaudación de fondos, cientos de solicitudes han sido publicadas en internet por decenas de unidades militares, incluyendo pilotos de los aviones de combate más modernos de Rusia, para adquirir artículos específicos, como uniformes ignífugos, antorchas y radios de dos vías.
Pero el problema no es solo la falta de insumos, es la falta de soldados.
Si bien no hay signos de un reclutamiento obligatorio inminente, se ha impulsado uno que es descrito por el gobierno como una “movilización informal”, que comenzó poco después de la invasión a Ucrania.
El Ministerio de Defensa ruso comenzó a publicar, a principios de marzo, anuncios en sitios web de empleo populares, algo que, antes de la guerra, rara vez se hacía.
En un sitio web se enumeran más de 7.000 vacantes militares para artilleros, personal de morteros y otras funciones centradas en el combate.
Ninguno de los anuncios menciona la “operación militar especial” en Ucrania.
También se han repartido volantes con información sobre el reclutamiento por las puertas de las casas y se han exhibido en el transporte público y fuera de los bloques de apartamentos residenciales e incluso en hospitales psiquiátricos.
Centros de reclutamiento también han recurrido a llamar por teléfono a los soldados que se han ido o que se han retirado para pedirles que se reincorporen, dijeron a la BBC algunos de los contactados.
Un soldado que luchó en Chechenia en la década de 1990 dice que él y sus amigos fueron llamados tres o cuatro veces.
El hombre, que pidió permanecer en el anonimato, dice que finalmente accedió, pero luego se negó a firmar el contrato, desanimado por lo que parecían ser malas condiciones.
Posiblemente para hacer más atractiva la propuesta de servir, la duración mínima del contrato se redujo de tres años a tres meses, y el límite de edad superior para un primer contrato se elevó de 40 a 60 años.
Los salarios mensuales anunciados oscilan entre 100.000 y 450.000 rublos (US$1.139-US$5.125), una propuesta tentadora a pesar de los peligros del despliegue para aquellos con malas perspectivas laborales en áreas económicamente desfavorecidas del país.
Se cree que Rusia envía varias de estas unidades a Ucrania cada 10 días, luego de un entrenamiento de solo una semana o incluso menos.
Dos fuentes distintas que están en el frente de batalla le dijeron a la BBC que tales unidades, compuestas por militares contratados por corto plazo y combatientes del grupo mercenario Wagner, cuyo jefe fue filmado reclutando en una prisión central, constituyen el grueso de la fuerza de primera línea que Rusia posee actualmente.
Hay informes que señalan que es posible que no todos los que firman contratos lo hagan voluntariamente.
Activistas rusos de derechos humanos afirman que ha habido casos de hombres en Chechenia que han sido presionados por las autoridades para que se unan.
Periodistas independientes rusos han informado que también se han alistado hasta 500 convictos.
Un prisionero, Konstantin Tulinov, fue elogiado en los medios estatales tras morir en un combate en julio.
Tulinov había cumplido múltiples sentencias, la última por torturar a reclusos en prisiones rusas.
Si bien estos desafíos se discuten en grupos cerrados, no ha habido un reconocimiento oficial de la retirada.
En su canal privado de Telegram, el influyente reportero estatal de guerra Yevgeny Poddubny sugirió que la última derrota expuso problemas de larga data.
“La situación es realmente dura para nuestros soldados. Los problemas que se han discutido tanto en el espacio público como en reuniones confidenciales se han hecho evidentes”, dijo.
Pero no hay evidencia de que este mensaje esté llegando a la cúpula.
Poddubny y varios reporteros de guerra fueron vistos hablando brevemente con el presidente Vladimir Putin al margen del foro económico de San Petersburgo en junio.
Si bien no está claro exactamente qué lograron explicarle al presidente, la falta de suministros sigue siendo un problema clave para el ejército ruso.
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