“Europa no es una gran boutique”, sentenció el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky. La razón del comentario: los cancilleres de la Unión Europea acordaron que limitarán el acuerdo de visas con Rusia y que, en consecuencia, dificultarán la entrada de sus ciudadanos al espacio comunitario.
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Zelensky agregó: “Cuando los ciudadanos de un Estado que quiere destruir los valores europeos utilizan Europa para su entretenimiento o compras [...] mientras ellos mismos trabajan para la guerra o simplemente para esperar en silencio la caída inmoral de Rusia, [se vive una situación] contraria a aquello por lo que Europa está unida”.
Kiev pidió la prohibición general de turistas rusos en el bloque transcontinental, pero ello fue desestimado por Francia y Alemania. Las cifras, sin embargo, dan cuenta de importantes movimientos migratorios: según la BBC, desde que se inició la guerra entre Rusia y Ucrania, “más de un millón” viajaron a la UE.
Y cuando se barajó la posibilidad de sanción, cuenta el portal “El Debate”, se duplicaron las solicitudes de visa Schengen. La misma web señala que el sistema para conseguir “una cita de visa de la embajada” ya estaba golpeado por las “expulsiones diplomáticas recíprocas que han dejado a las embajadas europeas en Rusia con poco personal”.
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Posibles consecuencias
“Se están disparando a los pies”. Así calificó Alexander Glushko, viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, la nueva sanción impuesta por la Unión Europea.
De igual forma, el canciller ruso Dmytro Kuleba describió el castigo como “una medida a medias”.
Pero, ¿qué tan efectiva será la medida?
Marie Dumoulin, directora del programa Wider Europe en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, propone que el castigo es una ilusión, porque es falso argumentar que restringir los viajes de “los ciudadanos rusos vaya a tener algún efecto en las políticas de Moscú”. Ella escribe:
“Desplazarse a Europa ya era muy caro para la mayoría de los rusos, incluso antes de la suspensión de vuelos entre el país y los Estados europeos. Prohibir a los nacionales rusos viajar a la UE no los aislaría, simplemente buscarían otros destinos”.
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Además, argumenta, que los viajes que se han sucedido no han “hecho necesariamente que los rusos sean más receptivos con los valores occidentales”. Por el contrario, esta prohibición podría servirle a Moscú para sostener la narrativa de rusofobia.
La Deutsche Welle también se ha preguntado qué tan grande es el problema. Según Frontex, la agencia encargada de supervisar las fronteras europeas, la mayoría del millón de rusos que entraron a la UE desde el inicio de la guerra lo hicieron a través de Finlandia, Estonia y Lituania, países que se han alineado con el castigo.
Josep Borrell, jefe de la política exterior de la Unión Europea, argumentó que esta cifra es “un riesgo de seguridad para los Estados”.
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Habría, sin embargo, que anotar que la mayoría de los visitantes son turistas “que llegan por pocos días”.
DW escribe:
“La alta cifra de ingresos a la UE por tierra se explica porque ya no hay vuelos directos entre Rusia y el bloque comunitario. Por lo tanto, países como Alemania o Francia son mucho más difíciles de alcanzar”.
Y agrega:
“Grandes contingentes de turistas de Rusia se han registrado en Grecia y Chipre [...] Montenegro, país candidato a ingresar a la UE, y también un destino popular de muchos rusos, recibe ahora muchos menos turistas”.
Mientras tanto, Turquía mantiene su política de puertas abiertas sin necesidad de visa a los rusos.
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