Es un día caluroso y aunque Vasyl Velychko ha estado atado a una banca durante horas, nadie que escuche sus gritos lo desatará.
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El joven de 18 años es una de las miles de personas discapacitadas que viven en los orfanatos de Ucrania. La BBC obtuvo acceso a cinco instituciones y encontró abuso y maltrato generalizados, incluidos adolescentes inmovilizados y adultos acostados en cunas durante años.
Los investigadores de derechos humanos dicen que Ucrania no debería unirse a la Unión Europea hasta que cierre estas instituciones.
Antes de la guerra con Rusia, el gobierno ucraniano dijo que reformaría el sistema.
*Advertencia: algunos detalles de esta historia pueden herir la sensibilidad de los lectores.
Vasyl, quien tiene epilepsia y problemas de aprendizaje, vive en un orfanato en las afueras de la ciudad de Chernivtsí, en el suroeste de Ucrania.
El adolescente lleva un pañal. Se balancea hacia adelante y hacia atrás, emitiendo intermitentemente un grito largo y agudo, pero el personal no reacciona.
Están cansados, sobrecargados de trabajo y está claro que es más fácil -y aceptado- vigilar a los niños y jóvenes sujetándolos.
Una afluencia de evacuados del este ha ejercido más presión sobre el sistema, pero la forma en que las personas como Vasyl son tratadas en las instituciones de Ucrania son anteriores a la invasión rusa.
Junto a Vasyl yace otro joven. Sus manos están atadas con las mangas de su suéter. Sus ojos vacíos miran a la distancia y un charco de orina se ha acumulado debajo suyo.
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Estos discapacitados se encuentran entre los 100.000 niños y jóvenes que viven en orfanatos ucranianos, pero muchos de ellos ni siquiera son huérfanos.
La mayoría tiene familia pero termina viviendo en estos lugares debido a la falta de apoyo y servicios comunitarios.
La familia de Vasyl, por ejemplo, sintió que no tenían más remedio que renunciar a él.
Intentaron obtener un diagnóstico cuando era muy joven e incluso consultaron a un neurocirujano de Reino Unido para ayudarlo a obtener el apoyo que necesitaba.
Pero un sistema de atención social y de salud deficiente hizo que tuvieran problemas para mantenerlo en casa, pues tiene convulsiones regulares y puede volverse agresivo.
Al final, cuando tenía cinco años, las autoridades locales les dijeron que una institución era el mejor lugar para él.
“Es muy difícil ser padre de un niño discapacitado”, dice la madre de Vasyl, Maryna, mientras sostiene suavemente la mano de su hijo. Ella no cuestiona ni parece perturbada por el hecho de que Vasyl esté atado.
“Estoy orgulloso de ser ucraniano, pero necesitamos más apoyo del Estado.
“Si viviéramos en Reino Unido, nuestro hijo probablemente viviría con nosotros”.
Ella dice que los primeros años visitando a Vasyl fueron difíciles. “Regresábamos a casa llorando”, dice. Pero ahora han aprendido a vivir con la situación.
Ucrania tiene el mayor número de niños que viven en instituciones en Europa.
Son víctimas de un sistema de la era soviética que facilitó el proceso para que los padres entregaran a sus hijos al Estado.
Muchos en la sociedad ucraniana creían, y todavía lo hacen, que los niños discapacitados reciben una mejor atención en una institución.
La vecina Rumania ha cerrado muchos de sus orfanatos desde que se descubrió que los niños vivían en condiciones espantosas tras la revolución de 1989.
Pero en Ucrania, antes de la invasión rusa en febrero, se inscribía a unos 250 niños al día en una institución.
La red de casi 700 instalaciones recibe más de US$120 millones al año de parte del Estado, y emplea a 68.000 personas.
El gobierno ucraniano ha prometido una serie de reformas en los últimos años, reconociendo que su sistema de institucionalización necesita cambiar.
Hasta que la guerra hizo que los planes se detuvieran.
El gobierno había comenzado a trasladar a miles de “huérfanos” a hogares grupales de estilo familiar. Pero las personas con discapacidad están excluidas de estos planes.
El gobierno ucraniano no respondió a una solicitud de declaración sobre este asunto.
Eric Rosenthal, director ejecutivo del grupo de derechos humanos Derechos Internacionales de Discapacidad (DRI, por sus siglas en inglés), dice que las personas discapacitadas ahora son mercancías en “fábricas de discapacidad”.
Ha visitado cientos de estas instalaciones y dice que siempre está impactado y devastado por lo que encuentra.
Se nos muestra otra institución, aproximadamente a una hora en automóvil del orfanato de Vasyl, donde hombres discapacitados de entre 20 y 30 años viven en cunas para niños.
Hay un hombre de unos 30 años cuyas extremidades se han torcido debido a su vida en una cuna de la que rara vez sale, ni siquiera para comer. El personal los alimenta con cuchara a través de los barrotes.
Eric dice que los tobillos torcidos y huesudos de un hombre y las costillas sobresalientes son un signo de “desnutrición durante toda la vida”.
Él dice que la guerra no puede usarse como una excusa para una atención tan terrible, ya que las personas discapacitadas han sido desatendidas durante décadas.
De pie junto al hombre, Eric dice: “Está muriendo lentamente en esta cama”.
Las camas de madera están alineadas una al lado de la otra, fila tras fila. Las paredes pintadas de vivos colores chocan con la desolación de la vida de estos jóvenes.
No intentan liberarse, solo están desesperados por un poco de atención.
En la habitación del lado, Oleh ha estado acostado en la cama durante décadas. El hombre de 43 años fue enviado a esta institución cuando era un niño pequeño. Tiene parálisis cerebral, una condición que afecta el movimiento y la coordinación.
Con la atención adecuada, las personas con parálisis cerebral pueden vivir una vida plena e independiente.
Oleh entiende todo sobre el mundo que lo rodea, y su rostro se ilumina cuando ve a Halyna Kurylo, una de las investigadoras de DRI.
Él la reconoce de su última visita, hace siete años.
Oleh la saluda con una cálida sonrisa y nos presenta. Expresa sorpresa y emoción cuando se entera de que somos periodistas, sonriendo y preguntando nuestros nombres.
Sosteniendo su brazo demacrado, Halyna dice que está claro, por su mala condición física, que pasa la mayor parte de su tiempo en la cama.
“Simplemente me preocupa el potencial que no ha aprovechado, porque ha estado aquí toda su vida”, dice Halyna.
Antes de la guerra, Ucrania ya era uno de los países más pobres de Europa.
La pobreza y la falta de apoyo para las familias en dificultades contribuyen a la mentalidad de que estas instalaciones son necesarias.
Eso es lo que cree el director de la institución de Oleh, Mykola Sukholytkyi.
“Es mejor para los niños con discapacidades vivir aquí que con sus familias”, dice.
“En lugar de estar en familias disfuncionales donde pueden estar desatendidos, sin comida, aquí pueden beneficiarse de todo lo esencial”.
Eric dice que los miles de millones de dólares de ayuda internacional que se inyectaron en Ucrania durante la guerra también deberían usarse para cerrar orfanatos, ayudar a las familias a cuidar a sus hijos y construir una comunidad que acepte la discapacidad.
“Sabemos que no es necesario que existan orfanatos”, dice.
Teme que parte del dinero se gaste en el mantenimiento de las instituciones, y que después de que termine la guerra, “la atención internacional a Ucrania terminará y los orfanatos seguirán como están”.
Después de un día largo y caluroso en el patio de su orfanato, es hora de que Vasyl se despida de sus padres.
Todavía está atado. Todavía está gritando.
Maryna dice al salir que está “muy agradecida con la institución”.
Pero agrega: “Nuestros niños con discapacidades no deberían estar escondidos de la sociedad, detrás de estos altos muros”.
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