La sociedad ucraniana afronta la necesidad de integrar a miles de combatientes gravemente heridos y, a su vez, de recibir aportaciones como la de la fotógrafa Marta Syrko, que trata de subrayar la belleza de los soldados pese a sus miembros amputados o sus quemaduras masivas.
Fue el año pasado, en el Museo del Louvre parisino, cuando Syrko tuvo por primera vez la idea de crear una serie de retratos corporales de soldados ucranianos heridos.
“Me impresionaron las esculturas clásicas, que siguen teniendo un valor incalculable a pesar de que les falten miembros u otras partes del cuerpo”, explica a EFE en su estudio de una antigua planta industrial de Leópolis.
La fotógrafa, de 28 años, consideró que merecía destacarse el valor persistente de esos soldados, acreedores de un enorme respeto, pese a las heridas que les cambiaron la vida.
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Al principio, dudaba de si era apropiado mostrar los estragos físicos de la guerra tan desgarradamente. Temía que pudiera ser desmoralizador y perjudicar la movilización de la sociedad. Pero los amigos militares a los que consultó aprobaron su iniciativa.
Marta Syrko, fascinada por la belleza del cuerpo humano, fotografía a sus modelos casi sin ropa. No fue fácil encontrar a héroes dispuestos a prestarse a participar en esta serie.
“Nuestra sociedad es bastante conservadora respecto a la desnudez. Los militares son especialmente reservados al respecto, sobre todo en medio de una guerra”, explica.
Contribuyó a su tarea un primer modelo, Oleksandr Teren, quien se alistó en el ejército a raíz del inicio de la invasión rusa. Volvió con las dos piernas amputadas por debajo de las rodillas, tras un bombardeo en la región de Jarkov del pasado agosto.
Se conocieron en diciembre, en medio de los cortes de electricidad derivados de los ataques rusos contra infraestructuras energéticas, recuerda Syrko. Tuvieron que trabajar muy rápidamente en su gélido estudio.
En efecto, Oleksandr parece la estatua de un dios clásico en la foto, “poderoso y frágil al mismo tiempo”, como reconocieron muchos de los 118.000 seguidores de la cuenta de Syrko en Instagram.
Las reacciones a la iniciativa han sido más positivas con cada sesión de fotos, afirma Syrko.
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En la actualidad, los soldados heridos son mucho más visibles entre la opinión pública y en las calle, donde a diario se encuentra con personas a las que amputaron sus extremidades. Su reintegración, tanto física como psicológicamente, sigue siendo un reto.
Cuando Syrko conoció a sus primeros soldados con miembros amputados o rostros desfigurados, se sintió tan compungida que apenas podía hablarles.
Esta es la reacción que quiere ayudar a cambiar, tanto en sí misma como en los demás.
“No necesitan nuestra compasión y dolor. Necesitan nuestro apoyo e impulso para seguir su vida. Tenemos que ayudarles a llevar una vida normal, activa y social”, explica.
Syrko cree que ello es posible si cada uno aporta su grano de arena. Las sesiones de fotos ya han conseguido que algunos se sientan más a gusto y les han motivado para llevar una vida más activa.
La fotógrafa también ha querido demostrar que sus cuerpos pueden ser estéticamente agradables.
Mientras recorre las fotos de su último y séptimo modelo, Dmytro, de 23 años, que sufrió quemaduras mortales en el 70% de su cuerpo en combate, se detiene a comentar con ternura pequeños detalles.
A juzgar por los comentarios en Instagram, consigue transmitir su visión al público.
“Dmytro, eras un hombre guapo, y ahora eres simplemente hermoso. Tu cuerpo es una historia de valentía e indomabilidad”, reza uno de ellos.
Marta Syrko lleva mucho tiempo trabajando para la aceptación de la diversidad del cuerpo humano. Se con retratos de personas mayores, con sobrepeso o discapacitadas.
Se dedica a la fotografía desde los 15 años, cuando su abuelo ciego le regaló una cámara. La fotógrafa destina sus ingresos como profesional a financiar sus propios proyectos artísticos.
La guerra ha tenido un gran impacto sobre ella y sobre su trabajo creativo, dice, mostrando la sal que ha esparcido sobre las heridas en las copias impresas de los retratos. “Es una forma de recordar que, aunque cicatricen bien, las heridas nunca desaparecen”.
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