París. Sentada en su furgoneta blanca en el parisino Bosque de Boulogne, Romina, una prostituta transexual ecuatoriana, espera la llegada de clientes con un nudo en el estómago. Son muy pocos los que se atreven a venir desde el asesinato de su compañera, Vanesa Campos, una peruana muerta en manos de una “mafia”.
“Fue una noche horrible”, recuerda Romina, de 38 años, cuya larga cabellera negra desciende hasta sus pechos prominentes.
El 16 de agosto, varios disparos rompieron con el silencio de la noche en este parque de 9 km2, en el oeste de la capital francesa, conocido también por ser una zona en la que trabajan docenas de prostitutas.
“Yo escuché el sonido de las balas, el arma: ¡Pa!, ¡Pa!, ¡Pa!, ¡Pa! Así seguido, seguido”, cuenta a la AFP Romina.
Poco después, Vanesa fue hallada agonizando cerca de su refugio improvisado: unas sábanas tendidas entre arbustos donde recibía a sus clientes. Unos días más tarde, cinco de sus presuntos agresores fueron inculpados por asesinato.
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Vanesa, que llegó a Francia en el 2016, “vino en busca de una mejor situación para ayudar a su familia a salir de la miseria”, cuenta su compatriota Sandra.
“Lo único que le molestaba era que el trabajo era peligroso. Nunca iba sola. El bosque es oscuro, entras sin saber si vas a salir”, explica.
Francia adoptó en el 2016 una ley que penaliza la prostitución con multas a los clientes (1.500 euros, 3.750 en caso de reincidencia) que ha obligado a las prostitutas a trabajar en lugares más aislados, en los que están más expuestas a agresiones, según las ONG.
- '¿Qué esperan para hacer algo?' -
Según los primeros elementos de la investigación, Vanesa Campos fue asesinada cuando trató de impedir que unos ladrones robaran a uno de sus clientes.
Romina cuenta que la situación comenzó a degradarse en el 2013. “Al principio solo había un hombre” que rompía los vidrios de los carros mientras que estaban con las prostitutas para llevarse sus pertenencias.
Pero poco a poco “había más gente, se convirtió prácticamente en una mafia”, afirma. “Hicieron de este lugar su territorio”. Uno de ellos, pasando su dedo por el cuello, ya le había amenazado con matarla.
“Agredían a las chicas todos los días. A algunas hasta las violaban”, afirma Kouka García, presidenta de Pari-T, una asociación que apoya a las personas transgénero.
Algunos clientes hasta terminaban atacando a las prostitutas, convencidos de que eran cómplices de los ladrones, cuenta Romina.
En varias ocasiones, Romina y sus “compañeras” alertaron a la policía que, ante la falta de pruebas, no llevó a cabo investigaciones exhaustivas. “¿Qué esperan para hacer algo? ¿Que haya un muerto?”, le dijo un día a una agente.
Desde la muerte de Vanesa, la policía está más presente en este bosque, constató la AFP. Una presencia que tiene también desventajas, señala Romina. “Está bien que la policía nos esté cuidando más”, pero hay “muchos menos” clientes.La detención de los cinco sospechosos no ha calmado a las chicas. “Se sienten completamente perdidas, se preguntan quién las va a proteger. Algunas no logran dormir”, explica Giovanna Rincón, directora de Acceptess-T, otra asociación de defensa de los transexuales.“Las chicas tienen mucho, mucho miedo”, abunda Kouka García. Aunque algunas no han ido a trabajas en las últimas semanas, esta activista sabe que la mayoría regresarán, aunque sea con un nudo en el estómago. “No tienen alternativa, tienen que comer y pagar su alquiler”.
Fuente: AFP