“Me he reído al ver a la policía creerse tan astuta y hablar sobre estar en el camino correcto”, escribió uno de los asesinos en serie más famosos de la historia. En su infame carta “Querido Jefe” enviada a la Agencia Central de Noticias (CNA, por sus siglas en inglés) de Londres el 25 de septiembre de 1888, se presentaría a él mismo como Jack el Destripador.
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Un apodo conocido en todo el mundo, pero no necesariamente por lo sucedido en la capital inglesa a finales del siglo XIX sino por la inmensa industria cinematográfica y editorial que se generó alrededor de la historia.
Un aura llena de misterio e interrogantes que era de esperarse debido a la serie de vacíos que dejó la investigación en torno a este enigmático personaje del cual, más de 150 años después, aun se desconoce la identidad.
Prueba del interés por Jack el Destripador es que la escritora Sarah Bax Horton, tataranieta de uno de los policías que investigó los crímenes del Destripador, presentará el próximo mes un libro en el que asegura revelar la verdadera identidad del asesino.
EL ORIGEN DE LA LEYENDA
Cuando la carta de Jack el Destripador llegó a las oficinas de la CNA ya se habían reportado dos asesinatos en el peligroso barrio de Whitechapel, al este de Londres.
La primera víctima fue identificada como Mary Ann Nichols, cuyo cadáver fue hallado en la calle el 31 de agosto de 1888. La mujer había sido degollada y el cuerpo mostraba signos de brutalidad, como cortes en los costados y punzadas en diferentes partes del cuerpo.
Ocho días más tarde, el cuerpo de Annie Chapman fue hallado en circunstancias similares. Degollada, con el abdomen destapado, los intestinos expuestos y parte del útero removido.
Ambas víctimas eran prostitutas de la zona. La brutalidad de los asesinatos y otros crímenes sin resolver en la zona llevaron a que la policía determinara que se encontraba detrás de un asesino en serie.
Pese a que desde entonces las autoridades iniciaron una amplia investigación que incluyó entrevistar a más de 2 mil vecinos de la zona, investigar a 300 de ellos y detener a por lo menos 80 sospechosos, nunca mostraron resultados convincentes.
Los macabros ataques de Jack el Destripador, por otro lado, nunca cesaron. Después del asesinato de Chapman siguieron los de Elizabeth Stride y Catherine Eddowes, ambos el 30 de septiembre; y el de Mary Jane Kelly, el 9 de noviembre.
Además, la cobertura que recibió el caso por parte de la prensa llevó a que muchos imitadores se hicieran pasar por el asesino y comenzaran a enviar cartas a las autoridades asegurando ser Jack el Destripador, dando pistas falsas sobre él o simplemente ofreciéndose como voluntarios para atraparlo.
El inmenso volumen de información recibido por la policía y la prensa, sumado a los escasos recursos tecnológicos de la época hicieron que el caso sobrepasara a todas las autoridades. Hasta la fecha los expertos en el tema se debaten sobre qué pruebas son realmente verdaderas y cuáles no.
Por ejemplo, se ha conseguido un frágil consenso sobre la cantidad de víctimas que habría asesinado Jack: serían las cinco mencionadas en este artículo, a quienes se denomina víctimas canónicas; pero, hay sospechas de que habría estado detrás de una centena de homicidios en los años anteriores a la matanza de Whitechapel.
Otro consenso se consiguió sobre las cartas. Se estima que Jack el Destripador envió tres misivas, siendo la primera de ellas “Querido Jefe”, seguida de “Jacky Descarado”, una postal con el dibujo de un cuchillo y la frase “volverás a oír de mí”, que fue enviada el 27 de septiembre a la CNA.
Finalmente está “Desde el infierno”, una carta enviada a George Lusk, el jefe del Comité de Vigilancia de Whitechapel, el 1 de octubre de 1888. Es, de lejos, la más aterradora de las cartas del asesino, pues llegó acompañada de un pedazo de riñón que Jack habría extirpado de una de sus víctimas.
Un análisis médico de la época confirmaría que se trataba de un órgano humano pero no se pudo determinar a quién pertenecía.
ASESINO SIN ROSTRO
Después del homicidio de Mary Jane Kelly los crímenes de Jack el Destripador cesaron repentinamente. Las autoridades nunca pudieron perfilar al asesino ni encontrar pruebas suficientes para culpar a cualquiera de los cerca de 100 sospechosos que manejaron durante esos meses.
Todos estos ingredientes se conjugaron entre sí para convertir al caso en uno de los mayores misterios policiales de todos los tiempos. Algo que fue rápidamente aprovechado por la industria del entretenimiento.
Hay un sinfín de películas, series y libros donde se menciona o incluso basados en su totalidad en los asesinatos de Jack el Destripador. Dentro de los textos, sin embargo, hay un subgénero bastante especial, el de quienes decidieron seguir investigando sobre el asesino.
En ese sentido, uno de los textos mejor calificados de los últimos años es “The Complete Jack The Ripper” (Jack el Destripador por completo, en traducción no oficial), del exagente de la Policía Metropolitana de Londres Donald Rumbelow.
En su obra, Rumbelow repasa los crímenes, las investigaciones y las leyendas tejidas en torno a la figura de Jack el Destripador. Como parte de sus conclusiones más llamativas se encuentra el hecho de considerar una muerte más como canónica, la de Martha Tabram, ocurrida el 31 de agosto de 1888; además, aclara que su última víctima, Mary Jane Kelly, no era prostituta, por lo que rompería uno de los principales patrones que se atribuyen al Destripador.
Rumbelow también considera que el asesino era una persona con contactos en el cuerpo de policía, lo que le permitía estar constantemente adelantado a las autoridades. Además, sugiere que habría tenido conocimientos médicos por los cortes y extracciones que realizó a sus víctimas.
Pese a sus conclusiones, Rumbelow no se aventura a señalar al posible hombre detrás de la leyenda, aunque considera a Aaron Kosminski como el más probable dentro de la lista de sospechosos.
Kosminski, un barbero polaco de 23 años al momento de los crímenes, fue incluido en la lista de sospechosos porque sufría de trastornos mentales y tenía antecedentes de agresiones a mujeres. Sin embargo, las autoridades nunca encontraron pruebas en su contra y, con el tiempo, muchos expertos aseguraron que incriminarlo podía responder al creciente antisemitismo de la época.
Otros nombres que se han manejado a lo largo de la historia son los del doctor Montague John Druitt, quien también sufría de trastornos mentales y se suicidó poco después del último asesinato; el barbero polaco George Chapman, preso por asesinar a tres mujeres en 1891; el doctor escocés Thomas Neill Cream, preso por asesinar a cuatro mujeres en 1892; o el pintor Walter Sickert, conocido por ser una persona extremadamente violenta que vivía en el barrio de Whitechapel al momento de los asesinatos.
A esta lista ahora habrá que añadir el nombre de Hyam Hyams, un cigarrero local que tenía 35 años en la fecha de los crímenes y que es señalado por Bax Horton como el verdadero Jack el Destripador.
La autora asegura haber basado su investigación en registros médicos de la época, donde describían al asesino como un treintañero con un brazo rígido y problemas en las rodillas. Hyams sufría una lesión que le impedía “doblar o estirar” el brazo izquierdo; además, documentos de hospitales y psiquiátricos de la ciudad dan cuenta de que tenía un problema a la rodilla y que sufría de epilepsia.
La autora halló además similitudes entre su estatura y complexión y las descripciones de los testigos.
Hyams figuraba en la lista de sospechosos que manejaba la policía en el siglo XIX, pero según Bax Horton “nunca antes se había estudiado a fondo” su perfil. Según su investigación, el hombre fue internado en 1889 en un manicomio y murió en 1913.
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