Las dificultades de las familias británicas para pagar las comidas de los niños en la escuela

Es casi mediodía en el comedor de la escuela primaria St Mary, en el sur de Londres, donde algunas familias tienen dificultades para pagar el almuerzo de sus hijos.

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Los escolares, con uniforme azul, llegan en filas. Algunos toman una bandeja con pollo y verduras, la especialidad del día, y se sientan alrededor de las mesas de plástico. Otros comen un almuerzo frío, traído de casa.

Muchos de los alumnos de esta escuela proceden de familias pobres, y la mitad de ellos reciben una comida gratuita en el comedor, financiada por el gobierno.

Pero no todos los hogares cumplen los requisitos y, en plena crisis económica, algunos padres tienen dificultades para pagar el almuerzo de 2,40 libras (un poco menos de tres dólares o euros).

Claire Mitchell, subdirectora del centro, afirma que la situación económica de las familias ha empeorado desde la pandemia, y no ha hecho más que agravarse con la crisis del aumento de precios.

“Las familias han perdido sus empleos u horas de trabajo. (...) Y en una ciudad como Londres, donde los precios no paran de subir, no pueden llegar a fin de mes”, dice.

La inflación en el Reino Unido se acerca al 11%, y los precios suben mucho más en las facturas de energía o los alimentos.

Los más vulnerables son los más afectados.

Los medios británicos recogen historias de todo el país de profesores e incluso niños que comparten la comida con alumnos que no tienen casi nada en sus fiambreras.

St Mary’s tiene su propio banco de alimentos, y cada vez son más los padres que piden poder venir a recoger provisiones, dice Mitchell.

Pero sabe que otros ocultan sus dificultades económicas por orgullo o miedo al estigma.

“Vivimos en una de las ciudades más prósperas del mundo, es chocante”, afirma.

Según la organización benéfica The Sutton Trust, que realizó una encuesta entre los profesores, el número de niños cuyas familias ya no pueden permitirse pagar los almuerzos escolares ha aumentado en la mitad de los colegios públicos de Inglaterra como consecuencia de la crisis del coste de la vida.

- Repercusiones a largo plazo -

“Hay que ganar un máximo de 7.400 libras al año, además de las prestaciones sociales, para tener derecho a comidas escolares gratuitas, lo cual es un límite demasiado bajo”, dice a la AFP Stephanie Slater, fundadora de la organización benéfica School Food Matters.

La asociación Child Poverty Action Group (CPAG) calcula que 800.000 niños pobres de Inglaterra no pueden optar a comidas escolares gratuitas debido a criterios restrictivos.

Tanto CPAG como School Food Matters reclaman la gratuidad de las comidas en las escuelas públicas inglesas, “como ocurre en algunos países europeos como Finlandia”. También hay muchos que piden la ampliación de los criterios para acceder a las ayudas.

En el resto del Reino Unido, Gales y Escocia avanzan hacia esta solución, y en Londres algunos distritos han tomado la iniciativa de financiarlos.

Pero el gobierno de Rishi Sunak se mantiene inflexible.

“Más de un tercio de los alumnos de Inglaterra reciben comidas gratuitas (...) y estamos ampliando el programa nacional de desayunos escolares con una inversión de 30 millones de libras”, declaró a la AFP una portavoz del Gobierno.

Los profesionales señalan que ir a la escuela con hambre puede tener repercusiones a largo plazo.

“Obviamente, hay muchos factores que hacen que los alumnos tengan dificultades en la escuela, pero el hambre desempeña un papel importante en que los niños tengan dificultades para concentrarse”, señala Claire Mitchell, subdirectora de St Mary’s.

“Puede impedirles alcanzar su potencial” y limitar sus perspectivas de futuro, lamenta.