Antes de que Vladimir Putin ordenara este lunes el envio de tropas a las regiones rebeldes de Donetsk y Luhansk, hubo varios esfuerzos globales para pacificar la región.
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Uno de estos esfuerzos fue llevado a cabo por Francia, que desmpolvó un estancado acuerdo de paz con la esperanza de ofrecer una salida a las tensiones.
El llamado Protocolo de Minsk, alcanzado entre Rusia y Ucrania en 2014, tenía el objetivo de poner fin al conflicto entre separatistas prorrusos y combatientes ucranianos que estalló ese año en el este de Ucrania.
Pero después de que Putin reconociera este lunes como Estados independientes a las regiones rebeldes, los líderes occidentales acusaron al presidente ruso de poner fin a los acuerdos de Minsk.
“El reconocimiento de los dos territorios separatistas en Ucrania es una flagrante violación del derecho internacional, la integridad territorial de Ucrania y los acuerdos de Minsk”, escribió en un tuit Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
“La Unión Europea y sus socios reaccionarán con unidad, firmeza y determinación en solidaridad con Ucrania”, agregó.
El primer ministro británico Boris Johnson, se mostró igualmente contundente.
“Esto claramente infringe el derecho internacional, es una violación flagrante de la soberanía y la integridad de Ucrania”, dijo Johnson en una conferencia de prensa.
“Es un repudio al proceso de Minsk y los acuerdos de Minsky... Creo que es un mal augurio y una señal muy oscura”, agregó.
Pero ¿cómo surgió este acuerdo de paz? Y ¿tuvo en algún momento tuvo la posibilidad de ser exitoso?
A principios de 2014, después de que las protestas masivas en Ucrania derrocaran a un presidente pro-Moscú, Rusia invadió y anexionó la península ucraniana de Crimea, una medida que tanto Europa como Estados Unidos consideraron ilegal.
Poco después, combatientes separatistas se apoderaron de las regiones de Donetsk y Luhansk, en el este de Ucrania, en la frontera con Rusia, donde proclamaron sus “repúblicas populares”.
Tanto los funcionarios ucranianos como occidentales siempre han sostenido que Rusia armó y apoyó a los separatistas de Donetsk y Luhansk, pero Moscú siempre lo ha negado.
El acuerdo original, alcanzado entre Rusia y Ucrania en septiembre de 2014, fue firmado después de extensas conversaciones en Minsk, la capital de Bielorrusia, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).
El acuerdo se estableció como una hoja de ruta para poner fin a los enfrentamientos en Donestk y Luhansk, y normalizar el estatus de las dos regiones, conocidas colectivamente como el Donbás.
El acuerdo fue alcanzado tras varios intentos de poner fin a los combates y, tras su firma, se acordó un alto el fuego inmediato con un protocolo de 12 puntos para solucionar el conflicto.
Pero el acuerdo fracasó rápidamente, con violaciones de ambas partes.
Las negociaciones de paz, sin embargo, continuaron. Y tras maratónicas conversaciones entre Putin y los líderes de Ucrania, Francia y Alemania, en febrero de 2015 se llegó en Minsk a un nuevo acuerdo de alto el fuego.
El nuevo consenso estableció un nuevo cese el fuego inmediato y bilateral, el retiro de todo el armamento pesado de ambos bandos, una hoja de ruta para llevar a cabo elecciones locales y la amnistía de los dirigentes involucrados en el conflicto.
Sus términos también establecían la liberación de rehenes y personas detenidas ilegalmente y una reforma constitucional en Ucrania con la adopción de una nueva Constitución para fines de 2015.
Esto significaba que Ucrania otorgaría a las dos regiones una autonomía significativa a cambio de recuperar el control de su frontera con Rusia.
Pero el nuevo acuerdo también fracasó y los combates se reanudaron rápidamente.
Las últimas conversaciones entre los líderes de Ucrania, Rusia, Francia y Alemania sobre el acuerdo de Minsk fueron en 2019.
Pero los combates en el este de Ucrania entre los separatistas y las fuerzas ucranianas han continuado y se han cobrado unas 14.000 vidas.
La región, que antes de 2014 era el motor industrial de Ucrania, está extensamente dañada y más de dos millones de personas han quedado desplazadas.
¿Por qué fracasó el Protocolo de Minsk?
Putin siempre dijo que Ucrania no tenía intención de implementar los términos del acuerdo.
Ucrania había buscado enmiendas al consenso, que se negoció después de una serie de pérdidas militares.
También señaló que consideraba que el acuerdo se había negociado bajo términos rusos y le daría a Moscú el poder de influir en la política exterior de Ucrania y socavar su soberanía.
Por su parte los líderes ucranianos indicaron que los términos del acuerdo actual, si se implementaban, provocarían disturbios y caos.
Estados Unidos y otros aliados europeos habían expresado su apoyo al acuerdo y habían pedido a todas las partes que cumplieran con su parte del trato.
Pero ahora Estados Unidos, Reino Unido y Europa acusaron a Putin de poner fin al acuerdo después de que Moscú reconoció a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk como Estados independientes.
La interpretación que tenían Kiev y Moscú sobre los acuerdos de Minsk siempre fue fundamentalmente diferente.
El gobierno ucraniano los veía como una forma de volver a unir a Ucrania y restaurar completamente la soberanía del país, aunque admitió otorgar ciertos poderes delegados a las dos regiones separatistas.
Moscú, por su parte, creía que los acuerdos llevarían a un proceso que establecería un gobierno alineado con Rusia en Luhansk y Donetsk.
Y también consideraba que los acuerdos otorgarían un estatus especial a las regiones separatistas antes de volverse a reunir com el resto de Ucrania. Con esto, Moscú creía que podría retener su influencia sobre el país.
Esta divergencia de interpretaciones fue lo que Duncan Allen, exdiplomático e investigador asociado del Programa de Rusia y Eurasia del centro de estúdios Chatham House en Londres, llamó “el enigma de Minsk”.
“Los acuerdos de Minsk se basan en dos interpretaciones irreconciliables de la soberanía de Ucrania: ¿Es Ucrania soberana, como insisten los ucranianos, o debería limitarse su soberanía, como exige Rusia?”, escribió Allen en mayo de 2020 en el sitio web de Chatham House.
“En lugar de tratar de resolver una contradicción irresoluble, los políticos occidentales deberían reconocer la dificultad del enigma de Minsk”, agregó el analista.
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