La relación entre Caracas y Bogotá está de vuelta. No se sabe hasta qué punto ni con qué efectos. Pero la intención de reconectar los dos países, incomunicados por 7 años, es evidente.
La expectativa es enorme. El rompimiento de relaciones diplomáticas y comerciales afectó a millones de colombianos y venezolanos que vivían en ambos lados de la frontera. Décadas de intercambio se convirtieron en una economía negra que pasaba por canales ilegales.
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“Esta frontera no se puede volver a cerrar por diferencias políticas”, dice Carlos Luna, un líder empresarial en Cúcuta. “Acá se dividió a un pueblo y se volvió un pecado pensar que Venezuela estaba al lado nuestro. La afectación ha sido inmensa”.
Desde que llegó a la presidencia, Gustavo Petro dio gestos hacia una normalización de las relaciones: envió al canciller a reuniones con altos funcionarios venezolanos y anunció un embajador. Además, devolvió el control de la empresa venezolana de fertilizantes Monómeros al gobierno de Nicolás Maduro, que en 2019 el presidente Iván Duque transfirió a la oposición liderada por Juan Guaidó.
Pero quienes más interesados parecen estar en una reapertura política son los gestores de la economía: pequeños y medianos comerciantes, grandes productores e importadores y exportadores de toda índole.
En 2006, el intercambio comercial entre Colombia y Venezuela sumaba casi US$2.000 millones, según cifras oficiales. En 2008 se llegó a los US$5.000 millones. Ahora no supera los US$300 millones y la meta de la nueva relación, según el embajador colombiano Armando Benedetti, es llegar a los US$10.000 millones.
“Va a ser una relación distinta a la de antes”, dice Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras, la principal asociación empresarial de Venezuela. “Porque la economía venezolana se redujo, el consumidor cambió, nuestra capacidad importadora es menor y ya no podemos exportar lo que antes nos distinguía, como acero, aluminio o petroquímicos”.
Si bien la economía venezolana se redujo en un 80% en una década, durante los últimos dos años ha habido un pequeño repunte de consumo, producción e importaciones debido a la dolarización y la flexibilización de controles estatales.
Colombia, entonces, puede impulsar ese repunte en plena normalización de relaciones. Y puede hacerlo, al menos en el mediano plazo, en tres ámbitos.
Los principales afectados por el cierre fueron los comerciantes a ambos lados de estos de 2.200 kilómetros de frontera: cambistas, vendedores y compradores de alimentos y productos de limpieza, proveedores de materiales de construcción y un largo etcétera de pequeños negocios.
Pero la reapertura puede tener efecto más allá de la zona fronteriza: “Si partimos de una relación complementaria, en Venezuela hay un auge de productos que se empezaron a producir durante la crisis, parte de una economía de la subsistencia, que ya pueden desarrollar cierta capacidad de exportación”, dice Fernández, de Fedecámaras.
El líder empresarial señala que se han consolidado varios laboratorios venezolanos tras la partida de internacionales que pueden producir medicinas, que hay alimentos procesados que pueden apelar al mercado nostálgico de los 2 millones de venezolanos que hay en Colombia y que surgieron varias empresas de productos de aseo personal, entre otras cosas.
Sin embargo, es probable es que sean muchos más los productos colombianos los que viajen a Venezuela, con el incentivo de que serán más baratos que si se traen de, por ejemplo, China.
“Muchas franquicias colombianas van a tener la oportunidad de entrar en Venezuela, un país que tiene muchos nichos disponibles”, dice Carlos Eduardo Durán, presidente de la Cámara Venezolana de Franquicias.
Luis Vicente León, un consultor y economista cercano al empresariado, asegura que el primer interés de los empresarios venezolanos será comprar materias primas e insumos para sectores concretos que hoy esperan producir en Venezuela.
“Y lo segundo que puede ocurrir -continúa León- es que los empresarios venezolanos usen infraestructura colombiana para evadir las sanciones y traer productos no solo a mejor precio, sino de manera más regular”.
En efecto, las sanciones que Estados Unidos y otros países impusieron al gobierno de Nicolás Maduro afectaron la capacidad de intercambio comercial del país con el resto del mundo. Colombia, que por el contrario mantiene una estrecha relación comercial con el mundo capitalista, puede ser un puente.
“Eso te permite reducir los costos y los tiempos para traer importaciones a Venezuela. Y eso genera una oportunidad para los sectores del transporte para ambos países”, explica León.
Juan Nicolás Garzón, experto en relaciones internacionales de la Universidad de La Sabana, en Bogotá, añade: “En transporte puede haber un gran auge tras la reapertura, no solo de bienes, sino también de personas a través de las aerolíneas”.
Por otro lado, hay obras ya construidas que pueden, en el mediano plazo, generar un intercambio entre ambos países.
Fernández, de Fedecámaras, recuerda que hay infraestructura para exportación de gas y electricidad, que tradicionalmente habían ido de Venezuela a Colombia y ahora puede ocurrir al contrario.
Las conexiones en ambos rubros ya están: hay un gasoducto y una red eléctrica que conecta a ambos países. “Solo habría que reinstalar las cosas dañadas y ahí se abre una oportunidad”, dice Fernández.
El gobierno de Petro dijo que Colombia podría importar el gas de Venezuela, pero el rechazo de una parte importante de la comunidad empresarial, que tras años de esfuerzo hoy abastase al país con gas colombiano, hizo que el oficialismo se echara para atrás.
Por otro lado, Luna, de la Cámara empresarial de Cúcuta, está proponiendo que el Puerto de la Ceiba, en el Lago Maracaibo, sea remodelado por inversionistas colombianos y sirva de punto de partida de exportaciones que salen del centro del país, evitando ir hasta la costa caribeña.
“Hay que darle un valor agregado a la apertura de relaciones, pasar del intercambio a la generación de nuevas facetas de la relación”, señala.
Todos los actores consultados destacaron el hecho de que la economía venezolana ya no es la misma del pasado, aquella volcada a la producción y exportación de petróleo como fuente principal, si no única, de los ingresos del país.
Pero la crisis venezolana generó una oportunidad para su economía rentista: la posibilidad de diversificarse tras un siglo de explotación petrolera.
“Colombia importa unos US$4.000 millones en productos de otros países que podrían venir de Venezuela”, dice Luigi Pisella, presidente de Conindustria, en Venezuela, en referencia a productos químicos, de metalmecánica, alimentos y medicinas.
“A pesar de todos los problemas, Venezuela ha desarrollado capacidad de exportar, en más o menos grandes cantidades, rones, cacao, camarones, cangrejo y frijoles, productos que nunca pensamos que podríamos vender”.
“Diversificar la economía venezolana siempre fue como un mito y ahora estamos viendo que hay chance de vender algo que no sea petróleo”, dice Pisella.
Todos los expertos consultados se mostraron optimistas del acercamiento entre Caracas y Bogotá. Pero el escepticismo también es recurrente.
Por un lado, hablan de la seguridad jurídica: “La rehabilitación de la infraestructura venezolana, por ejemplo, es lento y complejo y no tengo tan claro que el sector privado colombiano tenga la iniciativa de ayudar en ello, no solo porque es costoso, sino porque quién garantiza la estabilidad jurídica”, dice Garzón.
Venezuela todavía debe cerca de US$300 millones a empresarios colombianos cuyas operaciones en el país fueron interrumpidas por expropiaciones o demandas, según recordó el ministro de Comercio de Colombia, Germán Umaña Mendoza.
Por otro lado, la recuperación venezolana es limitada. Solo el 31% de su capacidad productiva está activa. Y si Colombia sufre en este momento por la inflación, la devaluación y el pago de deuda, Venezuela está en una situación mucho peor.
La relación, pues, inevitablemente será desigual. “En este momento estimamos que la relación está en un 90-10”, dice Pisella, de Conindustria. Por 200 productos que exporta Colombia, Venezuela exporta apenas 20. “Pero si pasamos a 80-20, es un éxito”.
“Y es que así sea desigual, Venezuela necesita el estímulo, sobre todo por un problema de producción interna que le obliga a pagar por los productos importados precios demasiado altos”, dice León.
El proceso no será automático ni estará exento de obstáculos, pero la histórica relación complementaria entre Colombia y Venezuela tiene la posibilidad de, si acaso, rememorar con hechos sus años de esplendor.
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