Mike Nicolás Durán, un jovial bogotano de 30 años que vive en Medellín, fue el primer colombiano en ser identificado como una persona transexual en el registro civil.
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Tras una odisea legal de dos años que contó con la asesoría de Alejandro Diez y Manuela Gómez, abogados del grupo de sexualidad diversa del consultorio jurídico de la universidad EAFIT, el 7 de mayo de este año Mike celebró la T en la inscripción como quien se ganó la lotería.
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Ahora, sin embargo, está en vísperas de saber si ganó su última batalla: que su cédula también lo identifique con una T.
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“Yo no soy ni hombre ni mujer, soy trans y necesito que mi cédula lo diga para que se respete mi integridad y mi dignidad”, le dice a BBC Mundo.
El género trans en los documentos de identidad ya existe en países como Chile, México y Argentina. “Pero en Colombia, que es el país donde te piden la cédula para todo, estaba pendiente”, dice Durán.
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Juli Salamanca, de la fundación Red Comunitaria Trans, celebra el caso de Mike como “un triunfo político para el movimiento trans, un paso hacia la igualdad de derechos”, pero añade que “el reto es pasar de lo simbólico a lo material, porque su implementación (para todos y todas) será una prueba para las instituciones”.
Mike Nicolás dedicó dos años a llamar, mandar cartas y radicar documentos; interpuso dos acciones legales —conocidas como tutelas— que debió impugnar e insistió de todas las formas posibles para que le reconocieran su género no binario en los documentos de identidad.
Él sabe que la lucha no es solo por su propio bien.
En Colombia piden cédula para todo, desde para entrar a un edificio hasta a un banco.
Y yo, cada vez que voy a un banco, llego con el miedo de si me van a atender o no, porque cada vez que yo muestro mi cédula, la gente me mira como un bicho raro, (como pensando): “Acá dice que es mujer, pero usted parece un hombre”.
Entonces sí o sí tienes que cambiar de cédula cuando haces una transición de género.
Porque, en mi caso, colocar una M tampoco está bien, porque si un policía me quiere requisar, por ejemplo, tengo que soportar que toque mis genitales.
Entonces, para proteger mi integridad y dignidad, una M o una F en la cédula no sirve: necesito la T.
Uno nunca termina de conocerse: cada día vas aprendiendo cosas nuevas. Y al irme conociendo me di cuenta que los no binarios existen, que tú puedes ser hombre con cuerpo de mujer o mujer con cuerpo de hombre sin tener que tomar hormonas o tomando.
Es decir: no hay una forma correcta de ser o no ser, porque la diversidad es algo que no se puede encerrar en un solo círculo.
Así fue como me di cuenta de que, si la ciencia me reconoce como persona trans, ¿por qué el Estado no lo hace?
Un decreto de 2015 les dio a las personas trans la posibilidad de cambiar la referencia a su género en sus documentos, pero las trabas en el proceso burocrático han impedido que la ley se cumpla.
Además, la T no estaba tipificada en el sistema de la Registraduría Nacional del Estado Civil y, en el caso de Mike, varias veces les dijeron a los abogados que no podían cambiar todo un sistema de registro nacional por una sola persona.
“Tenemos que continuar haciendo una veeduría para que las instituciones reconozcan las implicaciones de la T en el registro de nacimiento en áreas como la salud, educación, el servicio militar, entre otras”, dice Salamanca, la activista trans.
Algo que me gusta de mí ahora es mi voz, porque no es tan femenina ni tan masculina. A veces es un poco más lo uno y a veces más lo otro. Esa es la diversidad que a mí me gusta y me representa.
Para nosotros no hay nada más importante que nos reconozcan e identifiquen tal y como somos: no como hombres que ahora son mujeres o mujeres que ahora son hombres, sino como personas trans, punto.
Mike nació en Bogotá bajo el nombre de Eliana Mayerli. Allí tuvo a su primer hijo a los 15 años, luego tuvo otros dos y pasó 11 años con el padre de ellos.
Desde niño ha tenido una enfermedad cerebral y otra en los ojos. Y cuenta que fue por eso, además de por su proceso de transición de género, que dejó el trabajo al que se dedicó por una década: la vigilancia.
Hoy estudia inglés con una beca con la intención de irse a vivir a Canadá y tiene esposa: Linda María Cáceres, una estilista a la conoció casi al tiempo que empezó a tomar hormonas, en 2019.
Cáceres, así como los abogados de EAFIT, ha sido un acompañamiento clave en todo el proceso y le ha insistido en seguir luchando por sus derechos a pesar de todos los obstáculos legales y de salud.
Estuve 11 años viviendo una vida que quizás no quería, porque estaba ocultando mi propia identidad, hasta el punto de que explotó y la depresión me empezó a ganar. Llegué a pensar que me quería suicidar.
Eso, pensé, les podía generar problemas a mis hijos, y por eso hace siete años tomé la decisión de irme para Medellín.
Apenas llegué acá salí como lesbiana. La gente me dejó de llamar Eliana y apareció una nueva persona que se llamaba Mayerli.
Pero a medida que pasó el tiempo me di cuenta de que me gustaba más lo masculino, un estilo más brusquito, más de niño.
Y mi pareja de ese momento, una mujer, me decía que no me cortara el cabello. Pero sobrepuse el amor propio, me corté el cabello y empecé una nueva vida con el nombre de Mike Nicolás.
Cuando les quise contar a mis hijos de mi transición y la posibilidad de hacerme las cirugías, el mayor me dijo que él ya sabía que yo quería ser hombre. Me dijo que era normal, porque toda la gente cambia.
Eso fue el impulso más importante para tomar la decisión de cambiar.
Por la histerectomía —una cirugía para extirpar el útero— y una mastectomía con la que se le removió el tejido mamario, Durán no pagó un peso, gracias a que son tratamientos incluidos en el paquete de su prestador de salud.
En Colombia, así como en varios países de América Latina, la ley exige a las entidades de salud pública brindar el servicio de cambio de sexo, incluyendo el tratamiento hormonal.
Mike, a pesar de haber tenido que pelear contra la burocracia, logró hacer su transición en apenas un par de años y sin tener que pagar.
La presión social por mantener mi vida como era fue muy fuerte: me decían que era bonita, que lo mío era un problema psiquiátrico, que estaba poseída, que esto era una obra de satanás.
Me han dicho tantas cosas, que si yo fuera débil, me habría hecho daño a mí mismo o me habría echado para atrás. Yo digo que por eso es que muchos trans se suicidan.
Pero al final yo fui cogiéndole gusto, un sabor, a que la gente me mirara como el raro en la calle, porque me siento original, me siento diferente.
Ya no tengo problema con que me digan que estoy loco, que estoy endemoniado, porque esa es la forma de que la gente se eduque y entienda que los trans somos parte de la sociedad.
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