A Cristina Kirchner le apuntaron con una pistola, pero el magnicidio falló. Sus simpatizantes acusan a una supuesta persecución de la derecha, mientras que sus detractores consideran que se trata de una distracción, treta para limpiarla de las acusaciones de corrupción por la causa Vialidad (por la que piden cárcel e inhabilitación de por vida para cargos públicos). Las teorías conspirativas están a la orden del día.
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Los críticos de la vicepresidenta de Argentina destacan el mal trabajo de los policías federales, encargados de cuidarla. Según “La Nación”, los procedimientos más cotidianos constan de “anillos o perímetros” para evitar que desconocidos se acerquen demasiado. Pero la noche del jueves, cuando Fernando Andrés Sabag Montiel disparó contra CFK, no se operó de acuerdo al manual.
“Solo hubo un cordón de efectivos de la Policía Federal, de civil, que en lugar de vigilar el entorno para buscar alguna eventual amenaza, se dedicaban a mirar a la vicepresidenta, en actitud pasiva y solo para contener a los manifestantes”, escribe el medio.
La seguridad no actuó adecuadamente, sobre todo porque hace un par de días, “un repartidor se acercó al grupo de simpatizantes de la vicepresidenta” y los “amenazó con una llave francesa”.
¿Estaba cargada?
“La Nación” también ha escrito sobre la falla en la Berca calibre 32. Se sabe que Sabag Montiel disparó -según la policía, el arma “estaba apta” y “tenía balas en el cargador”-, pero no tuvo éxito. Entonces, dice el medio, que la teoría más lógica es que “no disparó porque no había una bala en la recámara”.
Sin embargo, agrega, hay dos situaciones que explicarían la errata. Al ser una pistola que se produjo entre 1973 y 1978, existe la posibilidad de que el fulminante haya estado muy desgastado. De igual forma con la aguja percutora.
Para los que notaron en el video del atentado que el cargador no estaba bien puesto (“si el arma estaba así en el momento del disparo, podría explicarse la ausencia de bala en la recámara, ya que al ciclar la corredera no se habría alimentado el proyectil”), “La Nación” lo confirma. Y escribe: “Quizás el tirador trató de cargarla a escondidas, hizo el movimiento con la corredera y, cuando fue a disparar, no tenía bala en la recámara”.
¿Una verdad menos atractiva?
Parece que el autor del atentado, Andrés Sabag Montiel, era un lobo solitario, de esos que, aparentemente, trabajan solos. El hombre de 35 años y de nacionalidad brasileña, ya fue detenido y las redes sociales se encargaron de rastrear su actividad.
La policía también buscó en su casa y, al entrar, describieron que vivía en una situación poco saludable. “Al hedor del inodoro, que parece tapado desde hace varios días, se suma la pileta rota, las ollas sucias y, en el suelo, una pila de mantas, prendas y alimentos, entre los que se destaca numerosas bolsas de papas, lencería femenina, varios consoladores y un látigo de cuerina negro”, agrega “La Nación”.
Ni hablar de sus tatuajes con referencias al nazismo.
Finalmente, un amigo de Sabag Montiel declaró que, menos de un año atrás, este le dijo que quería comprar una pistola. Y añadió: “Yo creo que su intención original era matarla, sí, pero lamentablemente no ensayó antes”.
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