Este jueves se confirmó la muerte del padre anacoreta Ignacio Jarosz, quien desde hace medio siglo no salía de un recodo de las montañas de Dagua, en la senda hacia el Pacífico de Colombia, a mitad de los caminos de Cali y Buenaventura.
Era solitario, con su acento de lengua eslava, pero las comunidades rurales apreciaban su presencia, su mirada de ojos azules y ese apostolado que le llevaba a tener siempre un crucifijo entre las manos.
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El arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, hizo un homenaje a su consagración espiritual por la gente. El fallecimiento se registró por quebrantos de salud, pero con la tranquilidad de siempre.
Ignacio Jarosz nació en la frontera de Polonia y Eslovaquia. A su abuelo y a su tío les atribuyeron haber salvado a 17 judíos del holocausto nazi, que desde 1933 y durante una década dejó el sacrificio de seis millones de judíos europeos.
En 1959, cuando Jarosz tenía 25 años, recibió su consagración como sacerdote. Se acercaba a sus 50 años de edad cuando los superiores le indicaron los caminos para seguir su vocación como padre redentorista del Divino Amor.
Pasó por Checoeslovaquia, Brasil y Argentina antes de llegar a Colombia. Decía que Dios hizo que él empezara su vida de Anacoreta en las montañas de La Vereda El Jordán, corregimiento de San Bernardo.
El arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, dijo que “la pascua definitiva de este venerable hermano sacerdote anacoreta, que animó y acompañó en la fe y en la espiritualidad a tantas personas, desde su espacio ermitaño, nos mueve hoy a dar gracias al Pastor Eterno por su testimonio y ministerio”.
Anotó que “sea ocasión para agradecer a la hermana Teresa, al padre Enrique Galvis, párroco de San José de El Queremal, a los sacerdotes y a los fieles laicos, hombres y mujeres, que han recibido, acompañado y apoyado la obra y bendiciones del Padre Ignacio. Vivió en la firmeza de su fe y en la fidelidad a Cristo y a la Iglesia”.
Monseñor expresó que “sentiremos su falta entre nosotros y encomendamos a su alma bendita la continuidad del bien espiritual que nos deja”.
“Ruego por el descanso eterno de nuestro amado fraile anacoreta Pb Ignacy Jarosz.
Un santo acompañará ahora a los Colombianos, pues este hijo de Polonia dedicó toda su obra a nuestra patria, especialmente al Pacífico Colombiano”, escribió el exsenador Mauricio Ospina.
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