La Cancillería de Colombia anunció este jueves la extradición del asesino de Nancy Mestre, una joven de 18 años que fue golpeada, violada y que recibió un disparo por parte de su novio en una celebración de Año Nuevo en 1994 y cuyo caso conmocionó a Colombia en aquellos años.
A través del embajador colombiano en Brasil, Guillermo Rivera, se anunció que Jaime Saade sería trasladado en la mañana de este jueves desde Brasil para ser puesto a disposición de la Justicia en la ciudad de Barranquilla.
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“Las autoridades de Brasil ya entregaron a las autoridades colombianas al señor Jaime Saade, quien fue condenado por la justicia colombiana por asesinar y abusar sexualmente de la joven Nancy Mestre en los años 90”, explicó Rivera en un video compartido en X.
“En estos momentos está siendo trasladado hacia territorio colombiano para ser puesto en manos de un juez en la ciudad de Barranquilla. Y como consecuencia de ello, pague su condena en un centro penitenciario colombiano”, añadió.
Saade fue detenido por la Interpol en 2020 en Belo Horizonte, Brasil, en gran parte gracias al trabajo de búsqueda del padre de la víctima, Martín Mestre, quien pasó casi tres décadas intentando localizar al asesino una vez que éste huyó de Colombia.
El embajador Rivera reconoció que el padre de la joven “fue fundamental para lograr justicia en este caso”.
Sobre Saade pesa una sentencia de 27 años de prisión dictada en 1996 en Colombia. Pero el colombiano había huido a Brasil, donde se estableció y vivía una vida normal bajo el nombre falso de Henrique dos Santos Abdala hasta que fue encontrado por el padre de Nancy Mestre.
Nancy, la hija menor de Mestre, quería ser diplomática y mudarse de Colombia a Estados Unidos para asistir a la universidad.
“Era una niña alegre, muy estudiosa. Siempre leía. Quería estudiar derecho internacional y diplomacia”, contó Mestre a BBC Brasil en 2022.
Pero todos los planes de la joven de 18 años se vieron interrumpidos en la madrugada del 1 de enero de 1994.
Aquella noche, Nancy, su padre, su madre y su hermano brindaron por el nuevo año en casa. Poco después, Mestre se despidió de su hija, quien pidió continuar con la celebración de Año Nuevo junto a su novio, Jaime Saade. El chico había ido a buscarla a su casa.
“Regresa antes de las 3 am”, le pidió Mestre a su hija. “Cuídala bien”, le pidió a Jaime.
A las 6 am, Mestre se despertó sobresaltado. “Tan pronto como me desperté, sentí algo”, dice. Fue a buscar a Nancy por la casa y encontró su habitación vacía.
Salió a la calle y se puso a buscar en discotecas para ver si la joven pareja estaba allí, pero no los encontró. La ansiedad creció y, mientras preguntaba por su hija a quien se cruzara, rezaba en silencio para que apareciera sana y salva.
Finalmente, decidió ir a la casa de los padres de Saade, donde también vivía el joven. Allí se encontró con su madre limpiando el piso. “Estaba oscuro y no me di cuenta en ese momento de que estaba pisando la sangre de mi propia hija. Y que la madre del asesino estaba violando la escena del crimen”.
“Su hija tuvo un accidente y está en la Clínica del Caribe”, dijo la mujer.
Mestre corrió al hospital y encontró allí al padre de Saade. “Tu hija intentó suicidarse y está en el quirófano”, le dijo. En la sala de emergencias, los médicos intentaban estabilizar a Nancy, que estaba en coma.
La joven había sido llevada al hospital por su novio, su padre y una mujer que también vivía en la casa de la familia. Envolvieron a Nancy, que estaba desnuda, en una sábana y la pusieron en la caja de una camioneta.
“Fue poco a poco que empecé a organizar en mi cabeza lo que había pasado. La violaron, la maltrataron y la tiraron en la parte trasera de una camioneta. Yo dije: '¡Dios mío, qué le hicieron a mi hija!'”, recuerda Mestre.
A eso le siguieron ocho días de agonía en el hospital. La joven nunca recuperó la consciencia.
“Los médicos me dijeron que se iba a ir. Yo, la mamá de Nancy y nuestro otro hijo, Martín, nos reuníamos en la habitación del hospital y rezábamos y cantábamos canciones que a ella le encantaba escuchar de niña”, evoca su padre.
De repente, su corazón dejó de latir.
Mientras los padres de Nancy sufrían en el hospital y la policía investigaba qué le había pasado a la joven ese 1 de enero, el principal sospechoso del crimen, Jaime Saade, huyó de Colombia.
“Jaime inició su huida el mismo día del asesinato y nunca más se lo volvió a ver en el país”, dice Mestre. La policía descartó la tesis del suicidio. Nancy murió de un disparo en la cabeza, que le entró por la sien derecha.
Se encontraron restos de pólvora en su mano izquierda, un indicio, según las autoridades colombianas, de que trató de defenderse.
La joven era diestra y habría tenido que hacer un movimiento muy poco probable, según la policía, para dispararse en la sien derecha mientras portaba el arma con la mano izquierda.
La investigación concluyó que Nancy había sido violada. Tenía heridas por todo el cuerpo y en sus uñas rotas había restos de piel, otra señal de que trató de defenderse.
En 1996, dos años después de la muerte de la joven, un tribunal colombiano condenó a Jaime Saade a 27 años de prisión por asesinato y violación.
Según la decisión de la justicia colombiana, luego de violar y dispararle a Nancy en la cabeza, Saade se habría desesperado y pedido ayuda a su padre. Envolvieron el cuerpo desnudo de la joven en una sábana y la llevaron al hospital. El padre del joven se quedó en la clínica mientras su hijo se escondía.
A partir de ese momento, el foco de la vida de Mestre pasó a ser encontrar a Saade, una cacería que duraría 26 años. “Sabía que podría tomar un tiempo, pero siempre supe que encontraría al asesino de mi hija”.
La muerte de Nancy cambió para siempre el destino de la familia. Mestre y su esposa se separaron. El único hijo vivo de la pareja se mudó a Estados Unidos.
Y Mestre, que es arquitecto y profesor, centró casi todo su tiempo y energía en la búsqueda de Saade. Ingresó a cursos de servicios de inteligencia y recuperó el conocimiento que había aprendido como oficial naval para utilizarlo en sus esfuerzos de investigación.
“Creé cuatro personajes ficticios, dos hombres y dos mujeres, y comencé a establecer contacto en las redes sociales con los familiares de Jaime para ganarme la confianza y obtener información que me pudiera llevar a él”, le explicó a BBC Brasil.
Mestre transmitió todos los detalles que pudo obtener a la policía colombiana y a Interpol. En el transcurso de la búsqueda de 26 años, diferentes funcionarios se hicieron cargo del caso.
“Cada vez que cambiaba el responsable de la investigación, yo iba allí con todos los documentos para poner al día a la persona en todo”.
De las conversaciones que entabló con los familiares del sospechoso utilizando los perfiles falsos, Mestre encontró dos pistas que lo llevaron a creer que Jaime podía estar en territorio brasileño.
Primero, descubrió que un hermano de Saade vive en Brasil. Entonces empezó a sospechar de la frecuente mención de la palabra Santa Marta por parte de su familia. Santa Marta es una ciudad costera en Colombia, con una playa llamada Bello Horizonte.
Por su investigación finalmente llegó a la conclusión de que Saade podía estar en la ciudad brasileña de Belo Horizonte (440 kilómetros al norte de Río de Janeiro) y no en Santa Marta, Colombia.
Con esta información, la Policía Federal de Brasil e Interpol localizaron a una persona con un perfil similar al de Jaime Saade.
Los agentes siguieron al sospechoso hasta una cafetería y, tras abandonar el establecimiento, recogieron la taza que solía beber. Querían verificar que las huellas dactilares coincidieran con las del colombiano condenado por el asesinato de Nancy. Eran idénticas.
Cuando se acercaron a Saade, presentó documentos falsos y dijo que se llamaba Henrique dos Santos Abdala. Vivía una vida tranquila en Belo Horizonte, con una esposa brasileña y dos hijos mayores. Fue detenido por la Policía Federal y comenzó a responder en Brasil por el delito de falsificación de identidad.
Poco después, el gobierno colombiano presentó una solicitud de extradición para que Jaime pudiera cumplir su condena de 27 años en el país.
“Cuando me llamó el director de Interpol para informarme de la detención, me arrodillé en el piso y comencé a darle gracias a Dios. ¡Dios mío! Después de casi 27 años habrá justicia”, recuerda Mestre.
“Llamé a mi otro hijo, Martín, que vive en Estados Unidos, y a su madre, que ahora vive en España, y todos empezamos a llorar”.
Para Mestre, sería cuestión de meses que Saade comenzara a cumplir su condena en Colombia. Todo lo que se necesitaba era la autorización del STF para la extradición.
Pero sucedió algo muy diferente de lo que esperaba.
El STF había decidido no extraditar a Saade porque el delito que había cometido había prescrito en Brasil: el plazo de prescripción para la pretensión punitiva en ese caso, un asesinato, era de 20 años. Saade había sido encontrado 26 años después de la muerte de Nancy.
Pero la decisión en el STF no fue por mayoría, sino por empate. Dos interpretaciones dividieron a los ministros presentes.
La ley brasileña prohíbe la extradición si el delito prescribió en Brasil. Pero la legislación también dice que si la persona comete otro delito después, se interrumpe la prescripción del primero.
Saade había cometido el delito de falsificación de identidad y de documentos, algo que hizo para poder fugarse. Con eso, podía quedarse en Brasil, sin ningún castigo por la muerte de Nancy Mestre.
Pero el padre de la joven, con apoyo de autoridades colombianas, apeló la decisión y el 31 de marzo del año pasado, el STF anuló la decisión que evitaba su extradición.
Finalmente, y luego de tres décadas de esfuerzo, Martín Mestre ha conseguido que Jaime Saade responda ante la justicia colombiana en el caso de su hija de 18 años brutalmente asesinada.
*Basado en el reportaje de Nathalia Passarinho para BBC News Brasil.
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