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Asunción, EFE
El obispo paraguayo Rogelio Livieres dijo que el papa Francisco “tendrá que rendir cuentas a Dios” por cesarle hoy como titular de la diócesis de Ciudad del Este, una decisión que consideró “infundada y arbitraria”.
Livieres reaccionó de este modo en una carta que escribió en Roma, donde está actualmente, y publicada por esa diócesis en su página web.
El Vaticano dijo que la destitución está “ponderada por serios motivos pastorales” y mira “al bien mayor de la unidad de la Iglesia de Ciudad del Este y a la comunión episcopal en Paraguay”.
La decisión llega tras acusaciones de irregularidades en su gestión y de críticas por proteger y convertir en su “número dos” al sacerdote argentino Carlos Urrutigoity, demandado por abusos sexuales en Estados Unidos.
Livieres, que pertenece al movimiento conservador Opus Dei, dijo ser víctima de una “persecución ideológica” en la carta, dirigida al cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, el órgano de disciplina de la curia.
“Como hijo obediente de la Iglesia, acepto, sin embargo, esta decisión por más que la considero infundada y arbitraria, y de la que el Papa tendrá que dar cuentas a Dios”, aseveró.
El Vaticano anunció este jueves de forma simultánea en Roma y Asunción la destitución de Livieres y el nombramiento de Jorge Valenzuela, obispo de Villarrica, como administrador apostólico de su antigua diócesis.
En una rueda de prensa en la capital paraguaya, el nuncio apostólico, Eliseo Ariotti, dijo que el papa Francisco “se ha dado cuenta de que la comunión eclesial en Paraguay está herida”.
Livieres acusó al nuncio y a obispos paraguayos, cuyos nombres no mencionó, de maniobrar “de forma orquestada” y dar filtraciones “irresponsables” a la prensa para provocar su destitución.
Negó que hubiera división en su diócesis, donde afirmó que tenía amplia aceptación entre los laicos, y acusó a los obispos, grupos políticos y asociaciones anticatólicas de oponerse a la renovación de la Iglesia en Paraguay.
También defendió la labor del seminario que él fundó, que en julio visitaron dos enviados del Vaticano, que anunciaron la suspensión de las ordenaciones allí tras encontrar irregularidades.
En su carta, Livieres no mencionó el caso de Urrutigoity, al que aceptó en su diócesis, pese a que el obispo de la localidad estadounidense Scranton, Joseph Martino, le comunicó sus “serias reservas” sobre el sacerdote, que fue acusado de abusos allí.
ABUSOS SEXUALES
El sacerdote argentino Carlos Urrutigoity comenzó su carrera religiosa en un seminario en su país natal de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, una organización tradicionalista, del que fue expulsado por “acercamientos sexuales” a otro seminarista.
Ya en Estados Unidos, impulsó un nuevo movimiento tradicionalista, la llamada Sociedad de San Juan, que fue cerrada en el 2004.
Dos años antes un estudiante de escuela secundaria había demandado en Estados Unidos a Urrutigoyti y a otro sacerdote por supuestos abusos sexuales, que él siempre ha negado.
La diócesis de Scranton suspendió a ambos de sus tareas sacerdotales y puso fin a la demanda con el pago de una indemnización de 400.000 dólares.
Livieres, que nombró hace dos años a Urrutigoity como vicario general, el “número dos” de la diócesis, mantiene que es una víctima de “una dura campaña de difamación” en Estados Unidos.
El arzobispo de Asunción, Pastor Cuquejo, propuso el pasado junio investigar las acusaciones contra él, a lo que Livieres respondió llamándole “homosexual” en público.
En su carta, Livieres se quejó de que no recibió el informe realizado por los enviados del papa a su diócesis, por lo que no pudo defenderse debidamente, y de que no pudo hablar con el papa al respecto.
Dijo haber recibido “presiones orales” para que renunciara, a lo que él se negó.
También destacó que el nuncio informó de la destitución antes de que se le notificara a él por escrito, lo que consideró “una irregularidad más en este anómalo proceso”.
Aun así, dijo que “no hay que temer rebeldía alguna” y que los fieles “saben obedecer a las autoridades legítimas”.