Partidarios de reemplazar la Constitución chilena, heredada de la dictadura, blandían este jueves banderas nacionales y gritaban “Sí se puede” frente a La Moneda, sede presidencial, mientras al oriente de la capital los partidarios de mantener el actual texto realizaban una caravana.
Chile puso punto final así a una campaña electoral de dos meses, marcada por la pandemia, los estragos económicos derivados de la cuarentena y una crisis social sin parangón desde el retorno a la democracia, con multitudinarias marchas y graves desmanes, que provocaron una treintena de muertos y miles de heridos.
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El plebiscito del domingo fue consensuado el pasado noviembre por casi todos los partidos como salida al “estallido social” y tenía que celebrarse en abril, pero fue aplazado por la pandemia, que alcanzó su pico en junio y ya deja casi medio millón de infectados y cerca de 13.800 muertos.
“Ilegítima” vs. “hoja en blanco”
Para los partidarios del “Apruebo”, la actual Constitución es “ilegítima” por su origen dictatorial -aunque en democracia fue reformada decenas de veces-, además de ser la causante de las desigualdades del país por fomentar la privatización de servicios básicos.
“Gracias a los jóvenes tenemos plebiscito. Ellos no solo saltaron los torniquetes del metro, sino que dijeron basta”, dijo a Efe la jubilada Magdalena Álvarez, en referencia a las primeras protestas de los estudiantes contra la subida en la tarifa del suburbano hace un año, que derivaron luego en la revuelta.
“Ojalá la educación sea accesible para la gente y haya una verdadera inversión del Estado”, añadió a Efe la profesora Claudia Martínez.
Sus detractores, sin embargo, creen que los problemas de Chile se solucionan con nuevas leyes, y no cambiando la Constitución, y defienden que lo último que necesita el país en estos momentos es una “hoja en blanco”, que genere “incertidumbre” y “desaliente las inversiones”.
“Queremos reformas, pero desde la institucionalidad, sin partir de cero”, indicó a Efe el joven Gonzalo Méndez.
“La época de mayor crecimiento de Chile ha sido con esta Constitución”, agregó desde el auto Sebastián Kaiser, otro manifestante.
La oposición de izquierdas es partidaria en bloque del cambio constitucional, mientras que los cuatro partidos de derechas que integran la coalición gubernamental están divididos, siendo la ultraconservadora UDI la más defensora del “Rechazo”.
“La derecha busca crear temor, intranquilidad, pero la gente irá a votar sin miedo porque sabe que nos jugamos el futuro de nuestro país”, aseguró el excanciller y presidente del socialdemócrata Partido por la Democracia (PPD), Heraldo Múñoz.
“Queremos darle un golpe de energía a toda esa gente, a esa mayoría silenciosa que va a votar ‘Rechazo’, y decirles que acudan a las urnas porque daremos una gran sorpresa”, señaló el diputado oficialista Tomas Fuentes.
El reto de la participación
El presidente chileno, el conservador Sebastián Piñera, pidió a sus ministros no hacer campaña a favor de ninguna opción para evitar que se convierta en un referéndum sobre su gestión, pero algunos se saltaron la directriz.
Las encuestas dan por ganador el “Apruebo”, aunque se muestran más igualadas en la otra cuestión que planteará el plebiscito: si el eventual nuevo texto debe ser redactado por un órgano integrado solo por ciudadanos electos para ese fin o compuesto también por parlamentarios.
La única formación opositora que no asistió al banderazo frente al palacio presidencial fue el Partido Comunista (PC), que convocó otra concentración a medio día en Plaza Italia, la rotonda del centro de Santiago convertida en el epicentro de las protestas.
“En estas horas decisivas rendimos un homenaje a todos a quienes este Gobierno violó sus derechos humanos, con la confianza de que se abra una nueva etapa para construir un Chile más digno”, declaró el presidente del PC, Guillermo Teillier, aludiendo a las más de 4.600 causas abiertas contra el cuerpo policial por abusos en las marchas.
El gran desafío del plebiscito es la afluencia a las urnas, que puede verse mermada por el miedo al contagio y por la alta abstención instalada en Chile, pues ninguna elección ha superado el 50 % de participación desde que el voto dejó de ser obligatorio en 2012.
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