Isidro Fabela. En una casa oculta en un cerro boscoso del municipio Isidro Fabela, Mario Alberto Reyes Nájera, y Gladis Giovana Cruz Hernández encontraron su guarida. Ese lugar, entre árboles y campos, era el sitio que Cristina, la madre del acusado del caso Fátima, recordaba como el mejor escondite para su hijo. La mujer aconsejó que acudiera a pedir la ayuda de su tía.
Eran casi las 16:00 horas del 15 de febrero. Al ver al hombre que se acercaba al domicilio de la colonia La Palma, Irma no logró reconocerlo. Ahí, parado frente a la puerta de la casa sin número de la calle Revolución Zapata, el hombre se presentó: “Tía, soy Mario, el hijo de Pepe”.
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Al escuchar la voz, la mujer recordó a su hermano, un hombre que eligió un árbol de ese mismo predio para colgarse y morir. Y sí, Mario aún era pequeño cuando su padre se suicidó en ese lugar recóndito del Estado de México.
Por eso, Irma no dudó en recibir a ese extraño que le suplicaba refugio para él, su esposa y tres hijos. Los motivos de su presencia ahí eran muchos. Él decía que buscaba una casa dónde vivir en paz con su familia, también que había perdido el trabajo y que necesita ayuda mientras encontraba uno nuevo.
Irma y la mujer con la que vive decidieron dar asilo y comida a la familia, pero el espacio en esa pequeña casa no era suficiente para todos, por lo que Mario, Giovana y los niños debieron dormir en el suelo de una casa en obra negra, sin puertas, sin ventanas, sin acabados ni muebles.
Así la pareja logró ocultarse cuatro días con sus noches sin que nadie los señalara. Tal vez los más de 70 kilómetros que se alejaron de Tláhuac hacían que no los relacionaran con el crimen de Fátima.
Del tema no se hablaba nada en la casa de Irma, hasta el martes por la mañana cuando la compañera de la mujer vio en la televisión la imagen de la pareja que era buscada por la policía. Dudó y esperó a ver de nueva cuenta el video para atreverse a decir lo que sospechaba.
Al ver que ambos eran fugitivos pidió a Irma que los entregara. Ella, por la nostalgia de su hermano muerto, no dudó de la inocencia de ambos, pero su conciencia no dejó que el crimen se olvidara.
El miércoles por la mañana utilizó al hijo mayor de la pareja como gancho para llegar a la verdad. Tras interrogarlo, el pequeño de siete años dijo que estaban ahí porque “algo feo” había ocurrido en su casa.
Esa mañana aún pensaba que la sangre era más fuerte que un crimen y por eso debía callar; sin embargo, los encaró. “Ustedes me van a decir algo, porque lo estoy viendo en la tele, ¿quién mató a la niña?”.
A la pareja no le quedó más que aceptar que estaban escapando por el asesinato de Fátima y le dijeron que no fue por dinero. Giovana le explicó que “Mario quería una niña para hacerla su novia para toda la vida, quería un regalito, si no agarraría a una de sus hijas y no la dejaría entrar hasta que llegara con la niña”.
Esa declaración estremeció a la mujer, pero se repuso y los cuestionó de nuevo: “¿Quién la mató?”.
Tras una pausa, la mujer recuerda que la esposa de Mario respondió: “Él me dio los cinturones, yo la apreté, pero como no tengo la fuerza él acabó de matarla”.
Luego explicó que Giovana en su afán de retener a Mario y de evitar el estupro eligió a una niña abandonada y que nadie pudiera extrañar, pero se equivocó.
Una vez escuchada la confesión Irma se negó a ser cómplice, les exigió que se entregaran, pero Mario se negó y tras varias horas de plática el hombre convino con su familiar que entregarían sólo a Giovana.
Sin embargo, pidió a su sobrino que la acompañara hasta la carretera a entregar a la mujer, para que luego se escapara, pero mientras ellos caminaban la mujer que vive con Irma fue en busca de la policía para decirle que necesitaba apoyo para detener a los delincuentes.
Cuando los tres llegaron a donde estaba la policía municipal y les pidieron sus identificaciones vieron que eran buscados por la justicia.
Cada uno, dice la tía de Mario, ofreció 5 mil pesos a los agentes, pero dijeron que no traían el dinero, que era necesario hacer una llamada para que se los llevaran. Por eso fueron acusados de cohecho.
En Xochimilco, la familia del hombre, que estaba atenta a las noticias, se enteró de que habían sido detenidos. A las 3:00 horas de ayer, Cristina, madre de Mario, acudió a La Palma para rescatar a sus tres nietos y llevarlos con ella.
A él le dicen “El Tortuga”, ella no sale sin sus zapatos blancos
Luego de que la Guardia Nacional detuviera a los presuntos responsables de la desaparición y feminicidio de la pequeña Fátima, vecinos de los acusados brindaron nuevos detalles sobre el perfil de Gladis Giovana Cruz Hernández y Mario Alberto Reyes Nájera
Personas cercanas a Mario Alberto Reyes Nájera, quien se dedicaba a brindar servicio de mototaxista desde hace seis años, afirman que a éste lo conocían como “El Tortuga”.
“Era un compañero sin amigos. Siempre él en su rollo... Estuvo trabajando un tiempo bien y creo que por enero le quitaron la placa porque no daba cuentas”, afirmó un compañero de trabajo de Mario, para el programa conducido por Denise Maerker.
También aseguró que éste a veces se hacía de palabras con otros mototaxistas o con choferes, y que parecía no depender económicamente del empleo, pues no laborada jornadas completas.
Por su parte, la madre del inculpado refirió que Giovana ocasionalmente vendía tamales, pero que su principal actividad era permanecer en casa.
Asimismo, los entrevistados aseguraron que uno de los rasgos distintivos que permitieron identificar a Giovana son sus zapatos blancos, mismos que aparecen en el video que difundieron las autoridades y en el que se aprecia caminando de la mano de Fátima.
“Siempre ella andaba con sus zapatos. La caracterizaba sus zapatos blancos, nunca se los quitaba para nada, y ese suéter de colores, todo el tiempo los traía”, describió una vecina.
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