En plena invasión rusa a Ucrania, la Cámara de Diputados mexicana inauguró el miércoles el Grupo de Amistad México-Rusia.
La iniciativa fue promovida por el izquierdista Partido del Trabajo (PT), que forma parte del bloque de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
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Sus integrantes, entre los que también hay diputados del partido gobernante Morena, aseguran que es un gesto a favor de la resolución diplomática de los conflictos.
Para otros, sin embargo, es una decisión errónea que además llega en un mal momento.
Diputados de la oposición se manifestaron para condenar la creación de este grupo, que consideran una ofensa al sufrimiento del pueblo ucraniano.
También fue polémica la participación en el evento del embajador de Rusia en México, Viktor Koronelli, que elogió la política exterior del gobierno mexicano sobre la guerra en curso.
“Valoramos altamente la postura, la posición del gobierno de México ante la crisis ucraniana”, declaró este miércoles el enviado de Putin, que celebró que el gobierno de López Obrador se haya desmarcado de sus socios occidentales.
Una condena a medias
Cuando Rusia comenzó a invadir Ucrania el 24 de febrero, México, que actualmente es miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, titubeó a la hora de asumir una postura clara sobre la invasión.
En su intervención tras comenzar el conflicto, López Obrador condenó “cualquier invasión, de cualquier potencia, en este caso de Rusia”.
A diferencia de la mayoría de sus socios occidentales, se ha negado a imponer sanciones al gobierno de Vladímir Putin y a las compañías rusas, así como a enviar armamento a Ucrania.
El presidente alegó que su gobierno se adhiere a la Constitución mexicana, que propugna la no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de los conflictos.
Cuando Rusia comenzó a invadir Ucrania el 24 de febrero, México, que actualmente es miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, titubeó a la hora de asumir una postura clara sobre la invasión.
En su intervención tras comenzar el conflicto, López Obrador condenó “cualquier invasión, de cualquier potencia, en este caso de Rusia”.
A diferencia de la mayoría de sus socios occidentales, se ha negado a imponer sanciones al gobierno de Vladímir Putin y a las compañías rusas, así como a enviar armamento a Ucrania.
El presidente alegó que su gobierno se adhiere a la Constitución mexicana, que propugna la no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de los conflictos.
“Hay que diferenciar entre las declaraciones del presidente y algunos actores de su partido, y las posturas oficiales que presenta México en los organismos internacionales”, explica a BBC Mundo el politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Khemvirg Puente.
La creación del grupo parlamentario de amistad con Rusia tuvo lugar el mismo día en que el embajador de México ante Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente, presentaba junto a Francia una nueva resolución para exigir a Moscú que deponga sus ataques.
La resolución, aprobada con 140 votos a favor, 38 abstenciones y 5 en contra, fue aplaudida por Ucrania y denostada por Rusia, que la consideró al servicio de los intereses de EE.UU. y Occidente.
Para el académico Sergio Aguayo, investigador de estudios internacionales del Colegio de México, lo ocurrido casi de forma simultánea el miércoles en el Parlamento mexicano y en la sede de la ONU en Nueva York revela contradicciones.
“Son dos expresiones de un estado que carece de coherencia, ya que no hay una línea rectora en el tema de la invasión de Ucrania que oriente la política exterior de México, sino estos bandazos”, asevera.
Aguayo también cree que el desalineamiento entre México y Occidente en asuntos como las sanciones o el envío de armas en el conflicto entre Rusia y Ucrania “es más una postura del presidente y un pequeño grupo de sectores radicales, que de la Secretaría de Relaciones Exteriores”.
La cancillería, opina, “está a favor de una política más activa para apoyar a Ucrania, pero tiene los límites que pone el presidente”.
“Tenemos esta ambivalencia del presidente que no quiere confrontación con Rusia porque en su discurso siempre busca tratar de quedar bien con todos los países, principalmente con los poderosos”, afirma, por su parte, Khemvirg Puente.
López Obrador ha mantenido relaciones fluidas con los líderes de las principales potencias en los últimos años, desde Donald Trump hasta Joe Biden y el presidente chino, Xi Jinping.
El politólogo de la UNAM cree que “lo último que desea” el presidente mexicano es un conflicto con Rusia o China, y “por eso en su discurso evita condenar de forma directa las acciones de Rusia”.
En todo caso, apunta, el gobierno ruso “agradece el discurso del presidente, pero no son ingenuos y conocen la postura que tiene México en el Consejo de Seguridad de la ONU”.
En el plano económico el experto también ve posibles razones de la ambigüedad mexicana en el conflicto.
“Cualquier desacuerdo con una potencia como Rusia que pudiera tener repercusiones en la inversión en México afectaría al país, así que también quiere evitar cualquier tipo de sanciones a estos países”.
Aunque Rusia ocupa un lugar marginal en el comercio de México en comparación a EE.UU. y otros países de la región, el país latinoamericano importa de su contraparte eslavo una gran cantidad de fertilizantes, fundamentales para su sector agropecuario.
En 2021 México exportó al mercado ruso productos por valor de US$499 millones, en su mayoría automóviles y piezas, mientras sus importaciones del país eslavo totalizaron US$2.251 millones, según datos oficiales.
La inversión rusa en México se estima en US$132,6 millones, con importantes empresas presentes en el país latinoamericano como el gigante del gas Gazprom y la petrolera Lukoil, que mantiene un contrato de exploración y extracción con la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex).
Para justificar su decisión de desmarcarse de los aliados occidentales al no imponer sanciones a Rusia ni aportar armas a Ucrania, el presidente mexicano también aludió a motivos históricos.
Según López Obrador, la historia de México está estrechamente vinculada a la no intervención en conflictos ajenos y a no tomar parte en “decisiones” de otros países “en ningún terreno”.
Aguayo cree que este argumento no es válido: “nuestra historia está repleta de casos en los que México sí toma posiciones”.
“A finales de los 70 México apoyó activamente a la revolución sandinista en Nicaragua, y en la Guerra Civil española envió armas al bando republicano y luego rechazó tener relaciones con el gobierno de Franco. Y son solo dos de más ejemplos”.
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