El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, inaugurará el lunes uno de sus emblemáticos proyectos de infraestructura, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, el cual refleja los contrastes y contradicciones de su administración.
La austeridad del gobierno —la principal promesa de campaña de López Obrador— se exhibe plenamente en la terminal, así como su acostumbrada dependencia excesiva en el Ejército mexicano.
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Pero también hay afirmaciones gubernamentales ampliamente ridiculizadas sobre cuánto tardarán los pasajeros en llegar a la nueva terminal, ubicada a 43 kilómetros (27 millas) del centro de la ciudad, y reiteradas quejas del presidente de que hay una conspiración en la prensa para mancillar su nuevo aeropuerto, que lleva el nombre, por supuesto, del general Felipe Ángeles.
El presidente ve en el nuevo aeropuerto un símbolo de su batalla crepuscular contra el privilegio, el conservadurismo y la ostentación, cosas que él desprecia.
López Obrador canceló un costoso proyecto vanguardista iniciado por su predecesor sobre un pantano en el extremo este de la ciudad, mucho más cerca del centro, y decidió construir el nuevo aeropuerto en suelo más firme hacia el norte. Se proyecta que este costará 4.100 millones de dólares, lo que, según López Obrador, representa un ahorro en comparación con el proyecto que iba a estar en el sitio pantanoso.
El nuevo aeropuerto funcionará en conjunto con el aeropuerto existente de la Ciudad de México.
López Obrador se ve a sí mismo como líder de una “transformación” histórica e irreversible de México, y ha recurrido a proyectos de construcción —y al Ejército— para proteger ese legado.
“López Obrador, por esa prisa revolucionaria, esa prisa de entregar lo que ofrecían en seis años, lo cual es obviamente imposible, ha hecho casi todo de manera improvisada”, opinó el analista político José Antonio Crespo. “Varias veces ha dicho eso no es un cambio de gobierno, es una revolución”, agregó.
Cuando el Tren Maya se topó con problemas —los ingenieros descubrieron que no podían construir un tramo elevado a lo largo de la costa del Caribe porque significaría cerrar la única carretera de la región— simplemente comenzaron a atravesar la selva. Nunca se elaboró una declaración integral de impacto ambiental o un plan de factibilidad para el proyecto. Nadie sabe cuántos turistas realmente lo usarán.
La prisa por completar proyectos antes de que finalice el mandato de un político no es poco común en México, pero ha resultado peligrosa en el pasado. El actual secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, apresuró en 2012 la finalización de una línea del Metro antes de dejar el cargo de jefe de gobierno (alcalde). Una sección elevada de esa línea del Metro colapsó debido a defectos de construcción en 2021, matando a 26 personas.
Hasta el momento se han programado pocos vuelos para el nuevo aeropuerto y aún no se han construido enlaces viales.
López Obrador ha desestimado las preocupaciones sobre la viabilidad y la rentabilidad de la nueva terminal. Está tan alejado del centro de la ciudad que las principales aerolíneas internacionales lo han evitado. Hasta el momento, el único vuelo internacional está a cargo de una aerolínea venezolana que está bajo sanciones de Estados Unidos y solo viaja a Caracas.
La mayoría de las decisiones del presidente sobre dónde y qué construir parecen ser muy personales. Para justificarlas, ha realizado “referendos” a los que solamente asiste un número relativamente pequeño de votantes, principalmente sus partidarios.
El gobierno afirma que la gente tardará nada más una hora y media en llegar a la nueva terminal desde el sur de la megalópolis. Eso puede ser cierto si las avenidas están despejadas, pero las calles normalmente enredadas podrían convertir eso en un viaje impredecible de dos horas y media, más que algunos de los vuelos nacionales.
José Antonio López Meza, consultor de ingeniería que ha visitado la nueva terminal, dice esta es “de difícil acceso todavía y lo sabemos. Es muy largo el trayecto, dos horas al hilo, saliendo de Polanco”, una zona más cercana al centro.
Quizás para compensar, el gobierno de López Obrador ha manipulado las reglas.
La administración cambió las reglas que generalmente requieren que los pasajeros se presenten dos horas antes de un vuelo nacional y tres horas antes de un vuelo internacional. En la terminal de Felipe Ángeles, solo se requerirá que se presenten una o dos horas antes de esos vuelos.
López Meza, el ingeniero, dice que el Ejército ha hecho un buen trabajo construyendo la nueva terminal en solo un par de años y acepta el argumento de López Obrador en contra del antiguo proyecto.
“Este aeropuerto es más austero. Sí el otro iba a ser algo muy lujoso, muy bonito, muy vistoso, pero como ingeniero puedo decir que en la zona donde se iba a construir era un error… se iba a hundir”.
“Es bueno que (el nuevo aeropuerto) sea más barato y funcional”, dijo. “No quiero un aeropuerto lujoso y bonito. La verdad es que las condiciones de mi país y de nuestra gente no son las adecuadas para el aeropuerto que iban a construir”.
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