“Cuando crucé a Estados Unidos me trataron como un delincuente, duré 18 horas detenido con mi esposa y mi hija de 3 años”, cuenta Kevin*.
La familia venezolana cruzó a EE.UU. en marzo de 2022 y fue retenida en un cuarto helado, sin ventanas, conocido como “hielera”. Es un centro de detención en donde los indocumentados no deben permanecer más de 72 horas, según las directrices del gobierno estadounidense.
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“Nos quitaron casi todo. Nos entregaron chanclas, monos (overoles) y una cobija de aluminio. Teníamos que hacer nuestras necesidades delante de todo el mundo. Calculo que éramos unas 800 personas”.
Kevin cuenta su historia sentado en una banca frente a uno de los albergues para refugiados más antiguos de Montreal, la ciudad canadiense que acoge a él y su familia desde diciembre, cuando decidieron dejar Nueva York.
“Aunque Nueva York es bonita y es el sueño americano de muchos, se siente un ambiente de inseguridad. Allá se puede hacer dinero, pero de ilegal. No te dan los papeles, por eso nos vinimos para Canadá”, cuenta.
Recorrieron en autobús y luego en taxi los 540 kilómetros que separan la llamada capital del mundo de Roxham Road, un pasadizo no oficial en la frontera por el que miles de personas han cruzado desde EE.UU. para pedir asilo en Canadá.
Según datos del gobierno canadiense, durante 2022, casi 40.000 personas (muchas de América Latina) usaron esa ruta, mientras que en 2021 solo fueron alrededor de 4.000. Fue tal el aumento que el pasado marzo, luego de una reunión del presidente Joe Biden y el primer ministro Justin Trudeau en la capital de Canadá, anunciaron entre otras medidas el cierre de Roxham Road.
Tres meses antes del cierre, Kevin y su familia lograron cruzar. Su experiencia fue muy distinta a la que vivieron en la frontera sur, a pesar de que estuvieron retenidos por más tiempo.
“Estuvimos ahí cinco noches. La diferencia es el trato. Sí te dicen en todos los idiomas que si cruzas ilegal vas a quedar arrestado, pero estuvimos cómodos. Hasta te ayudan a cargar tus maletas, te explican todo y te tratan con amabilidad”, recuerda Kevin.
Ese contraste en la experiencia de Kevin y su familia en ambas fronteras es una muestra de la diferencia entre las políticas migratorias de los dos países. Una diferencia que está motivando a muchos migrantes de América Latina a cambiar el sueño americano por el canadiense que, sin estar exento de dificultades, parece ofrecerles una opción más amable.
Montreal es la ciudad más importante y multicultural de Québec, la provincia francófona que comparte una extensa frontera con el estado de Nueva York.
Esa es la región canadiense que más está soportando la presión migratoria que reflejan los datos y que estaba simbolizada hasta hace poco en Roxham Road.
PRAIDA, una institución adscrita al Ministerio de Salud de Quebec y que lleva 60 años apoyando a los refugiados, cuenta con una clínica y dos albergues, y aunque tiene capacidad para acoger a 1.200 personas al día, lleva varios años con el cupo lleno.
Quienes no pueden ser atendidos por ellos, son remitidos a los hoteles que financia el gobierno federal, mientras pueden abrirles el cupo. En cualquier caso, a los solicitantes de asilo se les garantiza asistencia médica.
“Canadá es muy amigable con el migrante y recibe refugiados o asilados. Estados Unidos es un país muy cruel con los demandantes de asilo”, dice Diana*, una colombiana que entró por Roxam Road, adonde llegó huyendo de un grupo armado hace un año.
Esa es una percepción común entre los refugiados que están en Montreal.
La mayoría dice que si bien en EE.UU pueden hacer dinero fácilmente porque los emplean sin documentos en trabajos no cualificados, no hay una ruta clara para que logren legalizarse y mientras esperan, quedan a su suerte, sin seguro médico. Lo que sí reciben es educación gratuita para los menores de edad y la posibilidad de estar en un albergue u hotel por varios meses.
“Yo quiero los papeles más allá del dinero. EE.UU te pone un embudo, en cambio Canadá te ofrece opciones”, dice Eduardo*, un venezolano de 45 años que llegó hace tres meses a Montreal.
Varios de los migrantes le contaron a BBC Mundo que durante su tránsito por EE.UU. lograron trabajar e incluso mandar dinero a sus familias. Algunos dicen que ganaron más de US$1.000 a la semana, pero que optaron por seguir hasta Canadá porque escucharon o vieron en Internet que en ese país tendrían la posibilidad de quedarse legalmente.
Canadá ha sido tradicionalmente un país amable con los solicitantes de asilo.
“Los latinoamericanos tienen una historia relativamente antigua viniendo a Canadá. Empezando por los chilenos en los años 70. Después fueron los guatemaltecos y salvadoreños, gente que venía de Centroamérica huyendo de la guerra en los 80. Hacia 2008 hubo una ola de mexicanos”, explica Alejandro Hernández, sociólogo experto en migración a Norteamérica.
Las olas se corresponden, según el académico, con las condiciones políticas de los países de la región. Eso explica que también haya en Canadá un gran número de colombianos que han recibido refugio en diferentes momentos del conflicto interno y que recientemente estén llegando muchos venezolanos.
Muchos de los asilados latinos siguieron un proceso formal con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estando fuera de Canadá. Les tomó meses, pero llegaron al país con estatus de residentes permanentes.
La mayoría, sin embargo, lo hace presentándose de forma irregular en la frontera, donde son arrestados, como es el caso de Kevin, Eduardo y Diana.
Lo hacen de esa manera cuando no tienen visa, pues entre Canadá y Estados Unidos hay un acuerdo desde 2005 que se llama “tercer país seguro” y bajo el cual, con algunas excepciones, si alguien ha pasado previamente por EE.UU. no puede solicitar asilo al llegar a Canadá, sino que tienen que hacerlo en el primer país.
Pero el acuerdo tenía un vacío legal, pues si la persona no cruzaba por un puesto de control oficial y aún así llegaba hasta Canadá, igual podía hacer su solicitud de asilo. Por ello elegían Roxham Road. Eran arrestados y pedían asilo formalmente.
En marzo, Canadá y EE.UU. acordaron que ninguna persona que se presente por cruces irregulares, terrestres o acuáticos, podrá solicitar el asilo de forma inmediata. De ahora en adelante la persona debe permanecer un mínimo de 14 días en el país sin ser interceptada por las autoridades canadienses antes de hacer su solicitud oficial.
Pero aún más duras son las condiciones al sur, en la frontera entre Estados Unidos y México.
El gobierno estadounidense mantiene desde 2020 medidas severas para impedir el cruce de migrantes por las fronteras terrestres y la petición formal de asilo.
Quien lo solicite debe permanecer en México, lo que está generando tensiones en las ciudades fronterizas. Antes no aplicaba a cubanos, nicaragüenses y venezolanos como Kevin y su familia, pero ahora también incluye a esas nacionalidades, para las que, por otro lado, se ha abierto una posibilidad de entrada legal si cuentan con un patrocinador económico en EE.UU.
Incluso muchos migrantes que lograron la meta de estar ya en Estados Unidos decidieron probar suerte más al norte.
Alex* denuncia que fue maltratado por la policía de Texas al entrar al país. Logró trabajar en Chicago, donde tenía unos amigos, por cuatro meses, pero con la llegada del invierno el trabajó disminuyó. “Empecé a escuchar el rumor de que en Canadá había una entrada y que después de unos meses te daban papeles”, dice el venezolano de 29 años.
Ahora que lleva varios meses en Montreal y que consiguió una vivienda permanente que comparte con un amigo colombiano, descubrió que el camino en Canadá tampoco es tan simple: “Uno termina aquí por un rumor y te das cuenta que hay otras personas a las que les ha tomado hasta cuatro años recibir los documentos”.
Aunque en Canadá hay programas sólidos de apoyo para los solicitantes de asilo y desde que llegan reciben acompañamiento, el proceso no es rápido ni sencillo. Las solicitudes pueden ser rechazadas luego de meses o años de proceso. Esto sin contar la demora por factores administrativos.
“Hay mucho retraso en la evaluación de las decisiones de los casos de refugio, lo que significa que la gente que logró pedir refugio probablemente tendrá que esperar dos o tres años para saber si lo van a aceptar como persona protegida o no”, explica Hernandez.
Otro inconveniente inmediato es la dificultad para conseguir vivienda, pues aunque muchos solicitantes de asilo tienen un documento de identidad temporal y reciben un subsidio para que puedan pagarla, los precios de la renta han aumentado mucho.
“No es fácil, aquí te piden historial crediticio, recomendaciones y en ocasiones pagar un mes de depósito. Algunas personas piden extractos bancarios o comprobantes de pago de un salario. Cosas que obviamente llegando no vas a tener”, cuenta Diana, a quien una ONG local de mujeres latinas le ayudó a conseguir y amueblar un apartamento en un suburbio.
Además, para quienes tienen urgencia económica, el proceso les genera frustración porque al contrario que en EE.UU. no necesariamente pueden conseguir un trabajo rentable sin documentos. Al menos cuentan con un subsidio del gobierno, pero apenas da para pagar sus gastos más básicos.
Trabajar “bajo la mesa” es un poco más complicado en Canadá que en Estados Unidos, no sólo por la configuración económica, sino también por las dinámicas culturales.
“Aunque hay cierto espacio para que los empleadores paguen en efectivo, hay una mayor regulación del gobierno y hay una idea cultural de lo que es correcto o no hacer como empleador o como empleado”, explica Hernández.
Aunque es más difícil, muchos migrantes trabajan de forma ilegal en Canadá. Como en EE.UU., consiguen trabajos no cualificados y reciben un pago que suele ser en efectivo y que no declaran ante el gobierno para no perder los subsidios y para evadir impuestos.
Si los descubren se enfrentan a un proceso legal que puede terminar en que los deporten a su país de origen.
Estos desafíos hacen que muchos busquen regresar a EE.UU.
La prensa local reportó a principios de este año la muerte de un mexicano que intentó cruzar desde Ontario en medio del invierno. Su familia dijo que estaba desesperado, sin dinero para pagar las cuentas.
Y hace solo unos días, las autoridades encontraron ocho cadáveres en el río San Lorenzo, que rodea a Montreal. Se trató de una familia de Rumania y otra de India que intentaban pasar a EE.UU.
La Patrulla Fronteriza de EE.UU., por su parte, informó en un comunicado que en enero detuvo a 367 personas que intentaban cruzar de norte a sur, más que el número de cruces de este tipo que se han reportado en los últimos 12 años.
Entre los latinos, hay muchos decididos a tener paciencia y seguir con el proceso canadiense. “Estoy estudiando francés y quiero homologar mi título para ser una persona productiva y no vivir del gobierno y de manera precaria. Quisiera devolver a Canadá con trabajo todo lo que me ha ofrecido”, dice la colombiana Diana.
Pero otros, como la esposa de Kevin, no saben si quedarse o regresar a la ilegalidad de EE.UU., porque sin dinero no pueden ayudar a sus familias. “En Venezuela está mi mamá. Allá no hay trabajo, uno con suerte se hace US$10 a la semana y un mercado para quince días cuesta unos US$200. La idea es poder ayudar”, dice.
Kevin explica que por ahora van a esperar a ver cómo sigue su proceso en Canadá y hace un resumen de pros y contras: “El trato, la seguridad y tranquilidad que siento ahora en Canadá es increíble. Pero también el dólar estadounidense es más caro (fuerte) y aquí te cobran impuestos muy, muy altos”.
*Los solicitantes de asilo con lo que habalmos, pidieron cambiar sus nombres por motivos de seguridad.
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