Cada vez hay más señales de que el conflicto entre Israel y Hamás se está extendiendo por Medio Oriente.
El último incidente ocurrió en la noche del sábado al domingo cuando tres soldados estadounidenses murieron y al menos 40 resultaron heridos en un ataque con drones en Jordania, cerca de la frontera con Siria.
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Un grupo autodenominado Resistencia Islámica en Irak se atribuyó la autoría del ataque.
“Ha habido frecuentes ataques con aviones no tripulados por parte de milicias respaldadas por Irán contra bases estadounidenses, pero éste es el más grave”, dice Frank Gardner, corresponsal de la BBC en temas de seguridad.
La Casa Blanca asegura que Irán está detrás de esta y otras operaciones, una acusación que el régimen de Teherán niega.
La expansión del conflicto se percibe como un revés a la estrategia estadounidense de los últimos meses, cuyo objetivo era precisamente evitar la escalada del conflicto desde Gaza hacia los países vecinos.
“El gran punto aquí es que la estrategia de disuasión del presidente Biden ha fracasado”, le dice a la BBC Fawaz Gerges, profesor de Relaciones Internacionales de la London School of Economics and Political Science (LSE).
“Ahora hay un peligro real de que la guerra en Gaza se convierta en un conflicto regional más amplio”, agrega.
Uno de los elementos que vuelven la situación más compleja es que hay una multiplicidad de organizaciones activas diseminadas en distintos países de la región.
Por ejemplo, el ataque del fin de semana que le costó la vida a los tres soldados estadounidenses fue perpetrado por una red de organizaciones, más que un solo actor.
“El grupo que se autodenomina Resistencia Islámica en Irak es parte de una amplia red de milicias respaldadas por Irán que han sido armadas, financiadas y entrenadas por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán”, explica Frank Gardner.
“Operando en Siria, Irak, Líbano y Yemen, se oponen tanto a la presencia militar de Israel como la de Estados Unidos en la región”, agrega.
Poco después del ataque de Hamás en territorio israelí el pasado 7 de octubre y la posterior respuesta militar de Israel contra la Franja de Gaza, EE.UU. trasladó barcos de guerra al mar Mediterráneo para advertir a todas las partes involucradas de no escalar el conflicto.
Sin embargo, el conflicto ha ido mucho más allá.
“La realidad es que en varios frentes hay fuego ardiendo”, señala Lyse Doucet, corresponsal internacional jefe de la BBC.
Te contamos cuáles son.
La frontera entre Israel y Líbano lleva años en un precario equilibrio desde el fin de la guerra entre ambos países en 2006.
Ahora, en medio de la guerra en Gaza, esta frontera se ha convertido en una de las zonas más sensibles en el marco de la expansión del conflicto.
En los últimos meses las fuerzas israelíes y el grupo radical islámico Hezbolá, un movimiento libanés chiíta apoyado por Irán, han intercambiado ataques constantemente.
En este escenario, Estados Unidos teme que Israel pueda atacar o invadir Líbano y ha instado a su aliado a evitar una acción de ese tipo.
Si eso llegara a ocurrir, la región alcanzaría un nivel de conflicto mucho mayor con consecuencias inesperadas para Occidente.
El mar Rojo, en tanto, se ha vuelto un hervidero de violencia, luego de que los hutíes, un grupo rebelde que controla gran parte de Yemen y que cuenta con el apoyo de Irán, lanzara una serie de ataques con misiles contra barcos cargueros de Occidente.
Desde noviembre, la milicia yemení ha atacado a los buques que pasan por el estrecho de Bab al Mandab, un canal de 32 kilómetros de ancho que separa a Yemen, en la Península Arábiga, del noreste de África.
Los insurgentes afirman estar apuntando a barcos con conexiones con Israel como represalia por la guerra en la Franja de Gaza.
En respuesta, EE.UU. y Reino Unido lanzaron sucesivas rondas de ataques contra los hutíes.
Uno de los últimos incidentes en la zona ocurrió el 26 de enero, cuando un carguero cisterna que transportaba combustible, propiedad de la empresa Trafigura, uno de los mayores comerciantes de energía del mundo, fue alcanzado por un misil frente a la costa de Adén.
Cientos de portacontenedores gigantes están tomando una ruta alternativa que implica un extenso y costoso desvío alrededor del cabo de Buena Esperanza (África).
En el caso de Irak, grupos radicales han lanzado drones y cohetes contra bases estadounidenses, como por ejemplo la base aérea de Asad en el oeste de Irak, un atentado que causó lesiones cerebrales traumáticas a dos soldados estadounidenses.
En represalia, EE.UU. lanzó el 23 de enero una serie de ataques aéreos.
El conflicto en ese país lleva meses.
Las bases que albergan a las fuerzas estadounidenses en Irak y el noreste de Siria han sido atacadas en repetidas ocasiones, provocando la respuesta militar estadounidense.
Estos ataques son vistos como parte del conflicto indirecto de Irán con Estados Unidos.
Alrededor de 3.400 miembros de la coalición internacional contra el autodenominado Estado Islámico, dirigida por EE.UU., se encuentran en Irak y Siria, convirtiéndose en potenciales blancos de ataques.
Siria, por su parte, también forma parte de las ramificaciones que está teniendo la guerra en Gaza por el resto de la región.
Aviones estadounidenses bombardearon en noviembre un depósito de armas que aparentemente pertenecía a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica.
Unos días después, atacaron una instalación de entrenamiento y una casa de seguridad que habrían estado vinculadas a Irán en el este de Siria.
En diciembre, un ataque aéreo israelí en un suburbio de Damasco, la capital siria, mató al general iraní Seyed Razi Mousavi, antiguo asesor de la Guardia Revolucionaria paramilitar iraní en Siria.
A mediados de enero, otro ataque israelí en la capital siria destruyó un edificio supuestamente utilizado por agentes iraníes.
Este tipo de ataques continúan repitiéndose en lo que se considera como otra expresión del conflicto de EE.UU. e Israel contra Irán.
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Pocos analistas esperan que Estados Unidos decida atacar directamente objetivos en suelo iraní, porque aumentaría las tensiones en la región a un nivel mucho mayor y podría tener consecuencias de alto riesgo para las partes involucradas y el resto del mundo.
De hecho, la última vez que Irán y Estados Unidos se enfrentaron directamente fue en la década de 1980, cuando Washington y Teherán participaron en ofensivas militares en las aguas del Golfo Pérsico, donde los barcos y plataformas petroleras de Irán fueron atacados.
Ese nivel de escalada parece estar por ahora fuera del tablero de ajedrez, pero lo cierto es que las cosas se están complicando.
La muerte de los tres militares estadounidenses en Jordania se produce mientras EE.UU. y sus aliados intentan negociar una pausa en la guerra entre Israel y Hamás y un acuerdo sobre rehenes, con la esperanza de que ponga fin a la guerra o al menos disminuya los combates lo suficiente como para reducir las tensiones en otros lugares.
Un estallido de violencia que involucre a Estados Unidos e Irán podría anular las esperanzas de restablecer la calma antes del Ramadán, el período sagrado musulmán que comienza en marzo.
Con ese telón de fondo, uno de los mayores desafíos que enfrenta el gobierno de Joe Biden es, según analistas, la definición de una estrategia que le permita responder a los constantes ataques de manera proporcionada, disuasoria y que, al mismo tiempo, no intensifique ni expanda el conflicto.
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