La tensión es elevada desde hace días en la frontera de Líbano con, en la que se reportan frecuentes intercambios de fuego entre militantes libaneses fuertemente armados y efectivos del ejército israelí.
Estas escaramuzas han generado temores de que la violencia pueda escalar hasta convertirse en una confrontación mayor. No lejos de la frontera del lado libanés, en la ciudad sureña de Bein Jbeil, reina la tranquilidad en las calles. La mayoría de las tiendas están cerradas.
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Muchos residentes aquí y en otras aldeas fronterizas se han ido, temiendo que una escalada de la guerra entre Israel y Hamás convierta esta zona, dominada por el poderoso grupo islamista chiita Hezbolá, en otro frente del conflicto.
Entre las pocas personas que se veían afuera estaban sentados seis hombres alrededor de una mesa de plástico. Algunos comían pizza; otros fumaban. No parecían estar preocupados.
“No me iré a menos que [la situación] se salga de control, lo cual dudo”, dijo Mohammed Baidoun, de 52 años, bajo la atenta mirada de un puñado de vigilantes de Hezbolá que llegaron desde múltiples direcciones tan pronto como como nos acercamos. “Tengo fe en la resistencia que tenemos aquí... Creo en el fondo que [Hezbolá] nos protegerá”.
La pregunta sobre qué hará Hezbolá se cierne sobre todo el país. El grupo, al igual que Hamás, es considerado como una organización terrorista por Reino Unido, EE.UU. y otros. Su líder, Hasan Nasrallah, se ha mantenido en silencio desde que estalló la guerra entre Israel y Hamás.
Naim Qassem, el número dos de Hezbolá, describió al grupo como “totalmente preparado” y dijo que no se dejarían intimidar por los llamados de EE.UU. y otros para que se mantuvieran alejados. Pero la naturaleza reservada del grupo hace que es difícil saber qué preparativos podrían estar llevando a cabo.
Hace mucho tiempo que Israel ve a Hezbolá -también un movimiento social y político creado en la década de 1980- como una fuerza mucho más formidable que Hamás: el grupo tiene un vasto arsenal de armas, incluidos misiles guiados de precisión que pueden penetrar profundamente en territorio israelí. así como decenas de miles de combatientes bien entrenados y curtidos en la batalla.
Las acciones de Hezbolá se han limitado a ataques transfronterizos, a lo largo de la Línea Azul establecida por la ONU, la frontera no oficial entre Líbano e Israel.
El grupo intercambia misiles y fuego de artillería con el ejército israelí varias veces al día, mientras que sus facciones aliadas en palestinas también llevan a cabo ataques, incluyendo varios intentos de incursiones lanzados desde el sur del Líbano hacia territorio israelí.
Los enfrentamientos han provocado muertes en ambos bandos, incluyendo civiles.
Los residentes también huyen en el lado israelí: las autoridades anunciaron la evacuación de 28 comunidades y crearon una zona de exclusión cerca de la frontera.
Las tensiones en el Líbano aumentaron aún más el martes, después de la explosión en un hospital de Gaza.
Hamás culpó inmediatamente a Israel, pero las Fuerzas de Defensa israelíes dijeron que la explosión fue causada por un cohete de los militantes palestinos fallido.
Hezbolá, sin embargo, lo describió como una “masacre” por parte de Israel y, en Beirut, cientos de sus seguidores protestaron coreando consignas antiestadounidenses y antiisraelíes. Pero lo que el grupo describió como un “día de ira sin precedentes”, al parecer, sólo se quedó en una pequeña manifestación.
Una fuente familiarizada con el pensamiento de Hezbolá, que habló bajo condición de anonimato, dijo que las acciones del grupo estarían determinadas por lo que suceda en Gaza. “Si los israelíes invaden [el territorio]”, dijo la fuente, “esto conducirá a una catástrofe regional”.
Algunos creen que la decisión sobre qué hacer a continuación probablemente provendrá del principal patrocinador de Hezbolá, Irán.
Israel acusó a Teherán de ordenar a Hezbolá que llevara a cabo una serie de ataques el fin de semana pasado. Teherán, por su parte, advirtió que el “frente de resistencia”, su alianza de fuerzas en la región con grupos de Siria, Irak y Yemen, podría llevar a cabo una “acción preventiva”.
Antes del último estallido de violencia, el consenso entre los observadores era que ni Israel ni Hezbolá estaban interesados en otra guerra, ya que muchos todavía recuerdan el devastador conflicto que libraron durante un mes en 2006.
Líbano sufre una crisis económica que se remonta a años atrás y las luchas políticas internas han dejado al país sin un gobierno o presidente que funcione, mientras que las divisiones sectarias se han exacerbado.
Al oeste de Bein Jbeil, en la aldea fronteriza de Dhayra, los ataques de represalia israelíes de la semana pasada alcanzaron la mezquita local y algunas casas.
Sabrina Fanash, una residente de 36 años que se mudó a Beirut después de que comenzara la guerra, criticó abiertamente a los militantes que, según ella, estaban utilizando la aldea de mayoría sunita para sus ataques.
“No es justo que nuestras casas estén así. ¿Quién las reconstruirá?” dijo, caminando entre los escombros de la casa parcialmente destruida de su prima.
“Todos nosotros estamos tristes... Dependemos de Dios, Dios nos protegerá”.
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