Deborah Mitford, la duquesa viuda de Devonshire que murió esta semana, fue quizás la única mujer en el mundo que bailó con John F. Kennedy y, pocos meses después, tomó té con Adolfo Hitler.
Su muerte marca el fin de una era: desde el nacimiento de la mayor de las hermanas Mitford, hace 110 años, esta famosa familia fascinó a muchos, y con razón.
Hijas del Lord y Lady Redesdale, conocidos como Farve y Muv, las seis chicas Mitford -Nancy, Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah- fueron criadas en un ambiente excéntrico dentro de la aristocracia británica.
Vivían en la pobreza absoluta en casonas señoriales y creían en poltergeist, predestinación y supersticiones varias.
El odio que su inculto padre le tenía a los extranjeros, católicos y cualquier persona “ajena” terminó inculcándole a sus hijas una actitud individualista y la confianza para defender sus firmes opiniones.
Su domesticada madre -algo poco común en una era en la que las tareas del hogar eran exclusivas de los sirvientes-, les dio a las chicas una saludable dosis de sentido común.
En algún momento, adquirió gallinas con la idea de venderle huevos a los restaurantes elegantes de Londres; en otro, dejó de usar servilletas de lino, porque costaba mucho lavarlas.
A su suerte
Las niñas tenían que seguir una dieta kosher: los mariscos, las salchichas y “el sucio cerdo” eran prohibidos.
La razón era la extraña creencia de que el cáncer era menos prevalente entre los judíos.
La medicina era denegada y las operaciones se realizaban sólo cuando ya no había más remedio.
El colegio no era bien visto, por el riesgo de que las niñas desarrollaran pantorrillas gruesas jugando al hockey.
Como resultado, una sucesión de institutrices chifladas intentaron educar a las hermanas Mitford.
Pero, aparte de una nana a la que adoraban y a la que llamaban Blor -que era firme pero justa-, las niñas fueron abandonadas a su propia suerte.
No obstante, gracias a su inteligencia, belleza y mordaz sentido del humor, la prensa las empezó a presentar como celebridades antes de que hicieran algo para merecer tal halago.
Diana (1910-2003)
Diana había causado sensación cuando se casó con el heredero de la fortuna cervecera Bryan Guinness.
Pero fue su affaire con el líder de la Unión de Facistas Británicos, Oswald Mosley, lo que la hizo merecedora de una mala fama de por vida.
Como no le importaban las convenciones sociales, Diana vivía abiertamente como la amante de Mosley, con quien eventualmente se casó en secreto en la sala de la casa de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda del Tercer Reich.
Por sus cercanos vínculos con los nazis, a partir de 1940 fue encarcelada por más de tres años y luego mantenida bajo arresto domiciliario durante la II Guerra Mundial.
Diana actuó como catalista de la progresión de las hermanas Mitford y la manera en la que reaccionaron a los turbulentos años 30.
Unity (1914-1948)
Unity, la inquieta hermana de la mitad, siguió los pasos de Diana y se unió a la causa facista: se puso una camisa negra y desfiló en Hyde Park, insultando a los comunistas.
A los 19 años, se fue a Alemania donde colmó su ambición de conocer a Hitler, inmiscuyéndose en su círculo íntimo y sumiéndose en la política nazi.
En 1939 intentó suicidarse pero su esfuerzo fue torpe. No obstante, años después, murió porque la herida de esa bala se le infectó.
Su vida, triste y desperdiciada, inspiró más furia que lástima.
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El balazo en Alemania en 1940 la mató en 1948. (Foto: BBC)
Jessica (1917-1996)
Jessica, a quien sus amigos y familia llamaban Decca, contrarrestó el nazismo de Unity y se volvió comunista.
Se fugó con su primo Esmond Romilly, quien también era comunista, y se fue a luchar contra los fascistas en la Guerra Civil Española.
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Jessica y Esmond, sobrino de Winston Churchill, abrieron un bar en Miami en 1940. (Foto: BBC)
Rechazó sus raíces aristocráticas y se fue a vivir a Estados Unidos, donde luchó por los derechos civiles y escribió exitosos libros como “Nobles y rebeldes” y “Muerte a la americana”.
Incursionó además en el campo de la música, en los años 60, como cantante del grupo Decca & The Dectones.
Nancy (1904-1973)
Nancy era socialista. Al final de la guerra, se libró de un matrimonio aburrido mudándose a París, donde escribió sus famosas novelas.
Se vestía de Dior y tenía un affaire sin esperanzas con la mano derecha de Charles de Gaulle, Gaston Palewski.
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Nancy se casó con Peter Rodd en 1933. (Foto: BBC)
Deborah (1920-2014)
Deborah vivió contenta en el campo. Sus pasatiempos favoritos era montar a caballo y salir a cazar, y se describía a sí misma como apolítica.
Fue una debutante muy popular y conoció a Kathleen Kennedy y su hermano John, el futuro presidente de EE.UU.
Deborah se casó con Lord Andrew Cavendish en 1941 y la familia se entrelazó con la de los Kennedy cuando Kathleen y Billy Cavendish se casaron en 1939.
Así quedó vinculada al presidente más famoso y a Adele Astaire, la hermana de Fred, la estrella de Hollywood, que terminó siendo su tía política.
Pamela (1907-1994)
Aunque evitaba ser el centro de atención, se casó con el científico millonario Derek Jackson.
Recorrió Europa en auto sola y fue una de las primeras mujeres en volar en un avión transatlántico comercial.
Su gusto por la aventura se equilibraba con una domesticidad tranquila, y era feliz en su hogar, en su huerta y cuidando a los animales.
Fuentes de inspiración inagotables
Escritores de ficción de época y de novelas históricas en todo el mundo se han inspirado en las vidas de las hermanas Mitford.
El escritor y creador de la exitosa serie Downton Abbey no habría podido crear a Violet, la condesa viuda de Grantham, sin unas onzas de la agudeza de Nancy Mitford.
Fue gracias al ojo para la parodia de Nancy que se destiló el humor del diálogo de las clases altas.
Su famoso ensayo sobre el lenguage de la clase alta y la popular fue ridicularizado y acusado de ser esnob cuando se publicó, pero realmente era una gran burla al provincialismo de los años 50.
Después se estableció como una guía para los alpinistas sociales.
Diana fue la inspiración para la protagonista de la novela “Cuerpos viles” del novelista británico Evelyn Waugh.
Deborah fue pintada por Lucian Freud.
Y, curiosamente, a un ataúd de cartón le pusieron el nombre de Jessica Mittford.
El poeta John Betjeman, quien estuvo enamorado de Pamela, las celebró con versos que empezaban: “¡Las chicas Mitford! Yo las amo por sus pecados”.
Eternas
Debido a su asociación con los dictadores de los años 30, y de sus lazos familiares con Winston Churchill (Clementina Churchill era la prima de Lord Redesdale), las seis hermanas Mitford tuvieron un lugar en la primera fila de los grandes eventos del siglo XX.
A pesar de haber sido sujeto de innumerables documentales, biografías y volúmenes de cartas, el sexteto no ha perdido su capacidad de seducción.
Novelistas o agricultores, facistas o comunistas, plebeyos o duques, todos pueden encontrar una chica Mitford a la medida.
La muerte de la última hermana marca el fin de una era, pero para los entusiastas de la entreguerra, la fascinación no tiene fin.